"A veces, al caminar con un amigo, me olvido del mundo."

Grace Paley


Avanzo por el sendero empedrado en el parque
      de la universidad 
bajo la luna casi llena las oscuras hojas de roble 
      son rojas como arces 
y miro a los jóvenes 
que conversan y se abrazan 
y pienso que por ellos descenderé hasta 
el recuerdo mismo del amor y así me abandono 
      mano sobre mano 
hasta que mis pies tocan la tierra de los jardines 
de la calle Vesey.

Grace Paley


Es responsabilidad

"Es responsabilidad de la sociedad dejar al poeta ser poeta
Es responsabilidad del poeta ser mujer
Es responsabilidad del poeta ponerse por las esquinas repartiendo
          poemas y octavillas hermosamente escritas
          también octavillas que casi no se pueden mirar
          por su retórica chirriante
Es responsabilidad del poeta ser perezoso en pasar la vida y profetizar
Es responsabilidad del poeta no pagar impuestos de guerra
Es responsabilidad del poeta entrar y salir de torres de marfil y
          apartamentos de dos piezas en la avenida C y
          en campos de alforfón y en campamentos del ejército
Es responsabilidad del poeta varón ser mujer
Es responsabilidad del poeta hembra ser mujer
Es responsabilidad del poeta decirle la verdad al poder
          como la dicen los cuáqueros
Es responsabilidad del poeta aprender la verdad de los débiles
Es responsabilidad del poeta decir muchas veces: no hay libertad
          sin justicia y esto quiere decir justicia amorosa y
          justicia económica
Es responsabilidad del poeta cantar esto en todos los modos
          originales y los tradicionales de cantar y recitar
          poemas
Es responsabilidad del poeta escuchar las charlas y transmitirlas
          a la manera de los narradores que decantan las
          historias de la vida
No hay libertad sin miedo y valentía. No hay libertad a menos que
          sigan tierra y aire y agua y los niños también sigan
Es responsabilidad del poeta ser mujer para echar un ojo a este
          mundo y gritar como Casandra, pero siendo
          escuchada esta vez."

Grace Paley
Versión es de Isabel Lucio-Villegas y Luis Marigómez


 “Fui adolescente en los años treinta y mi mente estaba ocupada por el fascismo y la Guerra Civil española. No le daba al futuro ni cinco minutos. No me veía haciendo nada excepto salir, leer, hablar con la gente. Quería estar sola, quería salir con chicos.”

Grace Paley



"Los poetas se toman a sí mismos muy en serio."

Grace Paley


Melodía lúgubre


"Existe una familia a la que casi todo el mundo conoce. Los niños de esa familia se llaman Bobo, Bibi, Doody, Dodo, Neddy, Yoyo, Butch, Put Put y Beep.
Hay chicas y chicos.
Algunas madres contratan como canguros a las chicas. Son mediocres, pero baratas. Los chicos piensan ingresar en el ejército.
Las dos canguros mayores van a muchas fiestas. A veces, le hacen una paja a un chaval. Les gusta hacerlo.
Son de mentalidad muy estrecha, jamás se les ocurre una idea. Pero les gusta tener razón. Nunca escuchan las ideas de los demás.
Uno tras otro, Dodo, Neddy, Yoyo y Put Put sacaron de quicio a las Hermanas del colegio. Ellas tuvieron que renunciar y ellos acabaron en el lugar que les correspondía, por descarados: en la escuela pública.
Hacia los cuatro años empezaron todos a ser malos y a soltar tacos, y a partir de entonces siguieron progresando por ese camino.
Primero dijeron coño, después puta, luego mamón. Más tarde, cuando fueron un poco mayores, dijeron cabrón, hijoputa y otras expresiones que prefiero no reproducir.
La Hermana fue estricta al principio, se mostró muy enfadada y fría como el hielo. Nadie se lo podía reprochar. Ni siquiera era madre, no había tenido hijos, ni nada que se le pareciera.
Se mostró estricta, y tenía razón al hacerlo. Por supuesto, la verdadera razón de que haya descaro y palabrotas es que no hay un ambiente estricto en casa.
Luego, la Hermana ensayó también la bondad. Les habló muy afablemente. Dedicó tiempo a sentarse con ellos, sobre todo, con Neddy, que era tan guapo y tan listo, y le ayudó en aritmética.
Fue buena. Enseñó a Yoyo a jugar a las damas. Pero a él no le interesaba ese juego. Al resultar inútil la bondad, no le quedó más remedio que decir en cada caso: Lo lamento, pero debes irte del colegio, que Dios te ayude. No mereces nuestra educación maravillosa. Hay muchos esperando la oportunidad.
Fue a ver a su madre, que estaba haciendo la colada con una prisa tremenda antes de irse a trabajar. No sé qué pasa, Hermana, dijo la madre. Andan con esos niños maleducados que han venido a vivir al barrio, ya sabe a qué me refiero.
Oh, oh, dijo la Hermana, que estaba harta de oír continuamente cotilleos maliciosos, oh, oh, ¿de quién somos hijos nosotros, mi querida señora, todos nosotros?
La madre no dijo una palabra. Porque sabía que la Hermana no podía entender nada de nada. En fin, la Hermana no sabía lo que era vivir rodeada de gente de todas clases.
Oh, escuche, Hermana querida, dijo la madre, ¿podría usted vigilarme un poco a Put Put? Bobo vendrá ahora mismo a cuidarle. Ya he llegado cuatro veces tarde al trabajo. No tengo más remedio que irme, bien lo sabe Dios. ¿Por qué diablos tardará tanto esa chica? Usted no se imagina las cosas que pasan hoy día en los institutos. Hermana, sé que tiene usted mucha prisa…
Bueno, dese prisa, dese prisa, dijo la Hermana, que empezaba a sudar. Oh, cuánto siento lo de Neddy. Y lo de Yoyo. Oh, cómo me gustaría no tener que prescindir de ellos.
Siendo lo que es la escuela pública, no mejoraron, claro está. Empeoraron, y empezaron a decir Vete-a-chuparle-la-polla-a-tu-padre. Creo que ni siquiera sabían lo que decían.
Jamás robaban. Tenían una navajita, casi de juguete. Empujaban a la gente en los toboganes y, cuando jugaban, tiraban al suelo a quien podían. No serían capaces de matar a nadie, creo yo.

Decían muchas palabrotas, y se peleaban mucho. Normalmente había alguien que se metía primero con ellos, o que les insultaba primero. Entonces ellos se sentían con derecho a responder con insultos o con puñetazos.
Un día, no más tarde de lo esperado, Chuchi Gómez resbaló en un charco de aceite de oliva que había dejado una señora a la que se le había caído una botella. La señora recogió los trozos de cristal, pero dejó el aceite. Yo tampoco habría sabido qué hacer con él, desde luego.
Chuchi dijo, volviéndose a Yoyo que iba detrás: ¿Por qué me has empujado, cabrón?
¿Quién te empujó, imbécil?, dijo Yoyo.
Eres un cabrón de mierda, tú me empujaste. Me he hecho daño en el codo, me empujaste tú.
Aaah, vamos, yo no te empujé, dijo Yoyo.
Te vi empujarme, noté cómo me empujabas. ¿A quién te crees tú que empujas, hijoputa?
¿A quién llamas tú hijoputa, bocazas? ¿Me lo dices a mí?
Sí, dijo Chuchi, eso es lo que pienso, que eres un hijoputa, un hijoputa cabrón.
¿Me llamas hijoputa cabrón a mí?
Si, a ti. Te lo llamo a ti. Mira este aceite. Sí, eso te llamo.
Entonces Yoyo se puso muy furioso porque él y Chuchi habían planeado ir al puerto a pescar anguilas el domingo. Ahora ya no podía ir a pescar anguilas con Chuchi.
Así que empezó a gritar: No vuelvas a meterte con mi madre, maldito Chuchi Gómez, ¿entendido? Sois unos cabrones hijoputas todos en vuestra familia, empezando por tu padre y tu madre y Eddie y Ramón y Lilli y toda tu gente incluida tu abuela.
Luego, cogió una tabla que tenía dos clavos y le atizó a Chuchi en el hombro.
No es ningún sitio del que salga mucha sangre, pero con el aceite y la sangre y todo eso, sólo faltaba un poquito de vinagre para poner a Chuchi en escabeche.
Entonces Chuchi empezó a dar voces y a chillar: No me mates. Y se fue corriendo a casa con su abuela que era quien le cuidaba.
Su abuela estaba acostada, y cuando vio a Chuchi, empezó a gritar: No aguanto más este maldito país. Matadme, os lo ruego, que alguien me mate.
No, no, dijo Chuchi, no te preocupes tanto, abuela. No fue culpa mía. Empezó él. Será mejor que me lleves al dispensario.
Su abuela se enfadó mucho porque a su edad no la dejaban estarse ni un minuto echada para poder gemir un poco. Pero tuvo que llevar a Chuchi al dispensario. Le pusieron un par de inyecciones para que no se le infectaran las heridas de los clavos.
En fin, ya veis cómo llegó Yoyo a ser famoso como navajero. La gente conoce su nombre desde Greenwich House hasta Hudson Guild. Es audaz. Es un caso perdido.
En la escuela cada día rezan por él todos los alumnos, chicos y chicas."

  Grace Paley
“Gloomy Tune”, en Enormous Changes at the Last Minute
(Enormes cambios en el último minuto), 1974.
Cuentos completos (The Collected Stories, 1994), trad. J.M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez, Barcelona, Anagrama, 2005, págs. 207-210.




“Mi sentimiento sobre la vejez es que, si uno tiene salud y suficiente dinero para vivir decentemente, envejecer está bien. Lo que sí me molesta es que me queda poco tiempo. No voy a ver crecer a mis nietos, por ejemplo. Recuerdo que mi padre se sentía así. Escribí un poema sobre eso. El sabía que no iba a ver el fin de la guerra de Vietnam. Decía, ‘puta, nunca sabré como terminará todo esto’. Hay un montón de cosas que uno no sabrá. Y hay tristeza porque los amigos empiezan a morir. La idea de que me iré de un mundo que está cada vez peor no me gusta, porque siempre pensé que era mi deber dejar al mundo mejor de cómo lo había encontrado. Pero si se tiene el hábito de ver cada día como una jornada completa, envejecer es interesante. Todos los días se conoce una persona nueva, una puesta de sol nueva. Todos los días pasan cosas hermosas.”

Grace Paley


"No había escrito ficción hasta pasado los treinta años."

Grace Paley


"Pese a no tener educación, la señora Finn siempre está más al tanto que yo de lo que significan las palabras. Sobre todo, de lo que significan Bueno y Malo. Mis limitaciones lingüísticas son muy reales a ese respecto. Mi vocabulario es adecuado para escribir notas y llevar diarios, pero absolutamente inútil para una vida moral activa. Si conociera realmente ese lenguaje, sin duda, tendría en la cabeza, lo mismo que está en el Webster o el diccionario de argot, ese insustituible verbo destinado a explicar a una persona como yo qué es lo que hay que hacer.
La señora Finn conoce mis problemas, porque no los escondo en absoluto. Y los recuerdo particularmente en este momento, pues la veo de tamaño casi natural, situada en la zona de juegos a causa de Wyllie, que se ha dejado deslizar del puente superior del busto coloreado de su madre para admirar todas las bicis inglesas colocadas en hilera en el puesto de bicicletas del parque. Por cierto, ése es el motivo de que su hermano Junior esté encerrado: el amor que lo llevó a la posesión. Al principio, su padre le azotaba en el trasero, siguiendo aquella delicada pauta conocida por generaciones de papis que trabajaban en casa antes de que surgiesen el industrialismo y la terapia de grupo. Luego, el señor Finn recordó su infancia y que todo venía de la caída de Adán, por lo que no era culpa de Junior. Ahora, los Finn nunca ven una bici de carreras italiana de diez velocidades sin que toda la familia suspire por Junior, que aún no está en casa por culpa de ciento setenta y tantas bicis de las que se enamoró.
Algo no funciona en los inquilinos siguientes: la señora Finn, la señora Raftery, Ginnie y yo. Todos los demás vecinos del edificio están subiendo la escalera de nuestra sociedad opulenta: pasan de cinco a diez años en pisos de renta baja, y luego parten a Jersey o Bridgeport. Pero nuestras cuatro unidades familiares, como se dice ahora, están condenadas a permanecer culturalmente inmóviles mientras esta sociedad avanza aplastándolo todo con sus cadenas de oruga y pasa del modesto bienestar a la opulencia imperial. Teniendo todo esto en cuenta, enumero nombres y fechas."

Grace Paley
Fe en un árbol




"Si quiere hacer cosas, vaya y hágalas."

Grace Paley


"Sigamos adelante con el miedo, coraje y rabia para salvar al mundo."

Grace Paley