"En Egipto existían verdaderas escuelas, y la Gran Escuela, que enseñaba en las pirámides, era realmente importante. Su especialidad era el conocimiento objetivo, real, del universo real. Y una de las posibilidades que se ofrecían a los alumnos, gracias a un curso minuciosamente estudiado, era la de utilizar las funciones naturales, pero insospechadas, de su propio cuerpo para transformarlos, de seres subhumanos, como somos todos, en seres verdaderos». «La Gran Escuela había perfeccionado una ciencia que nosotros no poseemos: la ciencia de la óptica psicológica. Esta ciencia permitía estudiar unos espejos que sólo reflejaban lo que había de malo en el rostro que se miraba en él. Este espejo recibía el nombre de ankh-en-maat, espejo de la verdad. El candidato que era admitido en la Gran Escuela no veía nada en el espejo, porque se había purificado hasta eliminar todo lo que tenía de malo. Este candidato era llamado Maestro del espejo puro."

Charles Daly King
Tomado del libro de Jacques Bergier, Los libros condenados, página 14