"Amor y negocios y familia y religión y arte y patriotismo no son nada más que sombras de palabras ¡cuando un hombre está muriendo de hambre!"

 O. Henry era el seudónimo de William Sydney Porter


"El verdadero aventurero avanza sin rumbo y no calculado para conocer y saludar un destino desconocido."

O. Henry


"Había entre las ventanas de la habitación un espejo de cuerpo entero. Es posible que hayas visto un espejo de cuerpo entero en un pisito de ocho dólares. Una persona muy delgada y muy ágil puede, observando su reflejo en una sucesión rápida de fajas longitudinales, hacerse una idea bastante exacta de su aspecto. Della, que era delgada, había dominado ese arte. De pronto se apartó de la ventana y se paró frente al espejo. Le brillaban los ojos luminosamente, pero su rostro había perdido el color en veinte segundos. Rápidamente se soltó el pelo y lo dejó caer en toda su longitud. Había, por otra parte, dos posesiones de los Dillingham Young de las que ambos se enorgullecían mucho. Una era el reloj de oro de Jim, que había sido de su padre y de su abuelo. La otra era el cabello de Della. Si la reina de Saba hubiese vivido en el piso del otro lado del pozo de ventilación, Della habría dejado colgar su pelo por la ventana algún día a secar solo por depreciar las joyas y regalos de Su Majestad. Si el rey Salomón hubiese sido el portero, con todos sus tesoros apilados en el sótano, Jim habría sacado su reloj cada vez que pasase, sólo para verle mesarse las barbas de envidia.
Así pues, el hermoso cabello de Della se desplegaba a su alrededor, ondulándose y brillando como una cascada de aguas color castaño. Le llegaba por debajo de la rodilla y era casi como un vestido. Luego volvió a recogerlo nerviosa rápidamente. Vaciló un instante y se irguió, y salpicaron la gastada alfombra roja unas cuantas lágrimas.
Se puso la vieja chaqueta marrón; se puso el viejo sombrero marrón. Con un revoloteo de faldas y la chispa de brillo aún en los ojos, salió y bajó las escaleras hasta la calle.
El letrero que había donde se paró decía: «Madame Sofronie. Artículos Capilares de Todo Género». Della subió corriendo un piso, y luego se detuvo, jadeante.
Madame, grande, demasiado blanca, fría, no se parecía gran cosa a la «Sofronie» de la canción."

O. Henry
Regalo de Reyes



"Hay un día que es el nuestro. El día de Acción de Gracias es el día que es puramente americano."

O. Henry


"La vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con los sollozos predominando."

O. Henry


"Puede que logremos la clima, pero el tiempo se nos impone."

O. Henry


"Se quitaría el saco, se sentaría sobre un viejo sofá y leería en el vespertino crónicas sobre los rusos y los japoneses asesinados por la mortífera linotipo. La cena comprendería un asado, una ensalada condimentada con un aderezo que se garantizaba no agrietaba ni dañaba el cuero, guiso de ruibarbo y el frasco con mermelada de fresas que se sonrojaba ante el certificado de pureza química que ostentaba su rótulo. Después de la cena, Katy le mostraría el nuevo añadido al cobertor de retazos multicolores que le había regalado el repartidor de hielo, arrancándolo de la manta de su coche. A las siete y media ambos extenderían periódicos sobre los muebles para recoger los fragmentos de yeso que caían cuando el gordo del departamento de arriba iniciaba sus ejercicios de cultura física. A las ocho en punto, Hickey y Mooney, los integrantes de la pareja de varietés (sin contrato) que vivían del otro lado del pasillo, se rendirían a la dulce influencia del delírium trémens y empezarían a derribar sillas, con el espejismo de que Hammerstein los perseguía con un contrato de quinientos dólares semanales. Luego, el caballero que se sentaba junto a la ventana, del otro lado de la escalera, sacaría a relucir su flauta; el escape de gas nocturno huiría para hacer sus travesuras en los caminos; el ascensor se saldría de su cable; el conserje volvería a llevar a los cinco hijos de la señora Janowitski a través del Yalu; la dama de los zapatos color champaña y del terrier Skye bajaría a tropezones la escalera y pegaría su nombre del jueves sobre su timbre y su buzón... y la rutina nocturna de los departamentos Frogmore se pondría en marcha nuevamente."

O. Henry
El péndulo


"Si los hombres supieran cómo pasan el tiempo las mujeres cuando están solas, nunca se casarían."

O. Henry 


"Sube las luces. No quiero volver a casa bajo la oscuridad."

O. Henry