Despedida

"Te fuiste.
Como se va la primavera.
Como se van todas las cosas.
Como se pierden en el mar las velas.
Y yo me quedé solo,
con las uñas clavadas en la arena,
viendo como se alejan las mareas.

Te fuiste.
Ni tu nombre recuerdo,
ni el color de tus ojos.
Sólo que por las tardes leíamos a Neruda;
aún me llega el timbre de tu voz profunda,
y el alarido de tu dicha, suelto,
huyendo a medianoche por la playa.

Te fuiste.
Irremediablemente huiste de mi vida.
Fue el océano tu cómplice fortuito:
zarpaste al borde de un balandro cualquiera
una tarde cualquiera.
Yo me quedé sobre la playa dilatada,
salpicado de ocaso, solitario en la arena.
Te fuiste.
Nos habíamos amado con la furia de los 25 años.
Todo fue cerca al mar:
besos de sal y yodo,
mordiscos de medusa enloquecida,
saltos de delfines en celo,
abrazos hasta brotar la sangre marinera.

Te fuiste.
Como se fueron también la rada familiar,
las velas madrugadoras de los camaroneros,
el lecho duro de nuestros combates clandestinos.
Hasta el mar cambió de rostro y de fragancia;
la codicia del hombre corrompió las aguas.
El aire mismo se llenó de venenos y de miasmas.

Te fuiste.
Como se van todas las cosas.
Y yo me quedé solo,
con las uñas clavadas en la arena,
viendo como se alejaban las mareas."

Luis Zalamea


En el comienzo

"Eres el comienzo, la luz y la esperanza.
Antes de ti era la nada y no habían nacido las palomas.
Qué angustioso vacío el vivir sin saberte,
aunque mis ojos adivinaran tu mirada lánguida
y fueran construyendo mis manos tu presencia,
inventando mis sueños piel, risa y esencia de tus besos.

Sin ti andaba yo al garete, en un mar de borrasca,
cuán alejado de todo puerto conocido.
Y el mar también era la nada.
Tendrías que llegar a darle un día
el verdor de tus ojos, la sal de tus pupilas,
un hontanar de lágrimas,
y la suave madrépora que crece entre tus labios.

Sin ti mi voz no tenía forma y su eco faltaba,
era el lloro de un niño que se pierde.
Tú le entregaste acento y le fijaste rumbo.
Y entonces pude cantarte toda, con la voz que me diste.

Antes de ti, la nada, la pegajosa angustia, la voz muda.
Mas hoy comienza a respirar mi mundo,
nutrido con tu luz, fincado en la esperanza."

Luis Zalamea


Regreso

"Acabas de llegar.
Cruzaste, en solitaria caravana, un desierto de sábanas,
las venas en sus múltiples ramas abrazando.
Atrás están quedando los montes calcinados;
la saeta que rompe la ventana del yodo;
la larga enredadera de los nervios;
el muelle negro donde los sueños de la noche zarpan.
y ya no escuchas las voces del mundo de fantasmas.

Estás radiante, nueva, completa, y hasta un poco celeste,
al emerger del reino prohibido de las sombras.
Estás triunfante, diáfana, infantil y hasta un poco felina. 
Lo fosco de la noche en ti fue derritiéndose,
olvidada la pena aguda de tu entraña.

Surge la única voz, con la esperanza;
la cortina incitante que descorre el mañana,
el fruto nuevo del dolor, tan bienamado,
y la centella poderosa de tu grito,

no ya de soledad ni de pavor ni hielo:
de entera dicha sin baldón ni frío.

Hasta encontrarte incólume,
espérame, triunfante, a la otra orilla del dolor."

Luis Zalamea


Viajera

"Duendecilla encantada, surgida de los bosques y el ayer:
me invitas a la fuga. Tenemos que viajar. No importa a dónde sea.
En el vagar hay ansiedad, a veces miel... y siempre espera.
Tuya la miel y la ansiedad. Y yo la espera y el temblor.

Déjame que sueñe, duendecilla: llegarías de incógnita viajera
como surgida de algún rincón de ala transparente
con tu pasaporte sellado de carmín, huellas de soledad... y ojeras.
Y tu equipaje de pesadumbre y caricias inéditas.

Si pudieras viajar hasta mí de polizón entre los vientos,
te esperaría, siempre te esperaría con las venas alzadas,
al final de algún banco prohibido de ostras celestiales
como huérfano huracán en busca de su vértice y su aya.
Llegarías vestida con el salobre raso de tus poros,
a proa el agresivo andamio de tus senos  (¡Ah suave territoriol)
mientras que del andar de tus caderas somnolientas
desearan los querubes imitar sones, hélices y piruetas.

Viajera eterna. Inconforme quelonia. Luciérnaga andariega.
Te esperaré, siempre te esperaré con el ancla levada.
Allí, en la bahía escondida de nuestro firmamento.
No me dejes tan solo ni tardes en tu viaje. Ven a nuestra nube parcelada."

Luis Zalamea