“Aullidos en el umbral,
arañazos en el suelo.
¡Por Dios! ¡El lobo en el portal!”

Charlotte Perkins Gilman


"El trabajo de las mujeres en la casa, sin duda, permite que los hombres produzan más riqueza que podrían de lo contrario; y de esta manera las mujeres son factores económicos en la sociedad. Pero también lo son los caballos."

Charlotte Perkins Gilman


Entre las varias cargas innecesarias que me han surgido en la vida está que me han desacreditado las personas conservadoras por considerarme socialista, mientras que para las personas socialistas ortodoxas yo estaba lejos de ser de “los suyos”. Análogamente, la mayoría antisufragista me ha llamado con desprecio “sufragista”, mientras que las sufragistas me consideraban una aliada dudosa, cuando no peligrosa, por mi teoría de que las mujeres necesitan tener independiencia económica.* Una de las líderes sufragistas me dijo una vez, “Bueno, con todo, creo que le vas a hacer más bien que mal a nuestra causa porque como lo que tú pides es mucho peor que lo nuestro, decidirán ceder a nuestras reivindicaciones  para escapar de las tuyas.”

Charlotte Perkins Gilman


"La eternidad no es algo que empiece después de nuestra muerte. Fluye de forma constante. Nos encontramos ahora en ella."

Charlotte Perkins Gilman


"No hay una mente femenina. El cerebro no es un órgano sexual. Y lo mismo digo de un hígado femenino."

Charlotte Perkins Gilman




"Para alcanzar la felicidad en otro mundo sólo necesitamos creer en algo, mientras que para garantizarla en este mundo tenemos que hacer algo."

Charlotte Perkins Gilman



"Quizá los matrimonios se creen en el Cielo, pero el contrato lo redactan aquí simples hombres."

Charlotte Perkins Gilman



"Sonrío al escuchar a la gente joven, con su joven memoria, presentarme como “una de las Pioneras”. Pionera fue Mary Wollstonecraft, que inició el movimiento feminista a principios del siglo pasado, movimiento que ha quedado desnaturalizado cuando han empezado a escuchar lo que plantea, con mucha buena educación."

Charlotte Perkins Gilman



"Veintiuno. ¡Al fin mi propia dueña! No había ya nadie en el planeta que pudiera exigirme obediencia. Yo  me mantenía sola, claro, condición necesaria para ser libre (…) Ante mí, el mundo, claramente infeliz siendo esto claramente innecesario. La situación llamaba pues a que todas las personas diéramos lo mejor de nosotras mismas para poder así comprender lo que pasaba y  elaborar propuestas racionales que lo mejorara.

En nuestros días, se ha puesto de moda (…) ridiculizar (…) las intenciones constructivas, de mejora personal o social. Y yo realmente no puedo comprender por qué va a ser ridículo que las personas intenten mejorar la condición material de su vida, o física, mental, moral, mecánica, industrial, económica, ética o social. (…)

(…) Decidí salir sola a pasear por la noche. Lo pensé a fondo, cuidadosamente, hasta verlo no sólo como un derecho, sino además, una obligación. ¿Por qué se le arrebataba a las mujeres su tiempo libre, el tiempo en que podría hacer cosas que le gustaran? ¿Por qué tenía ella que depender de un hombre y por tanto, de renunciar a ir donde ella quisiera por complacerle a él?

Un hombre de confianza cuestionó esta reivindicación de libertad mía de pasear sola. “Todo hombre de verdad”, me dijo con sentimiento, “está siempre dispuesto a acompañar a una mujer por la noche. Él es su natural protector”. “Protector ¿ante qué?”, pregunté. De hecho, lo que más teme encontrar una mujer en una calle oscura es a su natural protector. (…)

(…) Si las calles no fueran seguras para las mujeres, lo que habría que hacer es hacerlas seguras. Y mientras tanto, frente al peligro real, ellas deberían poder llevar un arma para defenderse. Por lo que a mí respecta, en los 45 años en que llevo ejerciendo  la libertad de movimiento por la noche, desde San Francisco a Londres, nunca me he encontrado en una situación de peligro, y pocas veces me he visto frente a una impertinencia."

Charlotte Perkins Gilman
Autobiografía


"Y se pusieron a trabajar, enterraron a los muertos, comenzaron a arar y a sembrar y a cuidar unas de otras.
Y ya que he mencionado el entierro de los muertos, aprovecharé la ocasión para señalar que adoptaron la costumbre de la cremación en el siglo XIII, por los mismos motivos que las impulsaron a dejar de criar ganado: por una cuestión de espacio. Se sorprendieron mucho cuando les dijimos que nosotros todavía sepultábamos a nuestros muertos..., nos preguntaron por qué, y no quedaron nada convencidas con las razones que les dimos. Les hablamos de nuestra fe en la resurrección del cuerpo, y ellas nos preguntaron si no creíamos que Dios sería tan capaz de hacerlo resucitar de las cenizas como de un montón de materia corrupta. Les explicamos que a la gente de nuestro país le repugnaba quemar a los seres queridos, y ellas nos preguntaron si era menos repugnante dejar que se pudrieran bajo tierra. Tenían un modo de razonar verdaderamente inconveniente.
En resumen, aquel primer puñado de muchachas resolvieron limpiar el país e intentar salir adelante lo mejor posible. Algunas de las antiguas esclavas les ayudaron enormemente, enseñándoles los oficios que conocían. Disponían de los documentos habituales, y contaban con las herramientas y utensilios existentes en aquella época y con una tierra muy fértil para cultivar.
Un reducido número de matronas más jóvenes había logrado escapar a la carnicería, y después del cataclismo todavía hubo algunos nacimientos, pero sólo nacieron dos niños, que murieron al poco tiempo.
Pasaron cinco o diez años trabajando juntas. Cada vez se sentían más fuertes y más sabias, y también más unidas. Y entonces ocurrió el milagro: una de las mujeres quedó encinta. Por supuesto que todas sospecharon que debía haber un hombre escondido por alguna parte, pero nunca lo encontraron. Luego decidieron que era un don de los dioses e instalaron a la orgullosa madre en el Templo de Maaia —su diosa de la maternidad—, bajo estrecha vigilancia. Y allí, con el paso de los años, la milagrosa mujer fue dando a luz una y otra vez, hasta un total de cinco criaturas... todas niñas.
Siempre he sentido un gran interés por la sociología y la psicología social, y procuré reconstruir mentalmente la verdadera situación de aquellas mujeres del pasado. Eran quinientas o seiscientas, todas criadas en harenes; pero las generaciones inmediatamente anteriores debieron crecer en un heroico ambiente de lucha, que seguramente fortaleció la raza. En su terrible situación de orfandad, debieron formar un grupo unido, en el seno del cual se ayudaban mutuamente y también a sus hermanitas, y desarrollaron capacidades insólitas para hacer frente a las nuevas necesidades. Y de pronto, en el horizonte de aquel grupo de mujeres endurecidas por el sufrimiento y fortalecidas por el trabajo, huérfanas del amor y cuidado de unos padres y madres y sin el consuelo de llegar a ser madres algún día, iluminándose una nueva esperanza."

Charlotte Perkins Gilman
Dellas