A la pereza

"¡Qué dulce es una cama regalada!
¡Qué necio, el que madruga con la aurora,
aunque las musas digan que enamora
oír cantar un ave la alborada!

¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada
reposar una hora, y otra hora!
Comer, holgar..., ¡Qué vida encantadora,
sin ser de nadie y sin pensar en nada!

¡Salve, oh Pereza! En tu macizo templo
ya, tendido a la larga, me acomodo.
De tus graves alumnos el ejemplo

me arrastra bostezando; y, de tal modo
tu estúpida modorra a entrarme empieza,
que no acabo el soneto... de per..."

Manuel Bretón de los Herreros


A una amiga


 "Un queso, Carmen bella, me enviaste,
Paisano del ilustre Calatrava,
Y después una caja de guayaba...
Lo dulce y lo salado: ¡qué contraste!

   Tú quieres dar con mi quietud al traste.
Con el dulce... pensé que te tragaba,
Y que el queso... (por cierto que hoy se acaba)
Con la sal que te sobra lo amasaste.

   Y la que así mi gula satisfizo
¿Versos pide, no más? ¡Bondad inmensa!
Lloverán sobre ti como granizo.

    ¿Puedo negar tan leve recompensa
A quien tiene en su cara tanto hechizo...
Y tanta golosina en su despensa?"

Manuel Bretón de los Herreros





“Boda quiere la soltera por gozar de libertad, y mayor cautividad con un marido la espera.”

Manuel Bretón de los Herreros


El amante de todas


"Me enamoran los ojos de Filena,
Y de Clori la túrgida cintura;
En Rosana me hechiza la blancura,
Y Anarda me cautiva por morena;

   El talento de Elisa me enajena;  
Me embelesa de Inés la travesura,
Y aun de la bizca Astrea la dulzura
Forja a mi corazón blanda cadena.

   No hay una fea que me cause espanto.
Gorda, flaca; alta, baja; ardiente, fría;...
En todas hallo celestial encanto.

   Perdona, de mi estrella es tiranía;
Mas aunque a todas quiero, a nadie tanto
Como a ti, que me escuchas, Nise mía."

Manuel Bretón de los Herreros


"ELISA: Razones hay para ello. Nuestra casa está arruinada. De su esplendor solariego apenas queda otra cosa que pergaminos, y pleitos, y deudas. Don Baltasar de Calamocha y Centeno padre que fue de don Frutos, mi novio, y en cuyo pueblo tenemos un caserón ruinoso y cuatro barbechos, hubo de prestar no sé qué cantidad de dinero a mi padre, que Dios haya, cuando pasó aquel invierno en Zaragoza. Tres años después de hacer el empréstito reclamó don Baltasar el capital y los réditos. Pidióle plazos mi padre sin esperar obtenerlos, pero se quedó pasmado cuando con rostro halagüeño le dijo don Baltasar: «Señor Marqués, sin apremios ni jueces, ni ejecuciones, y, lo que es aún mejor que esto, sin que suelte usted un cuarto, puedo quedar satisfecho. ¿Cómo? Hablemos con franqueza. No es oro ya lo que anhelo, que un terremoto no puede levantar el que poseo, sino títulos y honores; no para mí, pobre viejo que al primer aire colado espero quedarme tieso, sino para aquel buen mozo que ha de heredar mis talegos. Ahora bien, si usted no tiene horror al nombre de suegro, déme usted su única hija para mi único heredero, que si no es de ilustre sangre tampoco nació plebeyo. Él será marqués por ella, ella por él hará bueno el marquesado; y, por último, el gozo será completo cuando nos llame a los dos papá grande un mismo nieto. Despreocupado mi padre, y mi madre... un poco menos, pero aficionada al lujo cual todas las de mi sexo, aceptaron un partido que por motivos diversos a todos estaba bien; volvióse ufano y contento don Baltasar a Belchite, pero al mes ya había muerto; mi padre murió también, ¡téngale Dios en el cielo! Como siguió tan de cerca al tratado casamiento el duelo de ambas familias, no me habló de este proyecto mamá hasta cumplido el luto; vencida yo de sus ruegos acepté; también parece que está don Frutos resuelto a cumplir la voluntad de su padre; de un momento a otro llegará a Madrid; se firmarán los conciertos; tú tendrás un buen regalo, yo un buen marido."

Manuel Bretón de los Herreros
El pelo de la dehesa


“La fortuna es caprichosa, pero no siempre es ingrata.”

Manuel Bretón de los Herreros




La noche

"No para mí los anchurosos valles,
¡Oh sol! coronas de precoz espiga;
No a mi placer consolador majuelo
Dora tu llama.

No yo a gozar de tus hermosos rayos
Cuando la escarcha del Enero rompes
La ijada hiriendo de alazán brioso
Cruzo la vega.

¿Qué alumbra mío tu fulgente carro?
¡Ah! ¿Qué me anuncia que dolor no sea?
¿Cuándo a templar de mi destino el ceño,
Cuándo amaneces?

Aguija al menos tu cuadriga, ¡oh Febo!;
Hiende veloz el eternal zafiro,
Y allá perdido en los profundos mares
Huye a mi vista.

¡Cuánto más grata a mi abrasado pecho
De Cintia luce la dudosa tea
Cuando retarda su tranquilo curso
Tétrica nube!

¡Oh de Morfeo bonanzosa madre!
¡Oh dulce tregua a los afanes míos!
Ven. Tiende al orbe el misterioso manto,
Lóbrega Noche. 

Yo te deseo como al nueva
De virgen rosa purpurado cáliz;
Y no es mi seno al horroroso crimen
Bárbaro asilo.

Ni tanto es fiero tu atezado rostro
Que al hombre infunda merecido espanto.
Más de una vez en hermosura y pompa.
Vences al día.

No siempre en torno a tu dosel umbroso
Rugen los vientos y el olimpo truena;
No siempre arrasa los floridos campos
Árido hielo.

¡Cuán apacible en el ardiente Julio
Con mil estrellas tachonando el cielo
Reposo al hombre y al vergel envías
Céfiro leve!

¡Oh cuánto es dulce sobre el haz dorado
Libre tender los fatigados miembros
Cuando en los brazos del pastor querido
Vela Diana!

Todo es sosiego. Murmurando apenas
Desciende al mar el argentado río.
Susurra apenas en tu copa el aura,
Plácido fresno.

Sólo el silencio de la noche viola
Suave cantar de codorniz amante,
O allá a lo lejos el zagal sonando
Rústica avena.

¡Horas felices! Corazón helado
Yace en el seno del mortal que os odia.
¡Horas de paz! En alabanza vuestra
Suene mi lira.

Si el sol recrea y reverdece el campo,
También su hoguera lo consume activa;
Si alguna vez a la virtud alumbra,
¡Cuántas al crimen! 

¡Oh infausto siglo! Las nocturnas sombras,
Gratas un tiempo a los malvados fueron.
Hoy no; que impunes a la luz sus ojos
Alzan osados.

¡Oh Noche! En tanto que tranquilo sueño
El vil traidor y el asesino duermen,
Tú los prodigios de Natura sabia
Plácida velas.

¿Por qué te llaman de la muerte imagen?
¡Oh sacrilegio! Cuanto puebla el mundo
A ti su vida y sus delicias debe,
Próvida Noche.

Y tú de amor, que las tinieblas ama,
Los dulces hurtos con tu negro manto
Cubres amiga; y el amor mi culto
Lleva a tu templo.

Almas sensibles a la grata herida
Que el niño alado sonriendo graba,
¿Cuál de vosotras negará a mi canto
Precio sublime?

No empero, oh Noche, tus tranquilas horas
Torpe conato a bendecir me impele.
No amor venal de meretriz infame
Guía mi planta.

Ni el sacro lecho del ausente esposo
Corro a manchar; ni seductor aleve
De incauta virgen a la fama tiendo
Pérfido lazo.

Vuelo a la choza de mi Silvia bella,
Mansión celeste de inocencia pura:
De Silvia bella, que me llama, ¡oh gloria!
Bien de su vida.

Feliz entonces mi destino acerbo
Lanzo al olvido con la luz febea;
Y apenas puede contener el alma
Júbilo tanto.

Ora ingeniosa a las palabras yertas
Que a la importuna sociedad dirige
Sabe mezclar para embeleso mío
Blandos amores.

Ora sus labios deliciosos ríen;
Ora en sus ojos mi ventura leo,
Ora en las mías al descuido encierra,
Cándida mano.

Ora... Mas ya del perezoso día
Lánguida brilla la remota lumbre.
Silvia me espera. -Protectora Noche,
Dame tus alas."

Manuel Bretón de los Herreros




"¿Qué es la riqueza? Nada, si no se gasta; nada, si se malgasta."

Manuel Bretón de los Herreros


"Quizá este fraude del bifronte Jano cierra el templo feroz, y el que lo signa es buen padre tal vez, buen ciudadano: Como el soldado de índole benigna fulmina ardiente bala matadora obediente a la bárbara consigna.
Mas del orbe despótica señora ello es que triunfa la mentira impune y con soberbios timbres se decora.
La mentira es el lazo que nos une, gracias al padre Adán. ¿Dónde hay un santo, dónde que sin mentir se desayune?
Miente la viuda con el negro manto; miente en su boca el funeral sollozo; miente en sus ojos el acervo llanto.
Proponedla, sino, gallardo mozo que consuele su tálamo desierto, y veréis su pesar trocado en gozo.
Miente ya el mercader menos experto: miente el sello también con que atestigua que mayor cantidad pagó en el puerto.
Miente casto rubor la cara ambigua del dómine que vive amancebado, y si oye decir porra se santigua.
Un pliego y otro de papel sellado con fehaciente rúbrica embadurna quien nunca tuvo fe ni lo ha soñado."

Manuel Bretón de los Herreros
La hipocresía


“Vive en esta vecindad cierto médico poeta, que al fin de receta pone Mata y es de verdad.”

Manuel Bretón de los Herreros