"El cuerpo es capaz de elevarse por encima de sus sujeciones terrenales cuando se abre a escuchar los poderes superfísicos."

Hilma af Klint
Lo que reza en un pequeño dibujo de la serie «Átomo», salido de su mano en 1917



"Fui una persona más bien solitaria. Nunca me casé ni tuve hijos, porque las cosas no se dieron. Me gustaba la filosofía espiritual, era vegetariana y siempre usaba algo negro. Medía un metro y medio de estatura pero tenía una gran energía, que me permitía realizar cuadros de gran tamaño. Disfruté siempre el arte, en especial después de abandonar el estilo figurativo realista de mis inicios y comenzar a incursionar de lleno en una dimensión más espiritual, a fines del siglo XIX. Recuerdo que con cuatro amigas formamos un grupo que llamamos “Las Cinco”. Nos reuníamos una vez a la semana para practicar la pintura y la escritura a partir de sesiones de espiritismo. A las demás les dio miedo continuar, así que seguí por mi cuenta, empezando a experimentar con el dibujo automático mucho antes que los surrealistas. Sólo abandoné mi trabajo una vez, para cuidar a mi madre enferma, durante algunos años. Después lo retomé, aunque me alejé definitivamente de la pintura en 1925, al decidir dedicarme por completo a los estudios teosóficos, otra de mis pasiones. Fallecí en 1944, a causa de un accidente automovilístico."

Hilma af Klint



"Hubo varias razones que me llevaron a pensar que mis piezas abstractas no serían entendidas en mi tiempo. Primero, siempre me enfrenté a la incomprensión de quienes me rodeaban. Mi familia era tradicional, muy católica, y me veían como a una persona bastante excéntrica. Sobre todo después de la muerte de mi hermana menor, Martina. Ella tenía sólo 10 años y yo, 18, cuando la afectó una gripe de la que no se recuperó. Quedé muy mal y empecé a interesarme en cómo poder comunicarme con el más allá. Pero no fue en esa época sino años después, mientras me ganaba la vida con cuadros naturalistas y dibujando estudios anatómicos para un instituto veterinario, que comencé a pintar en estados de hipnosis, en los que se me revelaban formas cromáticas y geométricas que plasmaba en las telas. Mi familia no veía con buenos ojos estas prácticas. Además, cuando el maestro de la antroposofía, Rudolf Steiner, tuvo la oportunidad de conocer mis obras a principios del siglo XX, me dijo que no serían apreciadas hasta 50 años más tarde. Así fue como, antes de morir, dejé todo a mi sobrino Erik, con la estricta petición de no exhibir mi trabajo abstracto hasta por lo menos dos décadas después de mi partida. Él nunca creyó que mis pinturas tuvieran valor y las ocultó en un depósito durante muchos años."

Hilma af Klint




"La vida es una farsa si una persona no vive para servir a la verdad."

Hilma af Klint