"A veces la intuición nos dice con qué flor identificar a una persona."

Magda Szabó


"Al que quiera irse, hemos de dejar que se vaya."

Magda Szabó
La puerta



"Añoraba por ejemplo abrazarla como antaño a mi madre, o contarle todas aquellas confidencias que no compartía con nadie más y que cualquier progenitora, igual que la mía, no captaría por su inteligencia y cultura sino mediante la pura y genuina intuición del amor materno."

Magda Szabó



"Con su ausencia, tuve que afrontar la desagradable sensación, a la que es imposible acostumbrarse, de que a nadie en absoluto le interesa si has llegado o no a tu casa y si traes noticias buenas o demoledoras, da igual. El hombre de Neanderthal aprendió a llorar, probablemente, al darse cuenta de que, después de matar el bisonte y arrastrar la pieza a su cueva, no tenía con quien compartir su orgullo de cazador ni a quien enseñar sus heridas."

Magda Szabó



"Cree que el pasado no es hostil, y no ha comprendido que es una explicación, una referencia, una clave del enigma que nos plantea el presente."

Magda Szabó



"¡Quién te lo iba a decir!
A veces la vida viene rápida para acercarse con velocidad a la muerte. Es un kit inseparable.
Me atrevería a decirte que mejor.
Mejor también poder estar cerca, vivirla o malvivirla, pero poder palparla para que luego no queden por ahí colgando historias raras.
Estar, sufrir y llorar con los tuyos.
Acompañarse y despedir.
Para que al final, qué bien lo expresabas, puedas decir y sentir
¡Qué alivio más triste!
Ya lo sabes.
Has crecido mucho de pronto y, aún así, lo que te queda.
Quizás hayas aprendido que cuando una persona ha consumido su tiempo, se va."

Magda Szabó
La Puerta




"Debido a mi falta de experiencia, y desprovista aún de la capacidad necesaria para el análisis de la naturaleza, imprevisible, indomable y en ocasiones brutal, de los sentimientos humanos, no podía entender la dimensión irracional de la pasión de esa mujer."

Magda Szabó


"Detrás de cualquier éxito profesional hay siempre una persona que no se ve, pero sin cuya dedicación sería imposible desarrollar a fondo una labor creativa."

Magda Szabó


"El escritor es como un niño que, jugando, se entrega a su pequeña realidad inventada como si fuera algo muy serio, se esfuerza, se emplea a fondo y, por eso, independientemente de que el resultado de su actividad sea útil o no, se cansa igual que un adulto."

Magda Szabó
La puerta



"En el fondo, (...) no dejaba de ser una buena persona, generosa y desinteresada, y, aunque negara la existencia de Dios de palabra, lo honraba con sus actos. Poseía una bondad natural y espontánea; en cambio, a mí me habían educado para respetar ciertas normas éticas que me esforzaba en cumplir, imponiéndome de alguna manera a mis propias inclinaciones. Con su sola actitud y sin necesidad de palabras, un día (...) me haría ver que lo que yo creía fe en mí no era más que una forma de budismo, de respeto a la tradición, y que mi moral no era más que una disciplina obligatoria, consecuencia del adoctrinamiento que había recibido en casa y en la escuela, y en el que me había ejercitado por propia voluntad."

Magda Szabó
La puerta


"Era cierto: esa mujer, aunque nunca hubiese leído la Biblia, que tal vez ni siquiera tenía, me profesaba una pasión similar al amor cristiano. Esos tres años de la primaria, forzosamente interrumpida, no le habrían sido suficientes para acercarse a los apóstoles, pero, aun sin conocer las Epístolas de san Pablo, las vivía. Creo que ella me llegó a querer con la misma entrega incondicional de la que solo habían sido capaces hasta entonces mis padres, mi marido y mi hermano adoptivo Agancs; las cuatro personas que, como pilares, sostenían la bóveda de mi vida. En lo afectivo, Emerenc se comportaba en cierto modo como Viola, vagando perdidos por el doloroso laberinto de sus propios sentimientos. Por lo demás, el perro pertenecía a ella, no a mí. Complaciente al extremo, la sola idea de que yo pudiera necesitar algo hacía que esa mujer fuera capaz de dejarlo todo, trabajara donde trabajase, fuera cual fuese el momento, para venir corriendo a verme, y solo se tranquilizaba y regresaba a sus labores tras comprobar que yo estaba bien. Por las noches solía dejar preparado cualquiera de mis platos preferidos, o nos traía algo, un obsequio, sin razón ni motivo aparente. En una ocasión, el primer día de la recogida de trastos viejos que se organizaba anualmente en el barrio, recorrió las calles en busca de objetos que otros hubieran tirado y pudieran ser reciclados, fueran útiles o decorativos. Recogió cuantos pudo, los limpió y los restauró para, finalmente y a escondidas, meterlos en mi casa.
La denominada ola retro no había llegado aún al país, pero nuestra señora de la limpieza, con muy buen ojo, ya coleccionaba objetos que luego resultaron ser valiosos, como por ejemplo la pintura que aquella mañana encontré en nuestra biblioteca y que supimos, más tarde, que era un cuadro muy cotizado, aunque tuviese el marco dañado. Entre sus hallazgos figuraba también un halcón disecado sobre un soporte de ramas secas, una bota de charol, un hervidor de agua con un blasón ducal y una caja de maquillaje que supuestamente había pertenecido a una actriz; de hecho, lo que nos despertó aquel día fue el intenso olor de esos cosméticos. El conjunto incluía también un enano de jardín y un perro marrón de escayola, este último con un pequeño defecto. Para nosotros el día había arrancado de un modo frenético: el perro, después de acompañar a la mujer en su ronda de coleccionista husmeando por doquier, aullaba exasperadamente en la habitación de mi madre; había sido encerrado para no molestar a la artista en la complicada tarea de limpieza y presentación de los obsequios. Tras la discreta retirada de Emerenc, el alarido quejumbroso de Viola, empeñado en que le abriésemos la puerta, se hizo insoportable. Fue eso en realidad lo que nos obligó a levantarnos y, por desgracia para todos, el primero en salir del dormitorio fue mi marido y no yo, lo cual actuó como detonante del escándalo."

Magda Szabó
La puerta


"Los abuelos de Antal tenían demasiados problemas como para limitarse a llorar a su hijo y guardar luto. El abuelo se quedó hasta la madrugada deliberando con su esposa sobre cómo podrían sacar alguna recompensa de la tragedia sufrida. El abogado de Bérczes se les adelantó y pagó los gastos del entierro; también les dio algo de dinero y convenció a los dos viejos de que se olvidaran de lo sucedido, ya que de lo contrario Bérczes podría enfadarse y desdecirse de todas las muestras de benevolencia con que les había resarcido. Esa misma primavera el abuelo acudió a Bérczes, que buscaba un guarda, pero entonces no lo empleó; sin embargo, más adelante mandó decirle que el puesto era suyo, y que también podía ofrecer trabajo al niño en el manantial. Pusieron a Antal a transportar tierra enlodada para los baños de barro, sin que se le permitiera entrar en las instalaciones termales. A pesar de sus ocho años, Antal comprendía muy bien el porqué: era demasiado pobre para que le dejaran acercarse a los agüistas, en especial a aquellos que disponían de medios suficientes para alquilar una de las casetas instaladas alrededor del manantial: el niño podría caer fácilmente en la tentación de afanarse algún objeto de valor. Así pues, el viejo trabajaba de guarda, el chaval de peón, y los dos ganaban dinero; entre las familias de Dorozs había más de una que los envidiaba.
Más adelante un periódico de izquierdas de la capital se hizo eco de la historia del padre de Antal, e incluso hubo una interpelación en el Parlamento. El abogado de Bérczes se presentó de nuevo, y esta vez trajo a un periodista de un diario gubernamental para entrevistar a los ancianos. Los viejos, muy asustados ante aquel desconocido que iba anotando cuanto balbucían, asentían a todo lo que decía el abogado; este acabó contando a la prensa que Dániel Bérczes no solo se encargaba de los ancianos padres de la víctima del siniestro, sino que también estaba dispuesto a pagar los estudios del hijo del aguador, que, según decían, tenía mucho talento, y tendría la oportunidad de estudiar en un renombrado liceo de la ciudad y de disponer de una plaza en el internado."

Magda Szabó
La balada de Iza



"No debe entregarse nunca a una pasión con toda su alma, porque eso lleva, antes o después pero infaliblemente, a la perdición. Los que lo hacen, terminan mal siempre. Para evitarlo es mejor no querer a nadie; porque si eres capaz de amar, siempre habrá un ser querido que será sacrificado por tu culpa y, si no, serás tú quien se arrojará de un vagón."

Magda Szabó


"(...) No quería vivir más, porque entre todos habíamos derribado los soportes que habían sostenido su existencia y el aura mítica que la envolvía. Ella era nuestro ejemplo vivo, la protectora de todos, generosa, pródiga con su delantal almidonado con la faltriquera siempre rebosante de caramelos, con su bolsillo del que asomaban como palomas pañuelos blancos de lienzo; Era la reina de la nieve, la seguridad, las primeras cerezas del verano, la primera castaña que caía madura del árbol en otoño, las dulces calabazas al horno en invierno y el brote verde primaveral en el seto del jardín. Era pura, invulnerable, siempre daba lo mejor de sí; Era ella misma y todos nosotros, o más bien era como nos hubiera gustado ser a nosotros."

Magda Szabó


"Nuestro cariño era recíproco, pero al resultar al mismo tiempo tan complejo y con elementos tan imprecisos como los del propio amor, administrarlo en el roce cotidiano, tratando de evitar conflictos, requería muchísima tolerancia y concesiones mutuas."

Magda Szabó




"Para él todas las estaciones del año se traducían en estilos pictóricos: el invierno era un bosquejo en tiza; La primavera una acuarela; El verano un óleo; El otoño, un aguafuerte o un linóleo."

Magda Szabó




"Según la visión política de mi asistenta, el mundo estaba dividido en dos clases de personas: los que barren y los que no."

Magda Szabó


"Si (...) creía en algo, era en el tiempo. En su mitología personal, el Tiempo era como el molinero de un molino eterno sin descanso, de cuya tolva salían los acontecimientos según el contenido del saco que se echara a triturar. A todos nos correspondía un costal, sin excepción, incluidos los muertos, con la única diferencia de que estos no podían cargar la harina a hombros para amasar su propio pan, sino que debían hacerlo otros en su lugar."

Magda Szabó



"Te amaba como nunca he querido ni querré a nadie, te amaba sin condiciones, sin reproche alguno. Yo siempre fui tuyo y tú nunca fuiste mía, estabas lejos de mí incluso cuando te tenía entre mis brazos."

Magda Szabó