"A mí no me gustan nada los niños, pero reconozco que los necesitamos para que siga adelante el espectáculo humano."

David Lodge


"Crecimos en un período en que el estado estaba de moda: escuelas estatales, universidades estatales, artes subvencionadas por el estado, estado asistencial, medicina estatal...Todo esto eran cosas en las que creía la gente progresista, llena de energías. Ahora ya no es así. La izquierda habla mucho de todo esto, pero sin convencer a nadie, ni siquiera a ellos mismos."

David Lodge


"El lenguaje es la malla que mantiene el pensamiento prisionero en una particular cultura. Pero si fuera posible golpear la pelota con suficiente fuerza y con un perfecto timing, tal vez atravesaría la red y continuaría su trayectoria, para no volver a caer en la Tierra y seguir en órbita alrededor del mundo."

David Lodge



"El licenciado británico es un alma que se siente sola y abandonada, un ser inseguro de lo que hace y que no sabe a quién trata de complacer. Se le reconoce en los salones de té cercanos a la Biblioteca Bodleiana de Oxford y al Museo Británico de Londres por sus ojos apagados y su mirada ausente, como la de esos veteranos de guerra para quienes nada ha sido real desde la Gran Ofensiva. Si una vez licenciado consigue un puesto docente, no se enfrentará con demasiados problemas a corto plazo, dado que en las universidades británicas los empleos son prácticamente vitalicios y todo el personal es retribuido según la misma escala de sueldos. Pero al llegar a cierta edad, cuando las promociones y las cátedras empiezan a preocupar a un hombre, puede que mire con nostalgia su pasado, los días en que su intelecto era vivaz y veía las cosas con claridad, y estaba dedicado a un propósito único y positivo."

David Lodge




"Envidio su fe a las personas religiosas y al mismo tiempo me disgusta. Las encuestas han demostrado que tienen muchas más posibilidades de ser felices que las personas cuyo credo es totalmente laico; y se entiende por qué. La vida de todo el mundo contiene tristezas, sufrimientos y decepciones, y es mucho más fácil aceptarlos si crees que hay otra vida donde se corregirán las imperfecciones e injusticias de ésta; también vuelve menos triste la perspectiva de morir. Por eso envidio a los creyentes. Su fe, desde luego, no tiene una base firme, pero no puedes afirmarlo sin parecer grosero, agresivo e irrespetuoso: sin que, de hecho, parezca que atacas su derecho a la felicidad. Por eso me disgusta la fe religiosa, incluso la de mis seres más próximos y queridos; en realidad, sobre todo la de ellos, puesto que en su caso es más evidente la imposibilidad de hablar de religión objetivamente."

David Lodge


"Es imposible describir la belleza con palabras."

David Lodge
Terapia



"Es una forma especial de neurosis académica...Ya no es capaz de distinguir entre vida y literatura."

David Lodge


"Estoy dispuesto a seguir cualquier clase de terapia, excepto la quimioterapia."

David Lodge



"Fue la excitación, la riqueza de toda la experiencia, la mezcla de placer y peligro y libertad... Y el sol. Has de saber que cuando volvimos aquí, durante largo tiempo seguí viviendo en Euphoria, en el interior de mi cabeza. Exteriormente, volví a mi antigua rutina. Me levantaba por la mañana, me ponía un traje de tweed, leía el Guardian mientras desayunaba, caminaba hasta la Universidad, daba las mismas clases en base a los mismos viejos textos... Y en todo momento llevaba una vida totalmente distinta en el interior de mi cabeza. En el interior de mi cabeza, había decidido no regresar a Inglaterra, por lo que me despertaba en Plotinus, sentado bajo el sol con mi playera, contemplaba la bahía, me ponía mis Levis y un polo, leía el Euphoric Times mientras desayunaba, y me preguntaba qué ocurriría hoy, si habría una protesta o una manifestación, si mi clase tendría que abrirse paso a través de los gases lacrimógenos o los piquetes, o si nos reuniríamos fuera del campus en el apartamento de alguien, sentados en el suelo y rodeados por carteles, octavillas y reediciones sobre grupos de encuentro, teatro de vanguardia y el Vietnam."

David Lodge



"¿Ha observado que, en el mundo moderno, las buenas noticias llegan por teléfono y las malas por correo?"

David Lodge


"Hay tanta publicidad en estos tiempos que la gente confunde el éxito con el logro auténtico."

David Lodge



"(...) La aromaterapia es más fácil. Todo lo que tienes que hacer es tumbarte y dejar que el terapeuta te dé masajes con unos aceites que se llaman esenciales."

David Lodge


"La literatura habla mucho de sexo y poco de tener hijos. La vida es al revés."

David Lodge


"La mente era una criatura caprichosa e indisciplinada. No se la podía mantener siempre sujeta con la correa y ella no paraba de hurgar entre los matorrales del pasado, exhumando algún que otro hueso carcomido de la memoria y trayéndolo, sin dejar de menear la cola, para depositarlo a los pies del dueño."

David Lodge



"La sordera es cómica, así como la ceguera es trágica."

David Lodge


"La sordera es una especie de muerte previa, una larguísima introducción al largo silencio en el que al final nos sumiremos todos."

David Lodge



"Las personas públicas deben estar preparadas para encajar algunos golpes. Y otras personas disfrutan viendo cómo las vapulean."

David Lodge


"Las personas que se deslizan y resbalan en las aceras, salpicadas con aguanieve por el tráfico cercano, parecen estoicamente desdichadas, como si no esperasen nada mejor de la vida."

David Lodge


"Los hombres que han sacrificado grandes cosas en aras de su profesión a menudo se aferran a los pequeños hábitos."

David Lodge


"Los obispos se encontraban en una posición particularmente difícil, ya que no podían rechazar la Humanae Vitae sin arriesgarse a desencadenar un cisma. Al final, la jerarquía más liberal del clero decidió realizar una interpretación minimalista de la encíclica: afirmó que, como sostenía el papa, la contracepción estaba objetivamente mal, pero que podía haber circunstancias subjetivas que la volvían un pecado tan venial que apenas valía la pena preocuparse y que, desde luego, no constituía una razón de peso para dejar de ir a misa o abstenerse de participar en la sagrada comunión. Gracias a este sofisma, pudieron aceptar los principios de la Humanae Vitae al tiempo que fomentaban un enfoque tolerante y flexible a la hora de aplicarla en la práctica pastoral. La mayoría de los sacerdotes que se habían quedado abatidos al conocer el contenido de la encíclica le dieron el visto bueno a este arreglo, pero algunos no quisieron o no pudieron hacerlo; si su obispo o su superior en la jerarquía eclesiástica resultaba ser conservador y autoritario, las consecuencias de semejante enfoque podían llegar a alcanzar cierta gravedad.
Estos sacerdotes, por lo general, tomaron una aguda conciencia de las contradicciones inherentes a su propia vocación. Y es que, cuanto más analizaban los motivos de su desacuerdo con la Humanae Vitae, ya fuera por la presión surgida del debate o a causa de las amenazas disciplinarias, más tendían a respaldar la idea de que el placer sexual era algo bueno en sí mismo. Y, cuanto más advertían esta tendencia, más cuestionables se volvían, a sus ojos, sus votos de castidad. Mientras que los teólogos cristianos siempre habían recelado del placer sexual, considerándolo un elemento enfrentado a la espiritualidad y tan solo permisible como parte de la función procreativa del hombre dentro del orden establecido por Dios, el voto de castidad tenía un sentido evidente. Célibe y casto, el sacerdote se hallaba materialmente libre para servir a sus feligreses y espiritualmente libre de las perturbaciones provocadas por la gratificación de la carne. Sin embargo, cuando la nueva teología del matrimonio redimió al amor sexual de la represión y la desconfianza del pasado, para pasar a celebrarlo, como afirmaba la Sociedad Teológica Católica Estadounidense, siempre que fuera «liberador para uno mismo, enriquecedor para el otro, sincero, fiel, socialmente responsable, vivificante y alegre», el valor del celibato dejó de parecer evidente, por lo que cualquier sacerdote progresista podía verse de pronto en una posición paradójica: la de defender el derecho de los seglares a disfrutar de los placeres a los que él mismo había renunciado mucho tiempo atrás, por motivos en los que ya no creía. Y entre las monjas se produjo un derrumbamiento similar con respecto al valor de la virginidad.
Por supuesto, aún podría argumentarse que el hecho de no tener familias de las que ocuparse permitía a los curas y a las monjas dedicarse al servicio de los demás; pero la validez de este argumento también se veía supeditada a la prohibición de los métodos anticonceptivos. Si se autorizaba su uso, ¿por qué no podrían casarse los curas con las monjas, y hacer voto de esterilidad en vez de voto de castidad, renunciando a la satisfacción de tener descendencia para servir a la comunidad, pero gozando aun así del consuelo de esa comunión genital interpersonal, que, según la ortodoxa sabiduría de la modernidad, resultaba esencial para la salud física y mental? Es más, dado que ahora existían nuevas maneras de controlar el funcionamiento de su cuerpo, ¿por qué las mujeres no podían ordenarse sacerdotes? La discriminación que sufren en este sentido está claramente enraizada en ciertos prejuicios derivados de su condición sexual, y no en cuestiones teológicas o lógicas."

David Lodge
Almas y cuerpos



"Mary Willington estaba sentada en el vestíbulo gris, sin ventanas al igual que todas las demás habitaciones del espacioso apartamento subterráneo, con las manos unidas en el regazo de su falda gris de sarga, y observaba avanzar, en el reloj de pared de ébano, la aguja de los minutos a través del último segmento de su giro circular. Ahora estaba alineada exactamente —y la eclipsaba— con la aguja de las horas, que apuntaba hacia el número romano once. Cuando el más largo de estos indicadores hubiese medido cinco unidades más, el reloj tocaría cinco notas sonoras y solemnes; la puerta de fieltro que daba acceso al mundo exterior, a través de un oscuro pasillo que desembocaba en otra puerta maciza y tachonada, giraría en silencio sobre sus goznes; y el maestro de Mary aparecería en el umbral.
Estaba segura de que él vestiría su habitual e inmaculado traje negro y relucientes botas negras, una pechera blanca recién planchada y una corbata gris de seda en la garganta. Pero no llevaría sobre sus patillas y su tupida barba negra la máscara facial de acero mate, con aberturas, que normalmente ocultaba a la vista de Mary el color de los ojos y los labios del hombre. Y quizás hoy transportase, más que llevase, los flexibles y prietos guantes negros, de la más fina cabritilla, que siempre le tapaban las manos en presencia de Mary.
Se miró sus propias manos, enlazadas en una engañosa postura de sereno reposo, y enfundadas en una resistente piel negra de cerdo que sólo le permitían quitarse por la noche, con ayuda de la criada ciega, Lucy, para impedirle de este modo toda vislumbre involuntaria del rosa nacarado que —tal como ella tenía entendido— teñía las placas translúcidas que cubrían el dorso de las puntas de sus dedos.
Bueno, pronto vería las uñas, así como muchas otras cosas, pero mezclada con aquella reflexión agradable estaba la aprensión, a la vez vaga y más emocionante, de que al «salir» al mundo del color no sólo su sentido de la vista se vería realzado, sino también su sentido del tacto. Quizás tomase en su mano la mano desnuda del profesor Hubert Dearing cuando él la saludase en el futuro: aunque «desnuda» no era, por supuesto, la palabra correcta, ni tampoco «descubierta» ni «desvestida». Finalmente optó por «despojada de su habitual tegumento de cuero», pero no sin que la ruborizasen los epítetos más expresivos que, como posibles candidatos, se le pasaron por las mientes. Es decir, experimentó en las mejillas una sensación abrasadora, hormigueante, que ella sabía que la causaba una inundación súbita de los vasos sanguíneos en su epidermis facial, aunque el efecto visual de este fenómeno, al igual que todas las demás alteraciones de su tez, sólo lo conocía teóricamente. No había un solo espejo ni otra superficie reflectante en toda la serie de habitaciones que ocupaba, y hasta la superficie de la máscara del profesor Dearing había sido raspada con cuidado para que no ofreciese a nuestra heroína ni siquiera una imagen distorsionada de su propia cara."

David Lodge
Pensamientos secretos



"Mi melancolía es la amante más fiel que he conocido."

David Lodge



"Naturalmente, en la literatura hay montones de maridos infieles; la novela moderna en especial podría describirse como un compendio de consejos sobre cómo ser un buen adúltero."

David Lodge
La caída del museo británico



"Para mí es un honor suficiente pertenecer al universo: a un universo tan grandioso y a un plan tan magno de las cosas. Ni siquiera Dios puede privarme de este honor, pues nada puede modificar el hecho de que he vivido; he sido yo, aunque por tan breve espacio de tiempo. Y cuando haya muerto, la materia que compone mi cuerpo será indestructible y eterna, y le ocurra lo que le ocurra a mi "alma", mi polvo seguirá existiendo siempre y cada átomo de mí desempeñando su función individual, participaré de algún modo en el mundo. Cuando esté muerto, podréis hervirme, quemarme, ahogarme, dispersarme, pero no podréis destruirme: mis pequeños átomos no harán sino reírse de tan severa venganza. La muerte sólo puede matarnos."

David Lodge



"¿Quieren saber cuál es la diferencia entre un psiquiatra y un terapeuta cognitivo-conductista? Bueno, tal como lo veo yo, un psiquiatra intenta descubrir las causas ocultas de tu neurosis, mientras que el terapeuta cognitivo-conductista trata los síntomas que te hacen sentir desgraciado. Por ejemplo, si padeces claustrofobia en trenes y autobuses, un psiquiatra procuraría descubrir alguna experiencia traumática en tu vida anterior que fuera la causa. Tal vez que cuando eras niño y viajabas en tren abusó sexualmente de ti un adulto que se sentaba a tu lado mientras el convoy pasaba por un túnel; digamos que te metió mano aprovechándose de la oscuridad, y que tú estabas tan aterrorizado y avergonzado que cuando el tren salió a la luz del día no te atreviste a acusar al hombre y nunca se lo explicaste a tus padres ni a nadie, sino que te esforzaste por suprimir aquel recuerdo por completo. Una vez llegado a esta conclusión, el psiquiatra trataría de hacerte recordar esa experiencia para demostrarte que no fue tuya la culpa, y te curarías de la claustrofobia. Por lo menos, en teoría. El problema es, como subrayan los terapeutas cognitivo-conductistas, que os podríais pasar toda la vida intentando descubrir la experiencia traumática suprimida, suponiendo que existiera."

David Lodge


"Respeto al hombre capaz de reconocer una cita. Se trata de un arte en extinción."

David Lodge



"Se mata uno a trabajar para educar a sus hijos a fin de que puedan matarse a trabajar para educar a los suyos. Pero ¿Para qué? -Bueno, podría decir lo mismo acerca de casarse y forma una familia."

David Lodge


"(...) Todos estos folletos son lo mismo. Tengo aquí un buen fajo de ellos, más o menos con la misma foto y el mismo texto en todos ellos. El paraíso... No tiene ninguna semejanza con la realidad, desde luego."

David Lodge



"Uno de los factores más deprimentes relacionados con la depresión es el hecho de saber que hay muchísima gente en el mundo que tiene bastantes más razones que tú para sentirse deprimida y darte cuenta de que ese conocimiento, en vez de librarte de tus neuras, sólo hace que te desprecies más a ti mismo y, por tanto, que te sientas todavía más deprimido. La forma más pura de depresión es aquella en que no puedes dar ninguna razón, absolutamente ninguna, que justifique por qué te sientes deprimido. Como dice B en O lo Uno o lo Otro: Una persona que sufre una desgracia o una aflicción, sabe cuáles son las causas de esa desgracia o esa aflicción. Si le preguntas a un melancólico qué le hace sentirse triste, te contestará: "No tengo la menor idea, no puedo explicarlo". En eso reside la infinitud de la melancolía."

David Lodge


"(...) Vagando entre dos mundos, el uno perdido, y el otro incapaz de nacer."

David Lodge


"Ya era bastante duro afrontar la posibilidad de que el bombardeo de Alemania hubiera sido excesivo; que también hubiera sido inútil e ineficaz era casi demasiado amargo para contemplarlo."

David Lodge