"… El hombre que envejece con amargura, crece en odios y en resentimientos. Sus arterias se envenenan, mortifican el cerebro y producen la metamorfosis de la sangre en bilis. Colapsa el aparato circulatorio, detenido por su pesadez. Momifica el cuerpo, degrada la visión, paraliza las manos. La amargura es Tánatos. Tánatos es la muerte y la tragedia. »En la antigüedad, los viejos que no eran respetables eran expulsados en una nave para que murieran en el mar. Para alejarlos y permitir la tranquilidad de la polis griega. »El viejo amargo reprime la violencia, y la transforma en odio social, en quejas vindicativas, en reclamos de supuestas injusticias. A veces se compensan con mecanismos de falsa grandeza, de falsa virtud, megalomanía e indignación reprimida. No existe otro fenómeno que contenga tanta fuerza destructora reprimida como la del viejo que exterioriza la maldad bajo el disfraz de la virtud con su patética necesidad de reconocimiento, cargos públicos y condecoraciones afeado aun por una fatua afirmación del yo…"

Ignacio Quintana
Tomado del libro de Jorge Bucay, El Camino de las Lágrimas, página 125