"¡Ah Madrid Madrid, solapada ramera, cuántas ilusiones seduces, atraes sobre tu seno, de todos los extremos de la patria, para darte luego el placer de exprimirlas, de dejarlas exhaustas, y de tirarlas a donde no vuelvan a incorporarse nunca, rendidas para siempre! ¡Cisterna, antro, sima, que mientras más devoras, más sientes aumentarse tu apetito! Pues bien: ¡Yo te he amado!"

Alejandro Sawa




“… Ahí tiene usted un hombre a quien le ha faltado el resorte de la voluntad! Lo tuvo todo, figura, palabra, gracejo. Su charla cambiaba de colores como las llamas de un ponche. […] Pues véalo usted en medio del arroyo, oliendo a aguardiente, y saludando en francés a las proxenetas.”

Alejandro Sawa, Max Estrella o Mala-Estrella



"Cómo sufre la cuerda cuando ahorca."

Alejandro Sawa



“Dormir es morir temporalmente; todo despertar es una resurrección.”

Alejandro Sawa
Iluminaciones en la sombra, 1910



“El niño se convierte en cura como el plomo se convierte en bala.”

Alejandro Sawa
Iluminaciones en la sombra, 1910




”El pueblo de principios de siglo, por heroico que se manifestara de 1808 a 1814, era un pueblo brutal y canalla. Miraba con ojeriza a Carlos lV porque lo conocía débil y con entusiasmo a Fernando Vll porque lo presentía tirano. A Fernando Vll, que demasiado joven por entonces, ensayaba para el porvenir desde Aranjuez y el Escorial sus felicísimas dotes de asesino furioso, de parricida, de liberticida, de bestia alimentada con carne cruda.”

Alejandro Sawa
Declaración de un vencido


"En mi escarnio físico, ciego, loco, yo pienso (...) que el estado natural de los hombres que ofrecen su alma en holocausto a la humanidad es el de una rebelde resignación, el de una bomba de dinamita que solo aguarda que la muevan para estallar."

Alejandro Sawa


”¡Es mucha cosa, esa, señor, de que sólo los imbéciles puedan ser completamente buenos en este triste mundo!”

Alejandro Sawa


”Es muy fácil en estas grandes ciudades como Madrid, morirse de hambre en medio de una plaza pública.”

Alejandro Sawa



"¡Este pobre dietario! ¡Cuántos días sin manchar de negro una sola página! Durante ellos, ¡qué sé yo! Ha llovido fuego del cielo sobre mi cabeza; he empeñado mis muebles para que no expulsen de la casa; he sufrido hambre de pan y sed de justicia; me he sentido positivamente morir, sin acabar de fenecer nunca… Ya no pido sino sueño. Quiero dormir. Dormir. (...) ¡Oh, el hablar de los simples! ¡Oh, el alfabeto místico de los que tienen muchas cosas que decir y no las dicen sino apenas! ¿Por qué Pío baroja se ha quitado su zamarra y se ha vestido con la triste camisa de fuerza de los pobres escritores de ahora? Es porque es un invetebrado intelectual. Es porque carece de consistencia. Es porque no tiene fuerza en los riñones para resistir pesos. Es porque nunca la escultura ha soñado en hacer cariátides con los tuberculosos."

Alejandro Sawa
Iluminaciones en la sombra



"Estoy tan poco hecho a la felicidad, que vivo asustado desde que la conozco."

Alejandro Sawa



“Jamás hombre más nacido
para el placer, fue al dolor
 más derecho.
Jamás ninguno ha caído
con facha de vencedor
tan deshecho.
Y es que él se daba a perder
como muchos a ganar.
Y su vida,
por la falta de querer
y sobra de regalar,
fue perdida.
Es el morir y olvidar
mejor que amar y vivir.
Y más mérito el dejar
que el conseguir.”

epitafio que le dedicó Manuel Machado



"La condesa tenía los ojos inyectados en bilis."

Alejandro Sawa




"Los ricos deberían ocultar su lujo para ser menos ofensivos."

Alejandro Sawa





"Quizá sea ya tarde para lo que me propongo: quiero dar la batalla a la vida.
      Como todos los desastres de mi existencia me parecen originados por una falta de orientación y por un colapso constante de la voluntad, quiero rectificar ambas desgracias para tener mi puesto al sol como los demás hombres... Quizá lo segundo sea más fácil de remediar que lo primero: hay indiscutiblemente una higiene, como hay también una terapéutica para la voluntad; se curan los desmayos del querer y se aumentan las dimensiones de la voluntad como se acrecen las proporciones del músculo, con el ejercicio, por medio de una trabazón de ejercicios razonados y armónicos. Pero para orientarse... Porque, en primer término, ¿dónde está mi Oriente?
      Me he levantado temprano para reaccionar contra la costumbre española de comenzar a vivir tarde, y me he puesto a escribir estas hojas de mi dietario
      Lo mismo me propongo hacer todos los días; luego repartiré mis jornadas en zonas de acción paralelas, aunque hetereogéneas; y digo que paralelas, porque todas han de estar influidas por el mismo pensamiento que me llena por completo: la formación de mi personalidad.
      Tengo edad de hombre, y al mirarme por dentro sin otra intención de análisis que la que pueda dar de sí la simple inspección ocular, me hallo, si no deforme, deformado; tal como una vaga larva humana. Y yo quiero que en lo sucesivo mi vida arda y se consuma en una acción moral, en una acción intelectual y en una acción física incesantes: ser bueno, ser inteligente y ser fuerte. ¿Vivir? Todos viven. ¿Vivir animado y erguido por una conciencia que sólo en el bien halle su punto de origen y su estación de llegada? A esa magnificencia osadamente aspiro. Que Dios me ayude.
      ¡Triste día el primero del año! Gris en toda su existencia, lloroso, haciendo de la tierra un barrizal y de los hombres, vistos a través de las injurias del cielo, como espectros soliviantados por intereses indecibles!
      ¡Y feos!... Jetas, panzas, ancas, y por dentro, en vez de almas, paquetes de intestinos y de vísceras inferiores. He vivido ayer doce horas en la calle, en plenas tinieblas a las doce del día, lleno de barro y casi obseso por el terrible miserere verliano
Il pleure dans mon coeur 
comme il pleut sur la ville,
sin haber acertado a vislumbar una sola cara completamente humana, facies hominis. ¿Serán más claros para los efectos de la psicología los días de lluvia que los de sol?
      ¡Qué espanto si la conseja del vulgo fuera cierta, si los trescientos sesenta y cinco días restantes tuvieran que ser iguales, como vaciados en el mismo molde, al día primero del año! ¡Trescientos sesenta y cuatro días sin sol y sin dignidad! ¡Trescientos sesenta y cuatro días sobre el fango y entre hombres!
      Y hoy, otro día más, lluvioso como el de ayer, con su amenaza de seguir buscando lo que ayer no encontré, lo que hoy, quizás, no alcanzaré tampoco. Y mañana... y después de mañana... y siempre, siempre...
      La lepra atrae; la salud rechaza
      Un leproso encontrará siempre otro que se le una. Lo propio del hombre sano es la soledad
      Sobre la mesa en que escribo y frente a mí tengo el reloj, del que no he de tardar en separarme. Marca en este momento las diez y cuarto, y apenas haya recorrido dos cifras más la manecilla que señala las horas, ya no será mío sino nominalmente.
¡Mi buen camarada! ¡Cómo preferiría, siendo propietario de manadas humanas, vender un hombre a desprenderme de mi reloj, aun siendo temporalmente!
      ¡Mi buen camarada, mi buen maestro!
      No caben en mil cuartillas lo que me ha enseñado, ni yo podría en diez años de palabrear decir cuánto su sociedad me reconforta. Lo amo por su forma deliciosamente curva (senos de mujer, lineamientos altivos de caderas, magnífica ondulación del vientre); por su color de gloria y de opulencia; por su esfera blanca que encierra la eternidad en doce números; por la fijeza, que aturde, de sus opiniones, y por lo invariable de su ritmo sagrado. Lo amo también porque su corazón inconmovible, es superior al mío y me sirve de ejemplo.
      Nos separaremos, pues. Él dejará de latir algún tiempo; yo habré, aunque me rechinen los dientes, de continuar oyendo, a falta de otro, el tic-tac siniestro de la péndula de Baudelaire: «Es la hora de embriagarse; embriagaos a cualquier hora, en cualquiera sazón, no importa en qué sitio ni en qué momento, para resistir el peso de la vida; embriagaos, embriagaos sin tregua, de vino, de amor o de virtud; pero cuidad de permanecer siempre ebrios.»
¡A la calle, a la batalla, a luchar con fantasmas! Pero son calles en que al andar se pisan corazones, y son fantasmas que ocultan bajo sus túnicas de niebla puñales y amuletos contra la dicha humana."

Alejandro Sawa
Iluminaciones en la sombra, 1901—1 de enero



"Se amaron con ansia, él en busca de idealidad, ella en busca de realidad y de idealidad, en busca de amor ya completamente formado.
Aquello pareció una disputa de delirio. Todo el mundo llegó a apercibirse en la casa y fuera de la casa, de lo que pasaba. Sólo el conde, mareado con sus maquinaciones políticas que le sentaban por lo visto, a maravilla, parecía ignorarlo todo; la condesa, empachada de grandeza, salía a pie, vestida con un traje negro de merino y acompañada de Gamoda, todas las mañanas, de ocho a nueve; tomaban en la parada de coches de la esquina una berlina cuyas cortinillas corrían inmediatamente y se hacían trasladar a los áridos alrededores de Z. Allí la despedían y se entregaban al placer de pasear triunfalmente del brazo, fingiéndose marido y mujer, y completando por medio de besos la manifestación de los pensamientos. Una mañana, paseando así del brazo, por una alameda, al revolver de unos árboles, Gamoda se encontró de manos a boca con un antiguo amigo suyo a quien no tuvo más remedio que saludar.
[...]
El incidente no pasó de ahí, de una sencilla presentación debajo de los árboles. Pero la condesa en su rabia de democratizarse, quería más, quería más todavía. Aquella insolencia con que paseaba su adulterio ante la vista asombrada de todo el mundo le parecía insuficiente, mezquina, más propio de una mujerzuela cualquiera, hipócrita y cobarde, que no de una gran corrompida rellena de vicio hasta el tuétano de los huesos... -Quería que todo el mundo se enterase de sus relaciones criminales y no pasaba nunca al lado de ninguna persona conocida, sin levantar la cabeza, sin erguirla, en actitud de provocación, de desafío… Así fuera el conde…: no se apartaría ella por eso del brazo de su amante. ¿No se ve el sol? ¿No se le siente por todas partes durante el día? ¿Por qué no se ha de sentir también al amor cuando hace estragos de incendio en las interioridades sagradas de las almas? ¿Es una vergüenza ser astro, amar y ser amada, ser un cuerpo lúcido?"

Alejandro Sawa
La mujer de todo el mundo




"Sí, críe usted hijos para eso; béseles los piececitos de chiquitines; aspírelos usted con ansia, como si fueran flores del campo que le hicieran bien a la salud y al olfato; sea usted padre y madre al mismo tiempo para ellos; aguante sus impertinencias y sus hedores; rómpase usted el alma trabajando para su porvenir; edúquelos repartiéndoles a pedazos la experiencia que ha ganado usted a costa de sus entrañas, dejándose el corazón á cachos por las encrucijadas de la vida; vístalos usted de señoritos; deles usted carrera, posición; cúbrales el cráneo con un birrete de doctor o licenciado; ráspeles usted su corteza de plebeyos con una onza mejocana, y no tenga usted cuidado, que andando el tiempo, esos mequetrefes se avegonzarán de usted, como si pudiera ser usted responsable de haber producido monstruos. (...) Recuerda -y este es un símil no enteramente desprovisto de sentido- las estruendosas bacanales de los esclavos en Roma durante las fiestas de Saturno. Las caras aparecen inflamadas por los ardores del vino, y los cuerpos epilépticamente alborotados por los sacudimientos del sexo. La palabra sale á borbotones, como el agua del manantial; y aquellas bocas de hombres y mujeres, por las que salen exclamaciones y frases completamente humanas, son una maravilla para el observador; porque, alargadas por las excitaciones del aguardiente y del sexo contrario, parecen jietas hirsutas, jietas de bestia, incapaces de dar salida á otro sonido que al grito imperativo que con la animalidad expresa sus sensaciones y sus deseos. Se ofrece allí el amar á gritos, no como mercancía, sino como placer y como instinto, también como descanso y como olvido, porque no hay uno entre aquellos bacantes de los dos sexos que no lleve la cara y las espaldas marcadas cn el círculo amortado que deja el látigo sobre la piel."

Alejandro Sawa
Crimen legal


”Soy un trabajador a quien no le pesa su azada. La hallo ligera; cavo con ella en mis entrañas, sin que se me enerve el brazo. Doy duro y aprisa, hasta remover profundamente todo lo que me rodea, y canto canción de amores al nuevo sol que aparece dorando el horizonte.”

Alejandro Sawa


"Una mujer que llora es invencible."

Alejandro Sawa




“Yo no quise nacer, pero me resulta insoportable morir.”

Alejandro Sawa



"Yo sostengo que la Nochebuena no es la fiesta de la familia, es la fiesta del egoísmo."

Alejandro Sawa
La mujer de todo el mundo