"Durante el primer mes de aquel verano, Danny y yo pasamos juntos casi todos los días. Fue un mes caluroso y húmedo, con un abrasador sol estival que hacía las calles insoportables y reblandecía el asfalto. Manya se pasaba la vida murmurando de los pegotes negros adquiridos a mis zapatos y zapatillas de lona, que ensuciaban el pavimento del apartamento.
Danny pasaba las mañanas estudiando el Talmud, bien solo o con su padre, mientras que yo me dedicaba los lunes, miércoles y viernes por la mañana a jugar a la pelota con mis amigos de la yeshiva, ninguno de los cuales parecía en absoluto molesto a causa de mi amistad con Danny –se limitaban a aceptarla y a no hablar de ella-, y los domingos, martes y jueves por la mañana estudiaba el Talmud con mi padre, bien en nuestro porche si hacía un día agradable o, de lo contrario, en su estudio. Mi padre y yo estudiábamos Sanhedrin lentamente, con paciencia, de manera exhaustiva, sin dejar un solo pasaje hasta que mi padre quedaba convencido de que, al menos por el momento, lo comprendíamos de manera absoluta. Con frecuencia, sólo nos era posible estudiar diez líneas cada vez. Por otra parte, Danny vio aumentada por su padre su cuota diaria de Talmud en tres hojas más. No pareció afectarle demasiado. Todavía era capaz de pasar todas las tardes en el piso tercero de la biblioteca leyendo. Allí me reunía con él todas las tardes y con frecuencia iba también mi padre conmigo. Estaba escribiendo otro artículo sobre un pasaje de Avodá Zará que, según dijo, tan sólo entonces empezaba a comprender y necesitaba una de las colecciones de la revista."

Chaim Potok
Los elegidos




"Las semanas sombrías se acabaron repentinamente a principios de diciembre, con una conversación en clase y una llamada telefónica.
Diciembre fue un mes frío, pero sin la nieve y la cellisca que a menudo invaden Nueva York, antes de la teórica llegada del invierno. Los sicomoros ya no tenían hojas, pero hubo soles brillantes y cielos claros, y yo disfruté de los viajes en autobús hasta la escuela, por las mañanas temprano, mientras atravesaba las calles que despertaban.
La escuela estaba en la avenida Bedford, a unas pocas manzanas del Parkway del Este. El departamento rabínico y el de la facultad se encontraban en un edificio de piedra blanca que daba directamente a Bedford. Allí había una media docena de edificios de ladrillos, que abarcaban los diversos departamentos de graduados. Era una calle con mucho movimiento, asfaltada, ruidosa a causa del tráfico y abarrotada de compradores que frecuentaban las muchas tiendas situadas frente a la escuela. Aun con las ventanas cerradas, los ruidos callejeros llegaban a las aulas de clase: el rugido de los autobuses que aceleraban, el fuerte chirrido de las ruedas, el fragor de las bocinas de los automóviles y, ocasionalmente, una voz humana o el ladrido de un perro. El edificio de piedra blanca tenía seis pisos. Durante cuatro años, yo había bajado y subido sus escaleras para llegar a las diversas aulas. Ahora, casi todo lo que necesitaba se encontraba en la planta baja. A la izquierda del gran vestíbulo de mármol, más allá de las escaleras de piedra y de la doble puerta metálica de la escuela, había un pasillo embaldosado, largo y estrecho."

Chaim Potok
La promesa




"Más tarde, mientras estábamos sentados alrededor de la mesa, cerca del fin de la cena, el Sr. Dinn se recostó en su silla, aclaró su voz y procedió a dar un pequeño sermón. Con los pulgares en los bolsillos de su chaleco, comenzó a describir con su voz sonora cómo Dios fue al Monte Sinaí miles de años atrás para darle la Torá al pueblo judío. La montaña estaba cubierta de humo, dijo. Había truenos y desde las nubes destellaban rayos. La Torá se escribió con fuego en unas tablas y luego esas tablas quedaron envueltas por el fuego. El rostro de Moisés se iluminó mientras las sostenía. «Sólo Moisés podía tocar ese fuego sagrado» —dijo el Sr. Dinn—. Y ese fuego sagrado no se podía alterar. El Santuario en el desierto también tenía un fuego especial y sólo en ese fuego se permitía a alguien ofrecer un pájaro o un animal como sacrificio a Dios. La sedra de mañana nos cuenta que los hijos de Aarón, el sumo sacerdote, trajeron su propio fuego al Santuario y por eso los mataron. Nunca se debe de llevar un fuego extraño al centro del Santuario donde se halla el fuego sagrado de Dios. De esto podemos aprender que debemos preservar con cuidado el fuego sagrado de nuestra Torá, sus leyes, sus palabras, y no permitir nunca que se mezcle con los fuegos externos.
Mientras hablaba, noté que David y el Sr. Helfman y su esposa me miraban de reojo cada tanto, como para medir mi reacción a estas palabras. Pero yo no podía entender mucho de lo que el Sr. Dinn decía. Luego el Sr. Dinn y el Sr. Helfman conversaron durante un rato sobre las misteriosas muertes de los hijos de Aarón. David se unió a la conversación. Ruthie y la Sra. Helfman estaban sentadas escuchando. Todos comenzaron a cantar zemirots. En ellos había frases que reconocí. Había frases que podía reconocer. El Sr. Dinn pareció sorprendido de que yo me uniera a ellos en el canto. Permanecí sentada en silencio durante las muchas canciones que no sabía, escuchando, tratando de memorizar los versos que se repetían. A veces, sólo cantaba la melodía sin las palabras. Nueve meses antes, en una sofocante noche de viernes, había escuchado a David y a su padre cantar con alegría estas canciones en el porche de su casa en Sea Gate; ahora yo cantaba con ellos. No tenía idea de lo que querían decir las palabras; simplemente disfrutaba de la música, de la cadencia y del ritmo de las melodías, por momentos lentas, por momentos rápidas, por momentos melancólicas y por momentos alegres.
En una pausa en el canto, el Sr. Dinn se inclinó hacia adelante, colocó sus largos brazos sobre la mesa y dijo: —Bueno, veo que disfrutas cantando, Ilana. Sabes que hay una historia interesante que se cuenta de nuestro rey David y su arpa. —Otra vez adoptó ese tono serio y sonoro—. El rey David era un gran músico. Cuando dormía, su arpa colgaba de la pared sobre su cama. En Jerusalén los vientos son fuertes. Cada noche, el viento soplaba a través de las cuerdas del arpa y esta comenzaba a sonar. El rey David se despertaba y escuchaba durante un rato su música, luego pasaba el resto de la noche estudiando la Torá para ser un hombre fuerte y sabio. Una historia interesante. —Me sonrió de modo distante y cortés—. Sigamos cantando."

Chaim Potok
El arpa de Davita


"Me senté en silencio, rígidamente, escuchándolo cantar. Más tarde, ese mismo día, le pregunté a mi madre:
-¿Tendremos que ir en avión a Viena?
-No lo sé, Asher.
-Tengo miedo de viajar en avión, mamá.
No me respondió.
-En Viena no habrá nadie con quien pueda conversar.
-Encontrarás a alguien con quien podrás conversar.
-Papá dijo que irá a Viena para enseñar Hasidus.
-Sí.
-Tú dijiste que papá irá a Viena para ayudar a los judíos de Rusia.
-Sí.
-¿Qué es lo que tiene que hacer realmente papá en Viena?
Mi mamá contestó:
-Ambas cosas.
-Mamá, no quiero ir a Viena. Tengo mucho miedo de viajar en avión. No sé hablar alemán.
-Asher, para nosotros hay razones mucho más importantes que nos llevan a Viena, que las que tú presentas, como decir que no te gusta viajar en avión o que no sabes hablar alemán.
-¿Qué razones, mamá?
Me respondió:
-Razones, pero no hace al caso, Asher. De todas maneras iremos.
Mi antepasado mítico se me apareció esa noche en los bosques, grande, montañoso, vestido de caftán oscuro y con un gorro ribeteado de piel, caminando pesadamente entre los árboles, haciendo temblar la tierra, temblar las montañas, tronar su voz. Yo no podía oír lo que su voz decía. Me desperté aterrorizado y permanecí acostado e inmóvil, escuchando en la oscuridad. Necesitaba ir al lavabo, pero tenía miedo de abandonar la cama. Me acurruqué debajo de la manta hasta quedar dormido. Luego, como si el momento en que estuve despierto hubiera sido una tregua o el entreacto de una obra, lo vi otra vez, atravesando cedros gigantes. Me levanté y fui al lavabo. Permanecí en el baño tiritando. No quería retornar a la cama. Permanecí escuchando en la noche; después atravesé el pasillo y fui hasta la sala. Estaba oscuro, agrietado y pude oír los ruidos del tráfico nocturno a través de la ventana. Abrí las tablillas de la persiana y, por las rendijas, miré la calle. La noche era clara. Aunque no alcancé a ver la luna, una luz blanca azulada, clara y fría, como un resplandor espectral, cubría el bulevar y extendía las sombras de los edificios y de los árboles a través de las aceras. Vi caminar a un hombre bajo los árboles. Un hombre de altura mediana, con una barba oscura, un abrigo oscuro y un burdo y oscuro sombrero. Lo vi caminar entre las sombras de los árboles. Después dejé de verlo. Luego volví a verlo caminar lentamente bajo los árboles. Desapareció nuevamente y ya no supe realmente si lo había visto o no, si me había quedado dormido antes o si ahora estaba despierto, o si había estado despierto antes y ahora estaba soñando. Volví a verlo, caminaba muy despacio, solitario; más tarde desapareció en una sombra. No recuerdo haber regresado a la cama. Sólo sé que por la mañana descubrí el blanco cielo raso de mi habitación y que me sentía ligero, ágil y liberado, como si estuviera flotando en la sombra que los oscuros árboles arrojaban bajo la luz de la luna."

Chaim Potok
Mi nombre es Asher Lev



"Todos nosotros crecemos en particulares realidades - un hogar, una familia, un clan, una pequeña ciudad, un barrio. Dependiendo de cómo se nos educa, somos o profundamente conscientes de la lectura particular de la realidad en la cual hemos nacido o estamos periféricamente conscientes de ella."

Chaim Potok


"Ven, tomemos un poco de té y sigamos hablando de cosas felices."

Chaim Potok