Discurso de Tlacaélel

"¿Qué es esto mexicanos? ¿Cómo ha podido llegar a existir cobardía en el pueblo del sol (Huitzilopochtli)?
Aguardemos, meditemos un momento,
Busquemos todos juntos un medio para nuestra defensa y honor
Y no nos entreguemos afrentosamente en manos de nuestros enemigos…
¿A dónde iremos?, este es nuestro centro, este es el lugar donde el águila despliega sus alas y destroza a la serpiente, es nuestra nación. ¿Quién no la defenderá? ¿Quién dará reposo a su escudo? 
Que resuenen los tambores en el polvo de la contienda anunciando al mundo nuestras voces!
El tiempo de la ignominia y la degradación ha concluido, llegó el tiempo de nuestro orgullo y nuestra gloria, ya se ensancha el árbol florido, flores de guerra abren sus corolas. Ya se extiende la hoguera haciendo hervir la llanura de agua, ya están enhiestas las banderas y en los vientos se escuchan nuestros cantos sagrados
¡¡¡Que se levante la aurora!!! Y sean nuestros pechos murallas de escudos, sean nuestras voluntades lluvia de dardos contra nuestros enemigos.
¡Que tiemble la tierra y se estremezcan los cielos, los mexicanos han despertado y se yerguen para el cambio!"

Tlacaélel o Tlakaélel
Del libro de Antonio Veslaco Piña, El azteca entre los aztecas


“Sacrifiquemos esos hijos del Sol, que no faltarán hombres para estrenar el templo cuando estuviese del todo acabado. Porque yo he pensado lo que de hoy más se ha de hacer; y lo que se ha de venir a hacer tarde, vale más que se haga desde luego, porque no he de estar atenido a nuestro Dios a que se ofrezca ocasión de algún agravio para ir a la guerra. Sino que se busque un cómodo y un mercado donde, como tal mercado, acuda nuestro Dios con su ejército a comprar víctimas y gente que coma; y que bien, así como a boca del comal de por aquí cerca a hacer sus tortillas calientes cuando quisiera y se le antojase comer, y que nuestra gente y ejércitos acudan a estas ferias a comprar con su sangre y con la cabeza y su corazón y vida las piedras preciosas y esmeraldas y rubíes y las plumas anchas y relumbrantes, largas y bien puestos, para el servicio del admirable Huitzilopochtli.
(...)
Este tianguis y mercados, digo yo Tlacaélel, que se ponga en Tlaxcala y en Huejotzingo, y en Cholula y en Atlixco, y en Tiliuhquitépec y en Técoac, porque si lo ponemos más lejos, en Yopitiznico o en Michoacán o en la Huasteca o junto a esas costas que ya no son todas sujetas, son provincias muy remotas y no lo podrían sufrir nuestros ejércitos. …”

Tlacaélel 


"Sosegaos y aquietad vuestros corazones, oh mexicanos, mirad que las cosas sin consideración no van bien ordenadas, reprimid la pena considerando que aunque vuestro rey es muerto, no se acabó en él la generación y descendencia de los grandes señores; es que hijos tenemos de los reyes pasados que sucedan en el reino con cuyo amparo haréis mejor lo que pretendéis que ahora; que caudillo a que cabeza tenéis, y aún que en vuestra determinación os guíe, no vais tan a ciegas, reportad vuestros animosos corazones, y elegid primero rey y señor que os guíe, esfuerce y anime y os sea amparo contra vuestros enemigos, y mientras esto se hace, disimulad con cordura, haced las obsequias a vuestro señor y rey ya muerto que presente tenéis y que después habrá coyuntura y lugar para la venganza."

Tlacaélel 
Códice Ramírez, 55, páginas 97 y 98