"¡Ciencia oculta! El término evoca en el espíritu del hombre de ayer, de hoy, y probablemente de mañana, sobre todo si se trata de un hombre que ha recibido una formación científica, algo sospechoso, turbio, e, incluso si esta actitud es estrecha, es perfectamente legítima y fundada en la perspectiva de la mentalidad actual, que da así su justificación subjetiva. La objeción lógica es siempre la misma. El hombre de ciencia moderna lo expresa poco más o menos de la siguiente manera: La ciencia ha dejado de ser el privilegio y la propiedad exclusiva de una casta o de una sociedad secreta, como fue el caso antaño, como resultado del grado de cultura y de evolución de la humanidad y de las condiciones económicas y sociales de la época. En nuestros días, la ciencia es un bien común, internacional, accesible a todos, en la totalidad de sus disciplinas, métodos y adquisiciones. Los laboratorios de física, de química, de fisiología, de biología, de bacteriología, etc., con sus auxiliares técnicos, ilimitados por así decirlo y que se perfeccionan sin cesar, ofrecen las más vastas posibilidades a la investigación libre en todos los dominios; las grandes bibliotecas públicas, las colecciones de manuscritos y su circulación internacional dan a cualquiera la ocasión de informarse de la manera más exacta sobre el estado de los conocimientos pasados y presentes, de asimilarlos y, entenderlos. La colaboración sin reservas entre la filosofía, las ciencias humanas, las ciencias naturales y las técnicas, tan característica de la época moderna, que ignora los límites arbitrarios, garantiza para el futuro un progreso siempre más rápido e irresistible en toda la línea: entonces, ¿cómo podría aún tener sentido una ciencia oculta, en el sentido original del término? Sin considerar incluso cuán antisocial e inmoral sería querer conservar para sí descubrimientos o invenciones verdaderamente significativos y que tendrían un gran alcance general, sobre todo si fuesen susceptibles de elevar el nivel económico y sanitario del conjunto de la humanidad, cuando vivimos en una época en la que, más que nunca, el individuo está destinado a salir de su aislamiento para devenir un eslabón viviente de la sociedad humana. Conviene responder a esto que el punto de vista así formulado, con las exigencias que comporta, está perfectamente justificado para la ciencia moderna en toda su extensión, lo mismo que para todas las adquisiciones que ella ha determinado, que proceden de ella y que toman un aspecto correspondiente al estado particular de su evolución en el momento considerado. Pero, en lo que concierne a las ciencias ocultas, no se trata de ningún modo de "ocultar" o de "querer ocultar" un dominio cualquiera del saber. Comprender el término de esta forma es engañarse enteramente sobre su significación original, que nunca ha variado. Desde hace milenios, igual que hoy en día, al hablar de la verdadera ciencia oculta, el hermetista entiende un saber que no se puede adquirir por una disciplina científica o técnica cualquiera, sino únicamente por el conocimiento suprasensible, obtenido al precio de un entrenamiento del alma y del espíritu; un saber que se conquista en nuestros días, igual que los tiempos de antaño, por la vía de la iniciación. Las experiencias y las vías a las que se pueden llegar por este camino son las mismas en todas partes. Lejos de ser subjetivas, los conocimientos así adquiridos tienen, pues, una realidad objetiva de naturaleza espiritual, y la síntesis de estos conocimientos en una concepción del mundo es precisamente lo que el hermetista designa por el nombre de ciencia oculta: una ciencia que no se revela a cualquiera sino según la apertura de su alma y de sus disposiciones espirituales. Pero aquél que, gracias al γνωθι σεαυτονo, encuentra el acceso a esta ciencia, deviene así su gerente y guardián absoluto. El γνωθισεαυτονo, nosce te ipsum, "conócete a ti mismo", significa encontrar el macrocosmos en el microcosmos, o más aún, según el lenguaje de Paracelso, contemplar en el Astro del pequeño mundo (uno mismo) el Astro del gran mundo (astrología espiritual). Es así que el hombre es "la medida de las cosas", o, como lo formula Leonardo da Vinci: "El hombre es el modelo del mundo." Siempre es lo mismo en todas partes. Aquél que ha franqueado el umbral del templo que lleva este γνωθι σεαυτονo se encuentra, según Paracelso, "en la luz de la naturaleza"; ve con el ojo interior del alma, es hermetista. "Aprende por esto la alquimia, que lleva también el nombre de Espagiria que enseña el arte de separar lo falso de lo verdadero.
Así es la luz de la naturaleza" (Paracelso)."

Alexander Freiherr von Bernus
Alquimia y Medicina, páginas 9-10



"El que se arriesgue a sondear a la Naturaleza en su abismo, debe primero recordar cuál es del hombre el origen."

Alexander von Bernus
Alquimia y Medicina