Adiós a ti

Adiós a ti del ruso sucia patria
nación de encomenderos y de esclavos.
Adiós a esas guerreras azuladas.
Adiós al pueblo por ellas maniatado.
Quizá yo, tras el Cáucaso erguido,
esconderme podré de los tiranos,
de su ojo que todo lo registra,
de su oído que nada escucha en vano.

Mijaíl Lérmontov



"BARONESA.- Mañana le daré un consejo útil a Nina: «Jamás debes confesarte a un charlatán».
PRÍNCIPE.- ¿Y el consejo para mí?
BARONESA.- ¿Para usted? Continuar con audacia el éxito obtenido y guardar con más celo el honor de las damas.
PRÍNCIPE.- Por esos dos consejos le agradezco doblemente. (Sale).
BARONESA.- (Sola) Cómo se puede jugar con tanta fragilidad con el honor de la mujer. Si yo me confesara, a mí me pasaría lo mismo. Así es que adiós, príncipe. No seré yo la que lo sacaré de esa confusión. ¡Oh, no, Dios me libre! Lo único que me extraña es que yo haya encontrado su pulsera. ¡Bien! Nina estuvo allí, he aquí la adivinanza descifrada... No sé por qué, pero yo lo amo; tal vez de aburrimiento, de despecho, de
celos... sufro y ardo y no encuentro en nada mi consuelo. Me parece aún oír la risa de la multitud vacía y el rumor de palabras perversas y compasivas. No, yo me salvaré... aunque sea a costa de la otra. Yo me salvaré de esta vergüenza... aunque sea a precio del tormento de tener que renegar de nuevo de mis actos... (queda pensativa) ¡Qué cadena de terribles intrigas! (Entra Shprij. Saludando, se acerca).
BARONESA.- ¡Ah, Shprij! Tú llegas siempre a tiempo.
SHPRIJ.- ¡Qué suerte! Yo estaría muy contento de poder serle útil. Vuestro difunto marido...
BARONESA.- ¿Siempre eres tan amable?
SHPRIJ.- A su sagrado recuerdo, el barón...
BARONESA.- Hace cinco años, yo recuerdo.
SHPRIJ.- Me prestó mil...
BARONESA.- Ya sé. Te daré hoy mismo el interés de los cinco años.
SHPRIJ.- Yo no tengo apuro de dinero. No faltaba más; se lo he recordado por casualidad.
BARONESA.- Dime, ¿qué novedades hay?
SHPRIJ.- En la casa de un conde he escuchado una serie de historias... De allí vengo.
BARONESA.- ¿Y no sabe nada del príncipe Zviezdich y de Arbenin?
SHPRIJ.- (Asombrado) No..., no he oído nada... De eso han hablado algo y ya no dicen nada... (Aparte) No me acuerdo de qué se trata.
BARONESA.- Si es ya del dominio público, no hay por qué comentarlo.
SHPRIJ.- Yo quisiera saber cuál es su opinión.
BARONESA.- Ya han sido juzgados por la sociedad. Por otra parte, yo les podría regalar algún consejo; a él le diría que las mujeres valoran la tenacidad de los hombres, ellas quieren ser heroínas logradas por encima de millares de obstáculos. Y a ella le aconsejaría ser menos severa y más modesta... Adiós, señor Shprij, mi hermana me espera a almorzar; si no, me quedaría conversando a gusto con usted. (Alejándose) Estoy salvada. Ha sido una buena lección.
SHPRIJ.- (Solo) No se preocupe, yo he comprendido su insinuación. No he de esperar que me la repita. ¡Qué rapidez de inteligencia y de imaginación! Aquí hay una intriga... ¡Oh, sí! Yo me meto en este lío; el príncipe me quedará agradecido y le serviré de agente... Luego vendré aquí con nuevos datos y quizá entonces reciba los intereses de los cinco años."

Mihail Lermontov
Baile de máscaras



"El amor es como el fuego, si no es alimentado se apaga."

Mikhail Lermontov o Mijaíl Yúrievich Lérmontov


El Demonio

(Fragmento I) 

Juro por la estrella de medianoche, 
por el rayo del ocaso y del levante, 
que el soberano de la dorada Persia, 
o ningún Rey terrestre 
ha besado tales ojos. 

Jamás en una tarde calurosa 
la fuente salpicante del Sultán 
ha bañado tal talle 
con su rocío de perlas. 

Aún ninguna mano terrestre, 
errando por la frente querida 
destrenzó tales cabellos. 

Desde que el mundo perdió el Paraíso, 
lo juro yo, tal belleza 
no ha crecido bajo el sol meridional. 

(Fragmento II) 

Vuela el caballo más rápido que un ciervo; bufa y se abalanza como para la batalla. Se detiene de pronto en su carrera, rígidas al viento las orejas, las narices vibrantes, y de nuevo se lanza, enloquecido, golpeando el suelo con los tacos de sus herraduras resonantes y sacudiendo su crin, desmelenado. 

Lo monta un jinete silencioso que vacila en la montura hasta unir su cabeza con la crin. Ya no maneja la brida, pero su pie va ajustado al estribo, y se ven en la gualdrapa los chorros anchos de sangre. 

¡Corcel audaz, como flecha sacaste a tu amo fuera del combate, pero la bala traidora del osetio lo alcanzó en las tinieblas! 

Hay llanto y gemidos en la familia de Gudal. La gente se aprieta en el patio. ¿De quién es el caballo que llegó cubierto de polvo y cayó en las piedras junto a la reja? 
¿Quién es ese jinete sin aliento? 

Las arrugas de su rostro moreno guardan aún la ansiedad de la batalla. Están cubiertas de sangre sus armas y sus ropas, y en un apretón furioso, su mano se ha congelado en la crin... 

¡No fue por mucho tiempo que esperaste, novia, a tu joven prometido! Ha cumplido su palabra de príncipe: llegó a la fiesta nupcial... 

¡Ay, nunca más montará en la silla de su corcel audaz!... 

(Fragmento III) 

¡Sobre la familia incauta descendió como trueno el castigo de Dios! Cayó en su lecho sollozando la pobre Thamar. Las lágrimas se deslizan una tras otra; respira con dificultad. 

Y le parece oír sobre ella una voz mágica: 

¡No llores, niña, no llores en vano! Tus lágrimas no caerán como rocío vivificante sobre el cuerpo mudo. Tan sólo nublarán tu mirada clara, quemarán tus mejillas virginales... 

Él está lejos; no reconocerá ni apreciará tu dolor. Una luz celeste acaricia ahora la mirada incorpórea de sus ojos, y está oyendo las melodías del Paraíso ya... 

¿Qué son los sueños mezquinos de la vida, los gemidos y las lágrimas de una muchacha infeliz, para él, huésped de la región empírea? No... el destino de los mortales, créeme, ángel terrestre mío, no vale un instante de tu preciosa pena. 

Por el mar aéreo, sin velas, sin timón, armoniosos, flotan en la niebla los corros de los astros. 

Por los espacios infinitos de los cielos, pasan sin dejar huellas los tenues rebaños de nubes transparentes. 

Para ellas no hay dicha ni dolor en las horas del encuentro o de la separación. 

No esperan nada del porvenir ni recuerdan el pasado. 

Acuérdate de ellas en el día penoso del infortunio. 

¡Impasible ante todo lo terrestre, sé indiferente y serena como las nubes! 

Tan pronto como la noche cubra las cimas del Cáucaso; tan pronto como el mundo calle encantado por una voz mágica; tan pronto como el viento sobre la roca agite la hierba marchita, y el pájaro escondido revoloteé alegremente en las tinieblas, y bajo la viña una flor nocturna se abra bebiendo el rocío celeste con avidez; tan pronto como la luna rubia se levante quieta tras del monte y te mire furtiva, volaré hacia ti, me quedaré contigo hasta el alba, y a tus sedosas pestañas les enviaré dorados sueños... 

(Fragmento IV) 

“¡Padre!... ¡Padre! No más amenazas. No reprendas a tu Thamar. Lloro. ¿No ves estas lágrimas mías? No son las primeras... No seré de nadie. Dilo a mis pretendientes. La húmeda tierra me quitó mi esposo, y jamás daré a otro mi corazón. 

Después que enterramos al pie del monte su cuerpo ensangrentado, un espíritu maligno me turba con una irresistible visión. En la quietud de la noche una multitud de sueños extraños me inquieta. De día mi alma no puede rezar. Mi pensamiento se aleja de las palabras y un fuego corre por mis venas... 

Me consumo, me marchito cada día más. 

Padre, mi alma sufre... ¡Padre mío, ten piedad de mí! 

Entrega a un convento esta desesperada hija tuya. Allí me defenderá el Salvador... Frente a Él verteré mi pena. 

Ya no hay goces para mí en el mundo... 

Deja que la celda sombría me reciba como una ataúd”. 

(Fragmento V) 

“Yo, libre hijo del éter, te llevaré por los espacios, más allá de las estrellas, y serás la reina del mundo, preciosa amiga mía. Sin pesar, sin compasión, mirarás la tierra, donde no hay verdadera ni eterna belleza, donde sólo hay crímenes, donde sólo mezquinas pasiones viven, donde no se sabe ni amar ni odiar sin temor. 

¿No sabes tú lo que es el amor pasajero de las gentes? 

¡Agitación de la sangre joven! Pero pasan los días y se enfría la sangre. 

¿Quién resistirá a la separación, a la seducción de la nueva belleza, al cansancio, al tedio, a los caprichos del ensueño? 

¡Ah, no, amiga mía, no es tu destino marchitarte en el círculo estrecho, esclava del celo grosero de la gente, entre los pusilánimes, los fríos, amigos falsos y enemigos, temores y vanas esperanzas, labores vacías y penosas! 

No te apagarás detrás de estas altas murallas tristemente, sin pasiones, tan lejos de Dios como del mundo. ¡Oh, mi bella criatura, a otro estás predestinada! ¡Otro dolor te aguarda; la hondura de otro éxtasis! Libra tus deseos pasados a su propia suerte, abandona el mundo deplorable. Yo te mostraré, en cambio, un abismo de conocimientos soberbios y pondré a tus pies una muchedumbre de servidores. Te daré esclavas ágiles y encantadoras, mi bella. 

De la estrella del levante arrancaré para ti la diadema rubia. Cogeré el rocío de la medianoche y con sus perlas cubriré tu diadema. Con un rayo del poniente envolveré tu talle y con hálitos de fragancia llenaré el aire alrededor de ti... 

Te acariciaré el oído a toda hora con una melodía divina. 

Te construiré un palacio soberbio de turquesas y de ámbar. 

Bajaré al fondo del mar. 

Volaré tras de las nubes. 

Te daré todo, todo lo terrestre. ¡Quiéreme!...”

Mijaíl Yúrievich Lérmontov


El Puñal

"Yo te aprecio, mi puñal de noble acero. 
Te forjó para la venganza el soñador georgiano; 
te afiló para el combate el libre circasiano, 
mas yo te aprecio, claro y frío compañero. 

Una mano de lirio te puso en mi mano 
a la despedida, en prueba de amor, 
y no fue sangre lo que por ti se deslizó: 
fue una gota de llanto, clara perla de dolor. 

Y llenos de una tristeza misteriosa, 
en mí se detuvieron sus ojos negros. 
En la luz temblorosa, al igual que tu acero 
se empañó su mirada y lució más hermosa. 

Eres mi compañero, prenda de mudo amor. 
De ejemplo servirás a mi vida peregrina: 
como tú, no he de cambiar, y mi alma altiva, 
como tú, amigo fiel, será fuerte en el dolor."

Mijaíl Yúrievich Lérmontov


"El sol ya había comenzado a ocultarse tras las nevadas crestas, cuando entré en el valle de Koishaur. El cochero, un osetio, arreaba incansable los caballos, para ascender antes de que anocheciese al monte de Koishaur, y cantaba a voz en cuello. ¡Hermoso lugar aquel valle! Por todos lados montañas inaccesibles, peñas rojizas, tapizadas de verde hiedra y coronadas por bosquecillos de plátanos; precipicios amarillentos, surcados por arroyadas; allá en lo alto, una dorada franja de nieve, y abajo, abrazándose a un riachuelo sin nombre, que surge tumultuoso de un negro y brumoso desfiladero, se extiende cual cinta de plata el Aragva, brillante como escamosa serpiente.
Al llegar a la falda del monte de Koishaur nos detuvimos junto a una taberna, donde se agolpaban bulliciosos unos veinte georgianos y montañeses; allí cerca había acampado para pernoctar una caravana de camellos. Tuve que alquilar bueyes para subir mi carreta a la maldita montaña, porque ya estábamos en otoño, el camino estaba helado y hasta la cima había unas dos verstas… Así pues, alquilé seis bueyes y contraté a varios osetios. Uno de ellos cargó con mi maleta y los restantes se pusieron a ayudar a los bueyes, aunque su ayuda se limitaba a dar gritos.
Detrás de mi carreta, cuatro bueyes arrastraban otra como si tal cosa, a pesar de que iba cargada hasta arriba. Eso me sorprendió. La seguía su dueño, fumando una pequeña pipa kabarda, montada en plata. Vestía capote de oficial sin charreteras e iba cubierto con un peludo gorro circasiano.
Parecía tener unos cincuenta años; su morena tez denotaba que estaba familiarizado hacía mucho con el sol transcaucasiano, y el prematuramente encanecido bigote no estaba en consonancia ni con la firmeza de su paso ni con su vigoroso aspecto."

Mihail Lermontov
Un héroe de nuestro tiempo


"En mi primera juventud fui soñador, y me complacía en acariciar las imágenes tristes y alegres que alternativamente dibujaba mi fantasía inquieta y ávida. ¿Y qué me quedó de aquéllo? Únicamente el cansancio, como después de una lucha con fantasmas nocturnos, y un confuso recuerdo lleno de amargura. En estas vanas luchas agoté el fuego del alma y la constancia de la voluntad, imprescindibles para la vida activa, y entré en esta otra, ya vivida cerebralmente, que me molesta y repugna como la mala imitación de un libro ya conocido."

Mijaíl Yúrievich Lérmontov
Un héroe de nuestro tiempo


"Es posible que mañana muera, y en la tierra no quedará nadie que me haya comprendido por completo. Unos me considerarán peor y otros mejor de lo que soy. Algunos dirán que era una buena persona; otros, que era un canalla. Pero las dos opiniones serán igualmente equivocadas."

Mijaíl Yúrievich Lérmontov


“Hay personas que hasta en la desesperación son ridículas.”

Mijaíl Yúrievich Lérmontov


La Despedida

"¡Adiós! Nunca más nos encontraremos 
ni nos daremos la mano nunca más. 
¡Adiós! Tu corazón es libre desde ahora 
aunque no volverás a ser feliz jamás. 

Sé que palpitará de nuevo 
con ímpetu doloroso tu corazón 
cuando oigas el nombre de aquel amigo 
que ya hace tiempo desapareció. 

Hay sonidos que no le dicen nada 
a la turba arrogante que los desdeña, 
pero a nosotros nos es difícil olvidarlos 
porque viven fundidos en el alma nuestra. 

Se entierra el pasado como en una tumba 
en el fondo de aquellos sonidos sagrados, 
y sobre la tierra tan sólo hay dos seres 
que comprenden y se estremecen al escucharlos. 

Estuvimos juntos sólo por un instante, 
pero estuvo contenida la eternidad en él; 
consumimos todos nuestros sentidos 
y todo lo quemamos en el beso aquél. 

¡Adiós! No te aflijas. Sé sensata. 
No lamentes la brevedad de nuestro amor. 
Hoy parece difícil el separarnos, 
pero sería aún más penosa la unión."

Mijaíl Yúrievich Lérmontov


"Muchos ríos tranquilos comienzan como un salto de agua turbulenta, pero ninguno se abalanza ni forma espuma todo el trayecto hacia el mar."


Mikhail Lermontov




" Yo estaba dispuesto a amar al mundo, pero nadie me entendía, así que aprendí a odiar."



Mijaíl Yúrievich Lérmontov