"Entre la multitud de dioses que eran venerados por estas gentes [los mayas] había cuatro a quienes llamaban Bacab. Éstos, según dicen, eran cuatro hermanos que fueron colocados por Dios, cuando éste creó el mundo, en cada una de sus cuatro esquinas para que sostuvieran el cielo con el fin de impedir que se desplomara. También dicen que esos Bacabs escaparon cuando el mundo fue destruido por un diluvio."

Diego de Landa Calderón
Cita tomada del libro de Graham Hancock, Las huellas de los dioses, página 285


"Que hacían sacrificios con su propia sangre cortándose unas veces las orejas a la redonda, por pedazos, y así las dejaban por señal. Otras veces se agujeraban las mejillas, otras el labio de abajo; otras se sajaban partes de sus cuerpos; otras se agujeraban las lenguas, al soslayo, por los lados, y pasaban por los agujeros unas pajas con grandísimo dolor; otras, se hartaban lo superfluo del miembro vergonzoso dejándolo como las orejas, con lo cual se engañó el historiador general de las Indias cuando dijo que se circuncidaban.
Otras veces hacían un sucio y penoso sacrificio, juntándose en el templo los que lo hacían y puestos en regla se hacían sendos agujeros en los miembros viriles, al soslayo, por el lado, y hechos pasaban toda la mayor cantidad de hilo que podían, quedando así todos ensartados; también untaban con la sangre de todos aquellas partes al demonio, y el que más hacía era tenido por más valiente y sus hijos, desde pequeños, comenzaban a ocuparse en ello y es cosa espantable cuán aficionados eran a ello.
Las mujeres no usaban de estos derramamientos aunque eran harto santeras; mas siempre le embadurnaban el rostro al demonio con la sangre de las aves del cielo y animales de la tierra o pescados del agua y cosas que haber podían. Y ofrecían otras cosas que tenían. A algunos animales les sacaban el corazón y lo ofrecían; a otros, enteros, unos vivos, otros muertos, unos crudos, otros guisados, y hacían también grandes ofrendas de pan y vino y de toda suerte de comidas y bebidas que ellos usaban.
Para hacer estos sacrificios, había en los patios de los templos unos altos maderos labrados y enhiestos y cerca de las escaleras del templo tenían una peana redonda y ancha, y en medio una piedra de cuatro o cinco palmos de alto, enhiesta, algo delgada; arriba de las escaleras del templo había otra tal peana."

Diego de Landa
Relación de las cosas de Yucatán