Canción del levantado

"No adoptes nunca el nombre que te dé la policía
No acerques tu caricia a la piel del invasor
No comas de su trigo, no bebas más su leche
No dejes que tu alberca la vuelvan lodazal

No esperes casi nada de su magistratura
No reces en su lengua, no bailes con sus ropas
No pierdas nunca el agua que duerme a los guardianes
Ni alojes en su boca la sal de tu estupor

No guardes en el sótano más bombas incendiarias
No firmes con tu letra los presagios del poder
No tiendas más cadáveres en la comisaría
No esperes nunca nada de la voz del ataúd

No entregues tu camisa a ninguno de sus bancos
Ni viertas en tu vientre el pozal de una bandera
No lleves a tu amigo a los pies del impostor

No dejes que su lengua fructifique tras tu casa

No permitas a tus hijos
nunca dejes a tus hijos
esconderse en su jardín."

Enrique Falcón


"Entre un punto y esta sombra, la palabra es esta aguja, en plena culminación, como en el amor la sal que continúa."

Enrique Falcón
Fragmento de Tesis de abril


La marcha de 150.000.000: El Saqueo

"Porque nada sé de ti
que no sea el paso de los bueyes por el rostro

no
de ti porque frente eres
alta de piedra y cordillera en lucha
empinándote con venas sobre todas estas marchas
gimiendo tú de fugas y estaciones secas en la cárcel

por
eso digo
que nada es tuyo y que dibuja
mi palabra nevados por la sangre
que la hambruna habría de robarnos
(así los muertos) pájaros heridos y asco de montañas aullándote los ojos-
bien-
aventuradas estas manos es-
tas clavículas en paso incierto por las lomas
dolorosas de mi cuerpo blanco,
porque sé que no eres cáncer
ni hierba triste torciéndote los hombros

Como un músculo mordido,
como un cuenco de salitre
vi tu huida de las chozas, tu muerte en matemática
oleada de sogas y puñales,
la mordaza de la hoja tras el ruido,
no yo,
antes que cayeran las sonajas de la noche.
(Porque nada sé de ti,
para dejarme matar
he de dejar de mirarte):
Del
desastre entre nosotros, un hombre que escapa
un hombre
perdido de orinas, nuevamente como ciervos
mojándose de luto,
un hombre entre los dedos, una rabia
de arena a las bocas de la muerte,
(...porque sé que desconoces...)
la costa entre el infierno en los Estados de Sitio,
y el olor del amoniaco y el éter desgarrándote el espanto
allí donde los valles
y una siembra de mercurio te concentra,
porque nada sé de ti
que no sean tus muslos hablándome tan altos...

que la agitación
larga de las luces
-escarcha y baba de volcanes son mi rostro-
rechine tras la edad de los dioses absurdos
y al final se desentierren 20.000 flores negras
(«...que cien escuelas rivalicen...»)
20.000 espaldas con capuchas y electrodos:
una líquida mención
a reclusiones bajo régimen de aislamiento
... Sin ropa apenas
acribillado de estrellas nueve veces,
emboscado tras el miedo
y el pulmón peleando por una nueva barricada boreal...

Porque nada sé de ti
ni el lugar donde te entierran látigo-de-barro,
que la tierra es de los pobres, cer-
vatillo de estaños tu mejilla y plática del tigre
Por eso las nieves se deslizan de tus ojos
parecida tú a ti cuando hablas
(frío adentro) y revives la revuelta
de los puños en Mayo
y el reparto de la tierra y la
necesaria expropiación del pan, o su conquista,
porque el propio jirón del vuelo ha predicado tu nombre en las matanzas
porque dices arrasal de arena entre las calles
porque tú, parecida a ti,
nada eres sino cuerpo en horizonte
y recodo de savia y bilis ansiosa de metal
(ansia tú, toda prodigio
hondo de la boca):

...destruidnos juntos.

Enrique Falcón


Lluvia temprana

"Esperan que te rindas.

Que devuelvas las canciones a sus cuartos.

Que lenta y pobremente
atiborres sus rincones con cristales

y apartes de tus hijos la visión de una revuelta.

Esperan que claudiques
–seas piel, dentada o marzo.

Que suavemente caigas.
Que así tu rendición.

No les libres de la piedra que respira en tus manos.
No les venzas los ojos.

Nada dice
de la lluvia temprana que va a abatir las puertas,

nada
de ese incendio intacto y por venir.

La tormenta, compañero, llegará.

Contra todos los pronósticos,
menos tarde que temprano,
–seas piel, dentada o marzo–
el ciclo de las lluvias / llegará."

Enrique Falcón


Salmo 23

"El Señor es mi pastor, nada me falta.
Por senderos tranquilos me conduce a la oficina,
sobre el miedo de los pobres me hace recostar
y derrama en mi cabeza perfumes y cosméticos.
Nada se le oculta, ni mi piel ni mis acciones.
Él las hace prosperar en los parques de la Bolsa,
bendice los desahucios desde el banco que dirijo
y proclama un nuevo tiempo en mis nuevas inversiones.
Su vara y sus escaños me dan seguridad.
Desde el parlamento, él obra maravillas.
Protege mis caminos con rebajas fiscales
y aparta de mi vista las presiones del pueblo,
esa terca voluntad a democracia, ese demonio."

Enrique Falcón