“Alguien ha dicho, no sin razón, que el primero y el último día del matrimonio son deseables, pero que el resto son terribles.” 

Juan de Mariana



“Cuando un asno es de muchos, los lobos se lo comen.”

Juan de Mariana


"Digo pues que es doctrina muy llana, saludable y cierta que no se pueden poner nuevos pechos sin la voluntad de los que representan al pueblo."

Juan de Mariana


"El poder de los príncipes es débil cuando dejan de respetarlo sus vasallos."

Juan de Mariana


“El poder no es como el dinero, que cuanto más tiene uno es más rico, sino como el manjar que la falta y la demasía enflaquecen al que come, pues está claro, si la gente se irrita con las demasías, el que gobierna no puede resistir a tantos.”

Juan de Mariana


“El príncipe no es señor sino administrador de los bienes de particulares.”

Juan de Mariana



"El rey evite, excuse empresas y guerras no necesarias, que corte los miembros encancerados y que no se pueden curar."

Juan de Mariana



“(El tirano) se apropia de los bienes de los individuos y los malgasta, poseído como está por los innobles vicios de la codicia, la avaricia, la crueldad y el fraude (…) Los tiranos, en verdad, intentan dañar y arruinar a todos, pero dirigen su ataque especialmente contra los ricos y los hombres honrados en todo el reino. Consideran lo bueno más sospechoso que lo malo y la virtud que les falta les es más formidable (…) Expulsan a los mejores hombres de la comunidad bajo el principio de que quien sea exaltado en el reino debe ser derribado (…) Exprimen a todo el resto, de forma que no puedan unirse, demandándoles nuevos tributos diariamente, promoviendo peleas entre los ciudadanos y uniendo una guerra a otra. Construyen grandes obras a costa y sufrimiento de los ciudadanos. Así nacieron las pirámides de Egipto (…) El tirano teme necesariamente que quienes aterroriza y mantiene como esclavos intenten derrocarle (…) Así que prohíbe que los ciudadanos se reúnan, las asambleas y la discusión común de los asuntos de la comunidad, quitándoles mediante métodos de policía secreta la oportunidad de hablar y escuchar libremente, de forma que ni siquiera se les permite quejarse libremente.”

Juan de Mariana


“En el supuesto de que el rey vejara a todo el reino con sus costumbres depravadas y su reinado degenerase en una manifiesta tiranía, ¿cómo podría la comunidad en que gobierna despojarlo del reino e incluso de la misma vida, si fuera necesario, si no hubiese retenido una potestad mayor que la que sus representantes delegaron en el rey?”

Juan de Mariana


“Es en nosotros un deber de humanidad tener a disposición de todos los bienes que Dios quiso fuesen comunes, ya que a todos los hombres entregó la tierra para que se sustentaran con sus frutos y sólo la rabiosa codicia pudo acotar y acaparar para sí ese patrimonio divino, apropiándose los alimentos y las riquezas dispuestas para todos los humanos.”

Juan de Mariana


“Es loco poder y mando… Roma está lejos, el General no conoce a las personas, ni los hechos, a lo menos, con todas las circunstancias que tienen, de que pende el acierto. Forzoso es se caiga en yerros muchos, y graves, y por ello se disguste la gente, y menosprecie gobierno tan ciego… que es gran desatino que el ciego quiera guiar al que ve.”

Juan de Mariana


“Es tal la condición del hombre, que da siempre más crédito a los pocos que aprueban sus hechos que a su conciencia y a los muchos que se los condenan.” 

Juan de Mariana


“La codicia trae consigo voluntad determinada de hacer el mal.” 

Juan de Mariana


"La memoria del agravio dura más que la de las mercedes."

Juan de Mariana


“La muchedumbre del pueblo alborotado nunca se sabe templar; o temen o espantan, y proceden en sus cosas desapoderadamente.” 

Juan de Mariana


"La Religión es el verdadero culto de Dios, derivado de la piedad del ánimo y del conocimiento de las cosas divinas."

Juan de Mariana




"Las leyes son muchas en demasía, y como no todas se pueden guardar, ni aún saber, a todas se pierde el respeto."

Juan de Mariana


“Lo que nunca podré yo aprobar es que hombres ociosos vayan destruyendo la república con las rentas anuales que perciben, sin más que por tener empleos imaginarios, de los que suele haber desgraciadamente un gran número, sobre todo cuando el reino está alterado y en singular desorden.”

Juan de Mariana



“Los reyes sin duda están puestos en la tierra por Dios para que tengan sus veces y como vicarios suyos le semejen en todo.” 

Juan de Mariana


“Mas cuando no queda ya esperanza, cuando estén ya puestos en peligro la santidad de la religión y la salud del reino, ¿quién habrá tan falto de razón que no confiese que es lícito sacudir la tiranía con la fuerza del derecho, con las leyes, con las armas?”

Juan de Mariana


“Muy gran valor es vencer a los enemigos con armas, pero cosa de mayor prudencia desterrar y ahuyentar los vicios de la paz.”

Juan de Mariana



"No hay en el mundo reino que tenga tantos premios públicos, encomiendas, pensiones, beneficios y oficios; con distribuirlos bien y con orden, se podría ahorrar de tocar tanto en la hacienda real o en otros arbitrios."


Juan de Mariana



"No me atreví a pasar más adelante y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba."

Juan de Mariana



“No se confiera tampoco a cada hombre más que un solo cargo, no se acumulen en uno salo muchos destinos y menos aún destinos de diversa índole.”

Juan de Mariana


“No se pesan los votos, se cuentan, y no puede suceder de otra manera.”

Juan de Mariana


“No son las mercedes de mañana a propósito para ganar las voluntades y ser bien servido. La causa es que los hombres más se mueven por esperanza que por el agradecimiento; antes cuando han engrosado mucho, luego tratan de retirarse a sus casas.”

Juan de Mariana


“No son del rey los bienes de sus vasallos.”

Juan de Mariana


“Prefiero un príncipe torpe que oiga, a otro agudo y perspicaz que no admita más que sus propias decisiones.”

Juan de Mariana


"Publio Comelio Escipión, a quien por haber destruido Cartago se dio el nombre de Africano, fue, siendo cónsul, enviado a España contra los numantinos. Escogió de entre la nobleza romana y de entre los muchos que habían sido mandados por los reyes una cohorte, que llamó Filónida, nombre que indicaba la mutua amistad, que le fue de eficaz auxilio para llevar a cabo sus empresas con aquellos soldados tan íntimamente unidos. Por eso los godos, cuando dominaron en España, tenían la costumbre de educar a los hijos de los más poderosos en el palacio de los reyes. Algunos de éstos se dedicaban a custodiar y cuidar de la persona del príncipe, a servirle en la mesa, a acompañarle en la caza cuando ya la edad lo permitía, a seguirle con sus armas en la guerra, y así se formaban los que habían de ser gobernadores de provincias y capitanes del ejército. Las hijas servían en la cámara de la reina, donde se les enseñaba las artes de Minerva, el canto, el baile y cuanto es necesario para la educación de las mujeres. Cuando tenían edad suficiente y una educación adecuada se casaban con esos compañeros, servidores del palacio. Con estas costumbres, los godos crecieron en riquezas y en poder y extendieron su imperio, arrebatando España al dominio romano.
Apenas puede concebirse cuánto amor hacia el príncipe excita una institución como ésta en el ánimo de los súbditos. Es, sobre todo, muy útil para mantener en el círculo de sus deberes a los nobles e impedir que por afán de innovar alteren la paz de las provincias, pues sus más queridos hijos quedan en poder del príncipe, como en rehenes, bajo la apariencia de un honor. Convendría, para que fuese la institución más provechosa, que no fuesen escogidos solamente estos compañeros en esta provincia, sino en todas las naciones a que se extiende el dilatado poder de la monarquía, para que entendiesen todos los súbditos que son todos tenidos en igual estima, y amando con igual amor al príncipe, se sientan más unidos a su autoridad y más obligados por aquel beneficio y no rehúsen trabajo ni peligro alguno para sostener la dignidad del rey y procurar la prosperidad del reino. De esto derivan muchas y grandes ventajas. El príncipe, con el frecuente trato de unos y otros, conocería las diversas instituciones y costumbres de todas las naciones, se haría cargo de las virtudes y los vicios en cada una, entendería sin ningún trabajo y sólo por la conversación las lenguas de todos, se familiarizaría con ellas y no tendría necesidad de valerse de intérpretes para contestarle, cosa que es vejatoria para las naciones sometidas a un mismo rey. No quiero que los niños de provincias extrañas hablen en el idioma del príncipe, sino en sus lenguas maternas.
Podríamos probar con muchos ejemplos sacados de nuestra historia de cuánta importancia es este precepto, pero voy a aducir otros extranjeros y en particular los de cuatro reyes, todos ellos ilustres en sus naciones, que merced a su educación y a esos preceptos fueron tan grandes príncipes que sólo pueden ser comparados con muy pocos. En primer lugar, Sesostris, rey de Egipto, cuya grandeza es conocida. Su padre, cuando nació, dispuso que fuesen llamados a palacio cuántos niños hubiesen sido dados a luz aquel día, para que, educados e instruidos juntamente, estuvieran más ligados unos a otros y más dispuestos a arrostrar los peligros de la guerra. Así lo testimonia Diodoro en el capítulo 1.°, libro 11, de su Historia. Encuentro mal aquí la forma de elegir, pues fiaba el rey al capricho de la suerte cuáles habían de ser los futuros servidores de su hijo, sin conocer de qué facultades naturales estaban dotados. En medio del error de este rey extranjero, brilla, sin embargo, la luz de la verdad, al disponer que fuesen educados e instruidos por igual todos aquellos niños y por igual también fuesen educados con su hijo en todas las virtudes, en el valor militar y en la prudencia civil, conforme permitiesen el carácter y las condiciones de cada uno.
Recuerdo también a Ciro, fundador del imperio persa, que fue también educado con otros en condiciones de igualdad, y haciéndolos iguales en valor, pudo aumentar la riqueza y la gloria de su reino. Tuvo para con estos compañeros las mayores deferencias, les hizo a todos iguales mercedes, fue con todos generoso, los consultó, los llevó a sus cacerías, les procuró juegos donde pudiesen ejercitar el cuerpo para las luchas verdaderas, para unirlos con lazos de benevolencia recíproca entre sí y consigo mismo. Así se consiguió que aquellos jóvenes no creyeran que había nada mejor que merecer la gracia de su príncipe y aspiraron a alcanzarla con todo su esfuerzo. Testigo de ello, Jenofonte, en los libros que escribió sobre la vida y educación de Ciro, ya con el objeto de darnos una verdadera historia, ya con el de presentarnos la figura de un excelente príncipe, libros dignos, a la verdad, de que los reyes no los dejen de la mano, pues no falta en ellos nada de lo que puede contribuir a su prudencia y su templanza."

Juan de Mariana
La dignidad real y la educación del rey



“¿Quién no conoce y confiesa que es muy difícil contener con leyes las fuerzas y el poder de un hombre en cuyas manos están concentrados todos los medios de que dispone la república?” 

Juan de Mariana


"Si baja el dinero del valor legal, suben todas las mercaderías sin remedio, a la misma proporción que abajaron la moneda, y todo se sale a una cuarta."

Juan de Mariana


“Sin duda es señal que el príncipe no es grande, cuando sus criados son muy poderosos.”

Juan de Mariana


“Sólo un loco intentaría separar esos valores en forma que un precio legal deba diferir del natural. No es la locura, sino la maldad del gobernante la que ordena que una cosa que el común de la gente valora, supongamos a cinco, deba venderse por diez. Los hombres se ven guiados en esta materia por la estimación común basada en consideraciones de la calidad de las cosas y de su abundancia o escasez. Sería vano para un príncipe buscar socavar estos principios del comercio. Es mejor dejarlos intactos en lugar de asaltarlos por la fuerza en detrimento del público.”

Juan de Mariana