¡Ay de los que pasaron...
El dulce escalofrío...
En aquel solemne exilio...
Esta mancha...
Esta música...
La noche...
La puerta...
Los azules...
No pierda más...
Ojo dócil...
Paisaje.

 José Miguel Ullán
De "Acuarelas de nieve"



El desimaginario

Alegremente embarulló el peligro con el deseo, con el exceso.
Doblez bisexual:
Por dentro, lancinante procesión; antruejo pajarero a flor de trono.
Innecesario, otro estilo.

Alianza de orgullo y de agua escrita con el tizón del escarmiento.
No hay más cera que la que arde; ni poema encendido en la victoria.

Dicen que el corazón es el freno de la quimera.
Todo secreto proporciona un disfraz. Latir de indiferencia
nos predispone a la mentira.
Bajo esa incertidumbre, contemplamos la huella del eclipse
lunar: lábil azar, trastocado en dicha puntual y párvula.
¿Premio o castigo? Incorruptible privilegio, la duda.
Aunque dicen también que el corazón es la espuela de la cordura.
Poco importa el decir cuando no calla
a la larga...

¿Enmudecer? Tampoco. El poeta reclama espuela y freno.
El desconsuelo es su lenguaje; el vicio, su posada.
¡Que la mano congele esos tesoros!

Insensible a los cielos -otro espacio, otra estrella-, toca
madera y llama.

Jamás, en este amante, la sazón del racionero comedido.
Escucha el acto -precipicio impuro- y no el retoque del prejuicio
noble.

Lengua de fuego, beso fatuo y mudo sobre la piel de la pardal
gramática. Lejano siempre, el resplandor real del ya dorado y
reflexivo cuerpo. Y, pese a ausencia y sinrazón, con mil amores
clavó allí los ojos; desde los aires, supo ver (creerse) el epitafio de
un error durable.
Dispuso en verso la febril ceniza que eyacularon la invención
y el vuelo. Para mudar la voz en imprudencia gris -ripio solar
de su zozobra suma.

Maleficio condal: pedir cuentas al juego de palabras (vida);
abandonarse a la pasión (pecado) y, a la ventura, faltar contra el
orden (muerte).
Recomenzar hasta la aurora.
Y, al fin, quebrar la soberana argolla de la marchita libertad.
Pues ¿qué lujuria sin mazmorra grana?

Sagrado don, lascivo despilfarro. La poesía ilumina lo estéril
(el suspiro).
De esa quietud voluptuosa nace la gran sospecha gongorina:
sin exageración no hay paisaje; sin laberinto no hay rigor;
sin lujo no hay escritura.
El conde nos propone una salida, neutra y terrible a un tiempo:
maldecir.

Soberbia. Necesidad. Capricho. Resistencia.
Hacerlo todo. Contarlo todo. Cantarlo todo. Creerlo todo.
Precisión.
Nada esperar.

Sólo se logra paz en pensamiento. Y, sin sobrar, nos basta.
Serenidad del desterrado eterno.
Nudo final, cada caricia. Despedida sincera, cada signo.
Sólo su ejemplo es hechicero en patria de siluetas uniformes.
Aquí no hay coba: la cuchilla sabe.

Tatuaje
El semejante nos imanta. Afinidad condenada al reflejo, a la lectura.
Ése es el mal original.
Añadid prohibición a piedad tal y sólo entonces amaréis su ofrenda.

Un estertor superficial no basta.
Prever la hora y regresar, sumisamente, al barco cuando más sopla el huracán,
aun irrisorio, empieza a ser más justo.
Pero la estafa criminal redobla.
como venganza o saciedad, la epístola. Y no su clueco contrincante, el himno.

 José Miguel Ullán




"El dulce escalofrío de ser tacto y pared, 
color y torbellino, gaviota de la espuma..."

 José Miguel Ullán



"La desnudez no brilla en esa carne, Fracastorio, sino que brilla
en nuestra irrestañable mirada."

 José Miguel Ullán




Manjar lento

"Benditas sean las cosas que llegan siempre tarde
y no lo sienten
–perdidas ya de vista o bien batidas
o incluso blanquecinas al sol del tacto–;

su demora nos libra del sofoco
propio de cualquier logro puntual
engullido
sin pasar por el paladar ("¡a otra cosa!")
de la gratitud no rentable."

 José Miguel Ullán



Unidad

"Unidad, nos hemos salvado,

aunque fuera preciso creerse
en los brazos del sueño primero:
esas sombras que cruzan el Duero
para oírse gemir en la noche
de la otra orilla, al desnacer,
lo mismo:

¿Qué es esto que yo no he sido?"

 José Miguel Ullán