A Juan José de Soiza Reilly

Al astrólogo ensueño, sus novias: las estrellas,
contáronle el secreto de unas cosas tan bellas
que un ruiseñor lunático, que cantaba a las rosas,
puso en sus sinfonías esas extrañas cosas.
 
Era un noble pronóstico, que, enigmáticamente,
irradiaba su verbo, como un límpido oriente
en gestación de soles. (Quizá una profecía
de los magos geniales en blanca Epifanía).
 
Eran graves promesas. Era un coro de astros
que dejaba en la pauta sus luminosos rastros:
Yo, en mi musa salvaje, los evoqué, y entonces
hablaron las estrellas con la voz de los bronces.
 
Y así ritmo un saludo. Si hallas la canción dura,
es porque cada estrofa tiene algo de armadura,
que al corazón resguarda de la flecha amistosa:
la que al clavarse, a veces se vuelve ponzoñosa.
 
Tal vez en el Envío que trabaja mi mano
me ayuda Perogrullo ¡Tan ingenioso y llano!
Son versos como zarzas, pero hay en sus rudezas
muchas síntesis bravas de temidas bellezas.
 
La epopeya del triunfo se ha anunciado sonora,
al galope del rojo centauro de la aurora,
que llega, como heraldo de la ciudad lejana,
precursor del saludo, del laurel y la diana.
 
Floraciones de músicas en un carmen de gloria
divulgan los clarines la futura victoria,
pues, sobre nidos de águilas se ha soñado la lumbre
de las teas clavadas en la más alta cumbre.
 
Desfilan en el biógrafo del recuerdo entusiasta,
los residuos amargos de la sufriente casta:
tus vagabundos trágicos, tus tristes heroínas:
testas de manicomios, cuellos de guillotinas,
 
tus perros soñadores, con nostalgias de luna,
la historia de la humana pasión donde se aduna
el delito y el beso, la amada y el suicida
que se fue de la reja y después de la vida,
 
tus asesinos bárbaros, apóstoles del crimen,
tus pobres Margaritas que jamás se redimen,
tus poetas borrachos, con hambres de apoteosis,
tus Nietzsches de presidios en celdas de neurosis
 
Y lo demás y todo La herida de la pena,
que tiene tintes rojos para cada azucena,
y el último lamento del niño moribundo
que fue como un andrajo flotando sobre el mundo.
 
Y lo que no harás nunca: lo que ocultó su clave,
tal alma que al cerrarse se guardara la llave,
lo que dejó la vida, por infame y monstruoso,
en una frase trunca de gesto doloroso.
 
Sea tu credo, hermano, mezcla de luz y acero:
el triunfador es bravo y es duro el justiciero,
porque la bondad misma, no es sino el espejismo
que esconde el burgués sello del señor Egoísmo.
 
Así, mantén tu lema: fuerte como la muerte,
para siempre in eternum, porque ya de esa fuerte
raza de Don Quijote vamos quedando pocos:
¡No hablaron de los vientres los Zarathustras locos!
 
Acometen serenos los modernos andantes,
que aún medran soberbios vestigios y gigantes.
¡Cabeza y brazo para realizar el empeño:
si Rocinante es torpe que venga Clavileño!
 
Den, sin temor, ejemplos de viriles acciones
delante de las jaulas de todos los leones
y el burlador cobarde que se clave en la frente
las bellezas normales que le hacen ser hiriente.
 
Buscando los peligros, en ignoradas sendas,
no sabrán las heridas de femeniles vendas,
pero, eso sí, las lanzas, señores caballeros,
encontrarán molinos y, aún mucho más, carneros,
 
entuertos y prejuicios, y otros añejos males,
bellacos, malandrines, follones, hidetales
y toda la caterva del torvo Encantamiento
que ha hecho del abdomen Ideal y Pensamiento.
 
Compañero: ¡Levanta, coronando imposibles,
el quijotismo, y lleva, como armas invencibles,
cuando emprendas alguna simbólica salida,
el genio por escudo, y por blasón la vida!

Evaristo Carriego



Invitación

"Amada, estoy alegre: ya no siento
la angustiosa opresión de la tristeza:
el pájaro fatal del desaliento
graznando se alejó de mi cabeza.

Amada, amada: ya, de nuevo, el canto
vuelve a vibrar en mí, como otras veces;
¡y el canto es hombre, porque puede tanto,
que hasta sabe domar las altiveces!

Ven a oír: abandona la ventana...
Deja al mendigo en paz. ¡Son tus ternuras
para el dolor, como las de una hermana,
y sólo para mí suelen ser duras!

¡Manos de siempre compasiva y buena,
yo tengo todo un sol para que alumbres
ese olímpico rostro de azucena
hecho de palidez y pesadumbres!

Hoy soy así. Soy un poeta loco
que ve su dicha de tus tedios presa ...
¡Ven y siéntate al piano: bebe un poco
de champaña en la música francesa!

No quiero verte triste. De tu cara
borra ese esguince de pesar cansino...
¡Hoy yo quiero vivir!... ¡Qué cosa rara,
hoy tengo el corazón lleno de vino!"

Evaristo Carriego



La dulce voz que oímos todos los días

"¡Tienes una voz tan dulce!...
Yo no sé por qué será,
te oímos y nos dan muchas
ganas de quererte más.
Tienes una voz tan dulce
y una manera de hablar,
que aunque a veces tú también
estés triste de verdad
haces reír a abuelita
cuando ella quiere llorar.
¡Y ninguno sabe en dónde
encuentras tanta bondad
para poder decir unas
cosas que nos gustan más¡...
¡Si vieras cómo nos gusta!
No te habrás de imaginar
lo mucho que sufriremos
si tú nos dejas... Mamá
dice que cuando te cases
nos tendrás que abandonar,
y eso es mentira: ¿no es cierto
que nunca te casarás?
Nunca nos dejarás solos,
porque eres buena, ¿verdad?
¿Alguna vez has pensado
qué haremos si te nos vas?
¿No lo has pensado? Nosotros
no lo queremos pensar.
Si tú te nos vas, ¿entonces
qué voz extraña vendrá
a decirnos esas cosas
que tú ya no nos dirás?
¿Nos hará olvidar tu voz
la voz que vendrá? ¿Lo hará?
¿Hará reír a abuelita
cuando ella quiera llorar?"

Evaristo Francisco Estanislao Carriego


La muerte del cisne

En un largo alarido de tristeza
los heraldos, sombríos, la anunciaron,
y las faunas errantes se aprontaron
a dejar el amor de la aspereza.

Con el Genio del bosque a la cabeza,
una noche y un día galoparon,
y cual corceles épicos llegaron
en un tropel de bárbara grandeza.

Y ahí están. Ya salvajes emociones,
rugen coros de líricos leones
cuando allá en los remansos de lo Inerte,

como surgiendo de una pesadilla,
¡Grazna un ganso alejado de la orilla
la bondad provechosa de la Muerte!

Evaristo Francisco Estanislao Carriego



La silla que ahora nadie ocupa

"Con la vista clavada sobre la copa
se halla abstraído el padre desde hace rato,
pocos momentos hace rechazó el plato
del cual apenas quiso probar la sopa.

De tiempo en tiempo, casi furtivamente,
llega en silencio alguna que otra mirada
hasta la vieja silla desocupada,
que alguien, de olvidadizo, colocó enfrente.

Y, mientras se ensombrecen todas las caras,
cesa de pronto el ruido de las cucharas
porque insistentemente, como empujado

por esa idea fija, que no se va,
el menor de los chicos ha preguntado
cuándo será el regreso de la mamá."

Evaristo Carriego


Revelación

"Lujosamente bella y exquisita,
con aires de gitana tentadora,
llegaste, adelantándote a la hora,
rodeada de misterios a la cita.

El salón reservado oyó la cuita
de una cálida noche pecadora,
y al amor de tu carne ofrendadora
reventaron las yemas de afrodita.

¡Fue esa breve noche de locuras,
propicia al Floreal de tus ternuras,
que, cual glóbulos de ansias pasionales,

tu sangre delictuosa de bohemia
infiltró en el cansancio de tu anemia
el ardor de los fuertes ideales!"

Evaristo Carriego


Tu secreto

"¡De todo te olvidas! Anoche dejaste
aquí, sobre el piano, que ya jamás tocas, 
un poco de tu alma de muchacha enferma: 
un libro vedado, de tiernas memorias. 

Íntimas memorias. Yo lo abrí, al descuido, 
y supe, sonriendo, tu pena más honda, 
el dulce secreto que no diré a nadie: 
a nadie interesa saber que me nombras. 

....Ven, llévate el libro, distraída, llena 
de luz y de ensueño.Romántica loca..... 
Dejar tus amores ahí, sobre el piano! 
..De todo te olvidas, cabeza de novia!"

Evaristo Carriego