"La vida no es un ensayo general."

Rose Tremain



"Le he explicado a mi madre que, si consigo recuperar a mi amante, necesitaremos toda la casa para nosotros y la criatura que pronto nacerá, y que ella tendrá que mudarse a una vivienda más pequeña dentro de la propiedad, una que sea suficiente para que ella y su sirvienta, Vibeke, vivan cómodamente.
Eso la ha enfurecido muchísimo, y asegura que no podré obligarla a que se marche ya que Boller es suyo. Pero yo le contesto que legalmente todavía soy la esposa del rey y, por lo tanto, casi igual a una reina, por lo que me debe obediencia. Cuando me oye hablar así, su furia estalla y me dice que soy dura de corazón. Entonces yo respondo que, si las mujeres deseamos sobrevivir, es así exactamente como debemos ser. Y a eso no puede replicar.
Mis habitaciones son aceptablemente grandes y luminosas, aunque están desprovistas de cualquier lujo y de todo objeto valioso que apacigüe mi espíritu. Así pues, no he tenido más remedio que escribir a mi esposo —a él, que me ha tratado como a una mujerzuela— a fin de que me envíe «algunos artículos valiosos para aliviarme de la melancolía». He firmado la carta como «Tu ratoncito» con la esperanza de que esas palabras lo enternezcan lo suficiente para que me mande mi tocador de ébano, mis dos espejos de plata, mi armario francés de roble, mi reloj dorado, mis óleos de flores, mis tapices flamencos, mi colección de abanicos y mi estatua de bronce de Aquiles.
También le he pedido dinero para no tener que depender constantemente de la tacañería de mi madre. Para finalizar, en una última ocurrencia que tuve mientras el viento de la noche silbaba en las ventanas y un pájaro cantaba en la distancia, le rogué que me enviara a mis esclavos, Samuel y Emmanuel. Le he dicho que de ese modo podré ser atendida debidamente aquí, en Boller, y recuperar mi propia estima, ahora que he caído tan bajo. Sin embargo, confieso que mis secretos motivos son que, si no puedo tener conmigo a mi amante, quizá pueda entretenerme con mis muchachitos negros.
No creo que haya nada de malo en ello. Mi barriga está hinchada con el hijo de Otto, y no hay peligro de que pueda concebir una criatura del color de mi tocador. Kirsten es incapaz de vivir sin que sus deseos sean atendidos con la debida frecuencia, es decir, muy a menudo. La han hecho así, y aquí declaro que así será para siempre. Y, dado que esos jóvenes provienen de un lugar salvaje donde, según se dice, los hombres tienen monas enjauladas para copular con ellas cuando les viene en gana, y las brujas se transforman en serpientes para introducirse en la vagina de las adolescentes y enseñarles así lo que es el placer, no veo por qué no deberían complacerme a mí, que soy casi la reina de Dinamarca. Es más, me atrevo a predecir que lo harán encantados y que preferirán esa obligación a cualquier otra."

Rose Tremain
Música y Silencio



"Por respeto hacía ellos, debía coger las riendas y ordenar al caballo que avanzase. Ella, sin embargo, no quería moverse, no quería unirse al almuerzo y a la pesca. Quería permanecer donde estaba. Quería que llegase el crepúsculo y luego la oscuridad. Quería cabalgar toda la noche, escoltada en silencio por las estrellas.
[...]
Pero de la misma manera que no estaba preparado para dejar su huerto por el oro, tampoco estaba preparado para dejar su soledad por Paak Mei y Paak Shui. Se los imaginaba en su mundo, se los imaginaba con afecto viviendo en aquella tierra alrededor del lago, donde los búfalos de agua se movían tan despacio bajo el arado que, mirados desde lejos, parecían no moverse en absoluto. Podía oír el gorgoteo y la llamada de las ranas verdes desde los campos de arroz, bajo una capa de cielo gris marino. Podía ver las colinas detrás de los campos de arroz, repletas de tumbas. Podía oler los árboles del sebo. Podía ver a los hombres del pueblo, sus viejos amigos; y oía el clic-clic de las carretas de una sola rueda sobre el abrupto pavimento de las calles. [...] Cuando llegó al lugar donde había estado la casa de adobe, vio que la hierba se había extendido, alta y verde, en torno al viejo fogón, como si intentase ocultar aquel vergonzoso invento humano para que los vientos no pudiesen verlo más y no intentasen destruirlo, sino que se limitasen a bramar junto a él y a seguir su camino."

Rose Tremain
El color

"Verónica Verey era diseñadora de jardines. Su último proyecto -aún sin terminar- era un libro sobre los jardines del sur de Francia. El título provisional del libro era Jardinería sin lluvia.
Verónica vivía con su amiga Kitty en una antigua y hermosa granja de piedra, Les Glaniques, en uno de esos pueblos del sur de Anduze, en la región de Gard, donde apenas parecía que hubiera llegado el siglo XXI y donde la vida de Verónica transcurría en un estado de sólida satisfacción. Se estaba engordando mucho (cuando era una niña las habían calificado, tanto a ella como a Susan, su poni, de "fornidas"), pero no le importaba y a Kitty tampoco. Iban juntas al mercado de Anduze y compraban prendas más grandes.
Kitty, hija única de unos padres detestables que se habían pasado la vida intentando dirigir una casa de huéspedes en la costa de Norfolk, era una pintora de acuarelas que hasta entonces se había ganado modestamente la vida y que ahora, como apasionada respuesta a la calidad de luz en esta región del sur de Francia, enseñaba fotografía. Kitty esperaba aportar todo el material gráfico del libro de Verónica. Soñaba despierta con la excitante portada, con sus dos nombres uno junto a otro:
Kitty tenía la sensación de que toda su vida, hasta que había conocido a Verónica, había sido una especie de nulidad, alguien diluido. Había adquirido la costumbre de guardar silencio, de hacerse a un lado, muy pronto, cuando era pequeña le habían dicho que se mantuviera fuera de la vista y los oídos de la clientela de la casa de huéspedes. Ahora, por fin, a los cincuenta y muchos, se había hecho visible para sí misma. Amaba a Verónica y Verónica la amaba a ella y juntas habían comprado la casa y creado su extraordinario jardín, y Kitty Meadows se sentía como si todo volviera a empezar: a empezar mejor. A la edad en que la mayoría de sus amigos se rendían o abandonaban, Kitty y Verónica intentaban comenzar de nuevo."

Rose Tremain
Transgresión