Experiencia psicofónica de Rémy Chauvin


Para el hombre de ciencia, es indispensable no creer ciegamente en lo que se le dice, sino tener de ello, en la medida de lo posible, una experiencia personal. Ésta es la razón de que yo me tome en serio la parapsicología. Hace bastantes años, hice un curso de tres meses en casa de Rhine, en Duke University, y volví a comenzar sus experiencias al volver a Francia. Dieron un resultado positivo, lo cual me ha convencido (después de tres años de trabajo sin embargo); creo poder afirmar que nadie en Francia ha hecho un esfuerzo así de … y sin embargo son muchos los que se meten a hablar a tontas y a locas de las experiencias de Rhine…
Ahora bien, deseando interesarme en la transcomunicación, me hice con un magnetofón con ralentizador, coloqué encima un micrófono alejado unos dos metros (éstas eran las técnicas que me habían aconsejado); grabé en la cassette un ruido de fondo (una radio conectada entre dos estaciones), sobre el que, al parecer, las voces del más allá se producen con mayor facilidad; y dos veces al día, a la misma hora y durante tres minutos, trataba de llamar a mi amigo Aimé Michel, muerto recientemente. Nos habíamos prometido que el primero que pasase las Sombrías Puertas trataría de prevenir al otro… Esto duró dos meses y medio sin éxito apreciable; yo no oía absolutamente nada.

Salvo una cierta tarde, el 29 de diciembre de 1992, a las 18,30 horas. Yo grababa como de costumbre:

“Llamo a Aimé Michel”; “aquí Rémy Chauvin”, “Michel respóndeme”, y escuchaba luego lo que podía venir del micrófono a dos metros de allí. Oí con total nitidez una respuesta extraña:

“Yo me llamo a mí mismo, Rémy respóndeme”.

Aquella no era la voz de Michel, y yo sé lo que quiere decir: “Yo me llamo a mí mismo…”

No conseguí nada más en el mes siguiente, ni de Michel ni de otros difuntos que yo había invocado, y abandoné.

El micrófono es importante sin duda, pero la persona que escucha todavía lo es más. Es menester sin duda ser un poco médium. Yo no lo era.
Luego, llega el día en que me decido a ir más lejos en mis investigaciones, y lo hago en compañía de un especialista en la cuestión: François Brune. En el enorme avión que, en muy poco tiempo nos va a dejar en Frankfurt, comienzo a soñar. ¿Y si esto fuera cierto? Cientos de personas lo estudian actualmente, entre ellas científicos. Ahora bien, por absurdos que sean los fenómenos (vistos desde nuestros criterios actuales), estoy casi convencido de que el fraude es muy raro o al menos de que la gran mayoría de las experiencias son honestas… Un solo medio de salir de todas estas perplejidades, lo repito: ver por mí mismo cómo se presenta el fenómeno.
Desde el enorme aeropuerto de Frankfurt, nos lanzamos en el tren hacia Maguncia, disfrutando del delicioso placer para un francés de viajar sin billete, al margen de todos los reglamentos, en un ferrocarril alemán. Es casi increíble, se han puesto en huelga… pero los trenes funcionan sin embargo por falta de técnica de la huelga; en este tema, podemos enseñarles un rato…
En Maguncia, somos recibidos por un personaje extraordinario, el doctor Senkowski: por la locuacidad podría ser italiano, pero sin embargo es un alemán cien por cien. En su laboratorio el batiburrillo habitual de un especialista en electrónica. Nada especial a destacar. La experiencia consiste en escuchar las voces de Jürgenson, que a veces se llaman
voces de Raudive, pero es Jürgenson el verdadero iniciador.
Es a partir de este momento, amigos lectores, cuando es preciso que os apretéis los cinturones…
Jürgenson señaló, hace una veintena de años, que magnetofones, encerrados en una habitación sin ruido, con una bobina virgen, permiten oír palabras y a veces frases enteras. En muchos casos, se trataría de difuntos que transmiten así mensajes comprensibles… En resumen, henos aquí situados de nuevo en los fenómenos de principios de siglo cuando las mesas giratorias y la escritura automática transmitían los mensajes de los difuntos, o que se decían tales. Pero esta vez esos mensajes adoptarían las técnicas modernas como el magnetofón (y veremos enseguida que utilizan algunas otras). Jürgenson, Raudive y muchos otros trataron de perfeccionar el procedimiento: observaron que un ruido de fondo como una emisión de radio grabada y luego reproducida al revés parecía facilitar el fenómeno; otros sostienen que también funciona el ruido del agua que cae; creo que otros utilizan un ruido blanco electrónico, dicho de otro modo, el ruido de un aparato de televisión encendido, pero no conectado a una cadena.
Es necesario, al parecer, hacer una pregunta y escuchar luego el desarrollo de la bobina. Pienso en mi amigo Konrad Lorenz, muerto hace unos años, y que al parecer ya se ha manifestado de esta forma:

“Konrad, soy yo, Rémy Chauvin, ¿me oyes? ¿recuerdas mis visitas a Altenberg?”

Miramos el micrófono; oigo con claridad una serie de palabras lejanas; imposible entender nada; luego, a la tercera repetición de la pregunta, François Brune y Senkowski creen haber escuchado en primer lugar Altenberg.
Yo no he escuchado nada así de claro, aunque mi oído es muy malo, (y cuando me oigo a mí mismo después de haber grabado algo en inglés al magnetofón, no me entiendo). En este punto, dicen mis amigos y conocidos: Eso es tema de psicoanálisis. Pero es verdad que Brune me ha hecho escuchar grabaciones mucho mejores, en las que la duda no era posible; el resultado es que la presente audición no me ha convencido; me prometen que me harán escuchar otras y el debate sigue su ritmo.
Durante este tiempo, Senkowski ha sido llamado por teléfono, nos hace señal para que callemos; está pálido; tapando con una mano el receptor nos dice en un suspiro:

“Es Jürgenson.”

Su fascinado estupor es al menos comprensible: Jürgenson murió hace muchos años. Lo que acababa de decir era por otra parte bastante trivial. La frase comienza en francés y continúa en alemán:

“Je remercie les amis français und wir werden, Sie werden weiteres über die kollegen Homen und Harsch mitgeteilt bekomment”

Traducido:

“Agradezco a los amigos franceses y vamos, vais a recibir información más amplia a través de los colegas Homes y Harsch todo con mucha claridad.”

Me doy cuenta de que nadie nos creerá… ¿Una superchería preparada por Senkowski? Es posible, siempre es posible, pero inverosímil, porque los casos de este tipo son numerosos, lo repito… Es un fenómeno muy hermoso… y no se qué hacer con él…

Rémy Chauvin
A la escucha del Más allá – François Brune y Remy Chauvin