"En los últimos tiempos llegó a nuestros oídos, no sin afligirnos con la más amarga pena, la noticia de que en algunas partes de la Alemania septentrional… miembros de ambos sexos se abandonaron a demonios, íncubos y súcubos, y que, mediante sus encantamientos, conjuraciones, hechizos y otros execrables embrujos y artificios han matado niños que estaban aún en el útero materno, lo cual también hicieron con las crías de los ganados, que arruinaron los productos de la tierra, las uvas de la vid, los frutos de los árboles; más aún a hombres y mujeres, animales de carga, rebaños y animales de otras clases… que acosan y atormentan con terribles dolores y penosas enfermedades, tanto internas como exteriores; impiden a los hombres realizar el acto sexual y a las mujeres concebir, por lo cual los esposos no pueden conocer a sus mujeres, ni éstas recibir a aquellos…
Por cuanto Nos, como es nuestro deber, nos sentimos profundamente deseosos de eliminar todos los impedimentos y obstáculos que pudieran retardar y dificultar la buena obra de los inquisidores, así como de aplicar potentes remedios para impedir que la enfermedad de la herejía y otras infamias den su ponzoña para la destrucción de muchas almas inocentes.

Inocencio VIII, nacido como Giovanni Battista Cybo
Tomado del libro de Jesús Callejo, Breve historia de la brujería, página 116