"Al enseñar a tu hija no olvides que sufrir también es útil. Enriquece el carácter."

Betty Smith
Un árbol crece en Brooklyn

"Bebo porque soy un derrotado y porque tengo conciencia de ello. Bebo porque sé que no soy capaz de sobrellevar mis responsabilidades. No soy un hombre feliz. Tengo mujer e hijos y no soy un buen trabajador. Nunca quise tener familia."

Betty Smith
Un árbol crece en Brooklyn



"En el verano de aquel mismo año, a Johnny se le ocurrió la idea de que sus hijos iban creciendo y desconocían el gran océano que bañaba las playas de Brooklyn. Creyó que ya era hora de que recorriesen los mares en barco. Así, pues, los llevaría a dar un paseo en bote. Fue madurando la idea y resolvió que visitarían Canarsie, donde saldrían a remar y pescarían un poco. Johnny nunca había salido en un bote de remos y jamás había ido de pesca. Pero ésa fue la idea que tuvo.
Se unía, extrañamente, a ese proyecto, y por un motivo que sólo sabía él, el empeño de llevar con ellos a la pequeña Tilly. Tilly era una niñita de cuatro años, hija de unos vecinos que no conocía, a decir verdad, no había visto nunca a la pequeña, pero deseaba hacer algo por ella, debido a su hermano Gussie. Todo esto se enlazaba con la idea de ir a Canarsie.
Gussie, un niño de seis años, era objeto de una oscura leyenda en el barrio. Era una robusta fiera de abultado labio inferior, había nacido como cualquier otra criatura y mamado de los enormes pechos de su madre. Pero allí terminaba su semejanza con todos los demás niños, vivos o muertos. Cuando cumplió nueve meses su madre quiso destetarlo, pero no hubo manera. Al quitarle el pecho, se negó a comer y beber, con biberón o sin él. Se pasaba el día quejándose en la cuna. La madre, temiendo que muriese de hambre, volvió a darle el pecho. Mamó encantado, rehusó cualquier otro alimento y se nutrió de la leche materna hasta casi los dos años. A la madre se le retiró la leche porque venía otro hijo en camino. Gussie se puso ceñudo y aguardó durante nueve largos meses. Rechazaba la leche de vaca, aunque se la diesen de formas diferentes, y se avino a tomar únicamente café negro.
Nació Tilly y de nuevo su madre estuvo en condiciones de amamantar. A Gussie le dio un ataque de histeria la primera vez que vio a su madre dando el pecho a la otra criatura. Se arrojó al suelo gritando y dándose golpes en la cabeza contra el piso. Pasó cuatro días sin comer y sin mover el vientre. Se puso tan macilento que su madre se alarmó. Pensó que sí le daba una vez el pecho no pasaría nada. Craso error. Fue como si un morfinómano tomase drogas después de un largo período de abstinencia. No se desprendía.
Agotó aquella vez y siempre en adelante toda la leche de su madre, y la pobre Tilly creció débil y flaca, alimentándose sólo con biberón.
Gussie tenía entonces tres años y era muy alto para su edad. Le vestían igual que a los demás niños, con pantalones cortos y zapatos de punta reforzada con bronce. En cuanto veía a su madre desprenderse la blusa se abalanzaba sobre ella. Mamaba de pie, apoyando un codo en la rodilla de su madre, con los pies cruzados descaradamente, y paseaba la mirada por todo el cuarto. No era una gran hazaña mamar en tal postura, puesto que los pechos de su madre eran voluminosos y casi descansaban sobre su regazo cuando los soltaba. Mamando de esa forma, Gussie ofrecía un espectáculo grotesco. Podía comparársele a un hombre que, con el pie apoyado en la baranda de un bar, fumara un pálido cigarro."

Betty Smith
Un árbol crece en Brooklyn



"La gente siempre cree que la felicidad es algo que se pierde en la distancia—pensó Francie—, una cosa complicada y difícil de conseguir. Sin embargo, ¡qué pequeñas son las cosas que contribuyen a ella! Un lugar para refugiarse cuando llueve, una taza de café cuando está abatida, un cigarrillo que alegre a los hombres, un libro para leer cuando una se encuentra sola, estar con alguien a quien se ama. Ésas son las cosas que hacen la felicidad."

Betty Smith
Un árbol crece en Brooklyn


"La vida es demasiado corta. Si alguna vez te enamoras de un hombre, no pierdas el tiempo bajando la mirada y haciendo muecas. Dile con franqueza: “¡Te amo! ¿Por qué no nos casamos?”

Betty Smith
Un árbol crece en Brooklyn


"Mira todas las cosas como si fuera la primera o la última vez. Así, tu tiempo sobre la Tierra se llenará de gloria."

Betty Smith, de soltera Elisabeth Wehner


" ... necesito a alguien a quien amar con otra clase de amor…"

Betty Smith
Un árbol crece en Brooklyn



"No puede haber en el mundo entero —pensó Margy Shannon— un lugar más frío y solitario que una calle de Brooklyn desierta un sábado por la noche. Al doblar una esquina se arrebujó aún más en el abrigo, que llevaba bien cerrado. Caminaba por las gélidas calles invernales porque tenía diecisiete años y un empleo. Ya era independiente. No tenía que regresar a casa hasta las nueve. Le parecía que debía hacer uso de su libertad, adquirida a un precio muy alto, aunque muriera congelada. ¡Qué fácil hubiera sido rendirse e ir a casa a sentarse en la cálida cocina! Pero debía resistir a toda costa: acostumbrar a su madre al hecho de que existía un mundo más amplio fuera de las paredes de aquel hogar mezquino. Por eso caminaba sola por las calles en una fría noche de enero.
Margy había dejado los estudios a los dieciséis años, después de dos cursos en el instituto del distrito Este. Había esperado con ilusión el momento de abandonar la vida escolar, ponerse a trabajar, ser independiente y tener un poco de dinero propio. Había anhelado empezar a vivir por su cuenta. Había encontrado un empleo; un empleo interesante. Era lectora de correspondencia en la agencia de venta por correo Thomson-Jonson, que tenía sus oficinas y almacenes cerca de los muelles de Brooklyn, a una hora de distancia de su casa en tranvía.
Pero la deseada independencia había resultado ser puramente teórica. Su madre mantenía tenso y vibrante el cordón de plata que las unía, y Margy, al igual que tantas muchachas de Brooklyn procedentes de familias pobres, se veía obligada a entregar el sueldo en casa."

Betty Smith
Mañana puede ser un gran día