"Al principio todo era blanco y negro."

Maureen O'Hara


"Durante los días siguientes no hubo más bromas, pero cruzaron cálidas sonrisas, y Mary sospechó que él empezaba a esperar sus encuentros matutinos con las mismas ganas que ella, que eran muchas. Tanto es así que ahora ella se sentaba delante, cerca de él. De esta manera fueron averiguando cosas el uno del otro: que él estaba casado, con dos niños, 3-A, que vivía en Jackson Heights, que tenía un Chevrolet. Herbert también le dijo que habría querido estudiar medicina, que había estudiado piano dos años cuando era pequeño, que había dejado de fumar seis meses pero que había ganado tanto peso que la ropa apenas le cabía, que tenía un hermano en la Guardia Costera, que el cine le parecía una pérdida de tiempo y que no había ido a Broadway desde que ponían Meet the People, que había ido a ver con la hermana de su mujer y su marido. Mary lo informó de que había estado en Cuba durante un crucero, que echaba amoníaco a la Coca-Cola para las resacas, que tenía más amigos judíos que irlandeses, que había estudiado piano dos años cuando era pequeña, que le gustaba la carne bien hecha por fuera pero cruda por dentro, que cuando tenía doce años había querido meterse a monja y que vivía con su madre y tres hermanas en el cuarto edificio de la hilera de casas que se ve desde el final de la línea. A las pocas semanas sabían todo lo que hacía falta saber acerca del otro para enamorarse, y tras un periodo de inconsciente cautela la cuestión empezó a ser quién de los dos daría el primer paso.
[…]
No quiero que pienses que no te lo agradezco. Te lo agradezco, y mucho. Pero cuando uno va a ver algo, es para pasar un buen rato, para ir con alguien a quien aprecia y con quien puede pasar una noche agradable. Y mi mujer no encaja en esa categoría. No estoy diciendo nada que ella no sepa. Lo sabe todo el mundo, y además fue ella la que empezó. Quiero decir que fue ella la que se cansó de mí antes de que yo me cansara de ella. Lo que pasa es que los niños… ¡O-o-o-o-h! Tú tienes un gesto conmigo y ¿qué hago yo? Me pongo a soltarte este rollo, pero es natural, Mary, porque yo te quiero, Mary. Van a trasladarme a otra ruta. Ya puestos, te lo digo. No tienes que decir nada. No tienes que sentirte culpable ni hacer nada, porque yo te quiero y tú no tienes ninguna… culpa. Pero no me hace ningún bien seguir torturándome, y bebiendo, así que he solicitado que me cambien de ruta."

John O'Hara
Ahora ya lo sabemos




"John Candy sabía que iba a morir. Me lo dijo en su cumpleaños número 40. Él dijo, bien, Maureen, estoy viviendo tiempo prestado."

Maureen O'Hara


"Nunca olvides que tu chica o tu esposa es en cada aspecto una persona como tú…. Ella piensa que el mundo gira alrededor de ella como tú lo crees alrededor tuyo, como todos lo hacemos… y que tú intentes dominarla, o hurtar su personalidad, es cierta clase de pecado."

John O'Hara
Cita en Samarra


"O se contaban historias más largas, que empezaban «Una vez, cuando era pequeño» y que hablaban de matar serpientes, o de romperse un dedo, o del día que estuvieron a punto de salvarle la vida a alguien. Recordaban las historias que aparecían en The American Boy; ambos habían sido grandes admiradores de Marcus Aurelius Fortunatus Tidd, el gordito tartamudo creado por Clarence Budington Kelland, y de las historias de indios de Altschuler, y de las chicas de Bradford Hall, y de Larry el Murciélago y Silver Nell… ¿no se llamaba así? ¿El de las historias de Jimmie Dale? Eran para mayores, pero después de leerlas Eddie había llenado el barrio de sellos de color gris. ¿Qué coche tenía Gloria? No tenía, hasta que a los doce años, más o menos, su tío se compró un Haines, que luego cambió por un National. Oh, pero esos no eran coches antiguos. El padre de Eddie había tenido un Lozier, un Abbott-Detroit, un Stutz Bearcat (que estampó a las tres semanas de comprarlo), un Saxon, un Earl, un King Eight… Siempre comprando coches. También un montón de Fords, naturalmente, y un Owen Magnetic de segunda mano, y un aeroplano. El aeroplano lo había ganado en una partida, pero le daba miedo aprender a volar. ¿Gloria había jugado al diábolo? Una vez, y se había dado con él en la cabeza. ¿Alguna vez vendiste huevos de Pascua pintados para ganarte una cámara de cine? ¿Conociste a alguien que ganara un poni de las Shetland vendiendo suscripciones a alguna revista? No, pero una vez se había ganado un cochecito de juguete guardando los envoltorios del pan. ¿Qué decías cuando tenías que ir al baño? ¿Conociste a algún niño que robara nidos de pájaro? No, eso era como lo de la gente que preparaba ginebra en la bañera. Ninguno de los dos había visto a nadie preparar ginebra en la bañera.
[...]
Él la acompañaba a casa, aunque ambos sabían que enseguida volvería a salir, y, al término de aquellas tardes felices que siempre concluían con la certeza de que no tenían nada a que aspirar, el siguiente hombre en poseerla se decía: «Caramba, creía que lo había visto todo, pero, después de todos los sitios donde he estado y de todas las mujeres que he conocido, tiene que ser una chiquilla, y además americana, la que...».
Por culpa de los estudiantes de Yale llegó el aborto y, después de eso, un sinnúmero de juergas. La noche que se fue por primera vez con Weston Liggett, la jarana había empezado después de verse con Eddie. Había pasado un par de veces por casa para cambiarse de ropa (hacía tiempo que en su casa habían comprendido que no le gustaba que le hicieran preguntas cuando le decía a su madre que iba a quedarse en casa de una amiga). Una de las peores cosas en días como ese era salir de un speakeasy por la tarde y ver que aún era de día; entonces se iba a casa, a apurar las últimas horas de sol con un baño y un cambio de atuendo. El lugar donde encontró a Liggett era una antigua cochera reconvertida; aparte de eso, era un local exento de carácter. Lo frecuentaban mujeres mantenidas y personas de posición moderadamente acomodada que vivían por el barrio. Gloria fue allí después de que unos conocidos le dijeran por teléfono que iban a reunirse en el local. Cuando se presentó —hacia las nueve y media de la noche—, comprobó que estaba sola, a excepción de una pareja formada por una especie de militar anciano y una joven resuelta a sacarle todo cuanto llevara encima."

John O'Hara
Butterfield 8



"Por encima de todo, profundamente en mi alma, soy una irlandesa dura."

Maureen O'Hara


"Posiblemente, nací en la familia más notable y excéntrica que podría haber esperado."

Maureen O'Hara