Ensalmos y conjuros

1
Ensayé la palabra, su medida,
el espacio que ocupa. La tomé
de los labios, la puse con cuidado
en tu mano. Que no se escape. ¡Empuña!
Cuenta hasta dos [lo más difícil].
Ábrela ahora: una
estrella en tu mano.

3
Para [apaciguar] la soledad, escoge
un día, virgen. Guarda todos tus libros
bajo siete llaves. Lleva una manzana
bajo el árbol más puro. No temas, no
llegará el Maligno. Di
estas palabras, como si fuesen
verdaderas: Soledad,
te amo, creo en ti, no me traiciones.

6
Hay días limpios, construidos
por un aire inconsútil. Ni un demonio
ni un ángel lo penetran. Ahí
la soledad da la batalla.
De nada serviría, amoroso
llamarla. De nada, porque el aire,
homogéneo, cerrado, pone plomo
a la voz. Requiérela al menos,
sin abrir los labios, así;
compañía adversaria, estoy contigo.

7
En el lugar en que cité a la luna,
ella aparezca. Porque yo repetí
hasta cansarme la palabra precisa.
Porque dije. Ahí, en el lugar 
en que cité a la luna, aparezca,
blanca, como ella. Que esto
se cumpla; que no sea mentira.

9
Para saber el día en que la virgen
ha de llorar feliz la marca de tu sangre,
ata con un pañuelo suyo el calendario,
no pronuncies palabra, pon en su pecho
a diario una azucena blanca: espera
que enrojezca.

11
Para saber si el fruto de su vientre
ha de ser varón o niña, que tu mano
inaugure la sombra de sus ojos, y 
que pronuncie un nombre sin
recordar la noche de la sangre.
Si ella dice: rueca, o: golondrina,
será mujer quien alegre tu casa.
Si dice, por ejemplo: amaranto,
será varón quien besará
a la madre. Si queda muda,
no te apenes, él hablará por ella;
que nacerá un poeta."

Ernesto Mejía Sánchez



La sonrisa

"Vale tan poco una sonrisa
que darla cuesta nada y sí
negarla, mucho. Una sonrisa,
una sonrisa inmerecida, no tiene
precio ni en el cielo ni en la tierra.
Una sonrisa gratuita, pura
como la luz sin la que no podría
vivir, sólo se paga con la muerte."

Ernesto Mejía Sánchez


Vita arsque poética

Bautizo las palabras,
pongo nombres a los nombres. Digo
la noche y significa una
paloma. Imagino el leopardo
y tus ojos lloran. Sufro la luz,
el día y gano la impureza.
Dibujo un rostro más ¡Dios
mío! sobre el tuyo. Escribir
un poema es como recordar
el futuro. Es engendrar un hijo
en la tumba. Grabo tu nombre
y se confunde con el mío.
Qué repentino padre soy
en el mismo instante. Qué
dios sobre este muro que
emborrono desde que nazco.
Éste es mi testamento, mi
bautismo, tu imagen y semejanza. 

Ernesto Mejía Sánchez