Enmerkar y el señor de Aratta

Este poema empieza con un preámbulo en el que se canta la grandeza de Uruk y de Kullab (localidades situadas dentro del territorio de Uruk o en sus inmediatas proximidades) desde el origen de los tiempos, y subraya la preeminencia que los favores de la diosa Inanna decían concederle sobre Aratta. En Aratta:

Crecía trigo por sí solo, como las habichuelas…
Colocaban el grano en sacos sobre los burros que llevaban canastas a
ambos lados.

A partir de aquí comienza la verdadera acción. El corazón de Enmerkar se volvió altanero, y decidió pedir ayuda a Inanna para que Aratta se sometiera a Uruk.

18 Un día, el rey escogido por Inanna en su corazón sagrado,
Escogido para el país de Shuba por Inanna en su corazón sagrado,
20 Enmerkar, el hijo de Utu,
A su hermana, la reina benefactora de deseos,
A la santa Inanna, envía una súplica:
«¡Oh, Inanna, hermana mía!: por Uruk,
Haz que las gentes de Aratta modelen con arte el oro y la plata,
25 Haz que traigan el puro lapislázuli extraído de la roca,
Haz que traigan las piedras preciosas y el puro lapislázuli.
En Uruk una sagrada «montaña» haz que sea profusamente
decorada.
En la mansión de Anshan, donde tú resides,
¡Que el santuario Eanna, sea en Aratta construido,
30 Del santo Gipar, donde tú has establecido tu morada!,
¡Que las gentes de Aratta erijan con arte el interior!.
Yo, yo mismo en su celda, recitaré plegarias.
¡Que Aratta se someta a Uruk!,
¡Que las gentes de Aratta,
35 Habiendo descendido de sus tierras altas las piedras de las montañas,
Construyan para mí la gran Capilla, erijan para mí el gran Santuario!,
Hagan surgir para mí el gran Santuario, el Santuario de los dioses,
Cumplan para mí mis sublimes órdenes en Kullab,
Construyan para mí el Abzu, como un monte sagrado,
40 Hagan para mí a Eridu resplandecer, como un monte,
Hagan para mí la gran Capilla del Abzu, como una caverna.
Y yo, cuando, saliendo del Abzu repetiré los cánticos,
Cuando traeré de Eridu las leyes divinas,
Cuando haré florecer lo noble dignidad de en, como un […],
45 Cuando colocaré la corona sobre mi cabeza en Uruk, en Kullab,
Ojalá que el […] de la gran Capilla sea llevado al Gipar,
Ojalá que el […] del Gipar sea llevado a la gran Capilla.
¡Y que las gentes admiren y aprueben!,
¡Y que Utu contemple este espectáculo con mirada alegre!».

Inanna, prestando oídos a la súplica de Enmerkar, le aconseja que busque un heraldo capaz de franquear los imponentes montes de Anshan, que separan Uruk de Aratta, y le promete que el pueblo de Aratta se le someterá y realizará los trabajos que él desea:

50 La que es […] las delicias del santo dios An, la reina que vigila el
País alto,
La Señora cuyo khol es Amaushumgalanna,
Inanna, la reina de todas las tierras,
Respondió a Enmerkar, el hijo de Utu:
«Ven, Enmerkar, voy a darte un consejo; sigue mi consejo;
55 Voy a decirte una palabra, escucha:
Escoge un heraldo elocuente entre […];
¡Que las augustas palabras de la elocuente Inanna le sean transmitidas en […]!:
Hazle trepar por las montañas entonces […],
Hazle descender de las montañas […].
60 Delante del […] de Anshan,
¡Que se prosterne, como un joven cantor.
Sobrecogido de terror por las grandes montañas!,
¡Que camine por el polvo!.
¡Aratta se someterá a Uruk!,
65 Las gentes de Aratta,
Habiendo descendido de sus tierras altas las piedras de las montañas,
Construirán para ti la gran Capilla, erigirán para ti el gran Santuario,
Harán surgir para ti el gran Santuario, el Santuario de los dioses,
Cumplirán para ti tus sublimes órdenes en Kullab,
70 Construirán para ti el Abzu, como un monte sagrado,
Harán para ti a Eridu resplandecer, como un monte,
Harán para ti la gran Capilla del Abzu, como una caverna.
Y tú, cuando al salir del Abzu repetirás las cánticos,
Cuando tú traerás de Eridu las leyes divinas,
75 Cuando tú harás florecer la noble dignidad de en, como un […],
Cuando tú colocarás la corona sobre tu cabeza un Uruk, en Kullab,
El […] de la gran Capilla será llevado al Gipar,
El […] del Gipar será llevado a la gran Capilla.
Y las gentes admirarán y aprobarán,
80 Y Utu contemplará este espectáculo con mirada alegre.
Las gentes de Aratta […].
[…]
Se prosternarán ante ti, como los carneros del País Alto.
¡Oh, santo “pecho” del Templo, tú, que avanzas, como un Sol
naciente,
Tú, que eres su proveedor bienamado!,
¡Oh […], Enmerkar, hijo de Utu, gloria a ti!».

Enmerkar envía pues, un heraldo con la misión de advertir al señor de Aratta de que entrará a saco en su ciudad y la destruirá si él mismo y su pueblo no le  entregan el oro y la plata requeridos y no le construyen y decoran el templo de Enki:

107 El rey las palabras de la santa Inanna, escuchó,
Escogió un heraldo elocuente entre […],
Las augustas palabras de la elocuente Inanna le fueron transmitidas
en […]:
110 «Trepa por las montañas […],
Desciende de las montañas […],
Delante del […] de Anshan,
Prostérnate, como un joven cantor.
Sobrecogido de terror por las grandes montañas,
115 Camina por el polvo.
¡Oh, heraldo, dirígete al señor de Aratta y dile!:
“Yo haré huir las gentes de esa ciudad, como el pájaro que huye de un árbol,
Yo le haré huir, como un pájaro huye hacia el próximo nido;
Yo dejaré Aratta desolada, como un lugar de […].
120 Yo cubriré de polvo, como una ciudad implacablemente destruida,
Aratta, esa morada que Enki ha maldecido.
Sí, yo destruiré ese lugar, como un lugar que se reduce a la nada.
Inanna se ha alzado en armas contra ella.
Ella le había aportado su palabra, pero ella la rechaza,
125 Como un montón de polvo, yo amontonaré el polvo sobre ella.
¡Cuando ellos habrán hecho […] el oro de su mineral en bruto,
Exprimido la plata […] de su polvo,
Trabajado la plata […],
Sujetado las albardas sobre los asnos de la montaña,
130 El […] Templo de Enlil, el Joven, de Sumer,
Escogido por el señor Nudimmud en su corazón sagrado,
Las gentes, del País Alto de las puras leyes divinas, me lo construirán,
Me lo harán florecer, como el boj,
Me lo harán brillar, como Utu saliendo del ganun,
Me adornarán su umbral!».

Para impresionar más al señor de Aratta, el heraldo deberá recitarle el «Maleficio de Enki». Este conjuro describe cómo este dios había puesto fin a la «edad de oro» del tiempo en que Enlil poseía el imperio universal sobre la tierra y sus habitantes.

136 «En aquellos días no había ninguna serpiente,
no había ningún escorpión,
No había hiena, no había león;
No había perro salvaje ni lobo;
No había miedo ni terror:
140 El hombre no tenía adversario.
En aquellos días en los países de Shubur y de Hamazi,
Sumer, donde se hablan tantas (?) lenguas,
el gran país de las «leyes divinas de principado»,
Uri, el país que tenía todo lo necesario,
El país de Martu, que descansaba en la seguridad,
145 El Cielo y la Tierra todo, las gentes al unísono (?),
En una sola lengua ensalzaban a Enlil.

Las diez líneas que vienen a continuación son tan fragmentarias que su sentido es
conjetural. No obstante, el contexto nos permite suponer que Enki, descontento o envidioso del poder de Enlil, decidió un día llevar la ruina a su imperio y empezó a suscitar conflictos y guerras entre los pueblos, y aquello fue el final de la edad de oro.

Pero entonces, el Padre-señor, el Padre-príncipe, el Padre rey,
Enki, el Padre-señor, el Padre-príncipe, el Padre-rey,
El Padre-señor enojado (?), el Padre-príncipe enojado (?), el Padre-rey
enojado (?),
[…] abundancia […],

El heraldo pues, después de haber cruzado las siete montañas, llega a Aratta y repite fielmente las declaraciones de su amo y señor al rey de la ciudad, pidiéndole una respuesta. Este último si embargo, se niega:

161 El heraldo la palabra de su rey, escuchó.
Durante toda la noche, viajó a la luz de las estrellas,
Durante el día, viajó en compañía de Utu el Celeste,
Las augustas palabras de Inanna […] le fueron transmitidas en […].
165 Trepó por las montañas […],
Descendió de las montañas […].
Delante del […] de Anshan,
Se prosternó, como un joven cantor.
Sobrecogido de terror por las grandes montañas,
170 Caminó por el polvo.
Cruzó cinco montañas, seis montañas, siete montañas.
Elevó los ojos, se acercó a Aratta.
En el patio del Palacio de Aratta puso con alegría los pies,
Proclamó el poderío de su rey,
175 Y transmitió con reverencia la palabra salida de su corazón.
El heraldo dijo al señor de Aratta:
-Tu padre, mi rey, me ha enviado a ti,
El rey de Uruk, el rey de Kullab, me ha enviado a ti.
-¿Qué ha dicho tu rey?, ¿Cuáles son sus palabras?,
180 -He aquí lo que ha dicho mi rey, he aquí cuáles son sus palabras.
Mi rey, digno de la corona desde su nacimiento,
El rey de Uruk, el Dragón amo y señor de Sumer que […], como un
[…],

El carnero cuya fuerza principesca colma hasta las ciudades del País Alto,
El pastor que […],
185 Nacido de la Vaca fiel al corazón del País Alto,
Enmerkar, el hijo de Utu, me ha enviado a ti.
Mi rey, he aquí lo que ha dicho:
«Yo haré huir las gentes de esa ciudad, como el pájaro que huye de un árbol,
Yo les haré huir, como un pájaro huye hacia el próximo nido;
190 Yo cubriré de polvo, como una ciudad implacablemente destruida,
Aratta, esa morada que Enki ha maldecido.
Sí, yo destruiré ese lugar, como un lugar que se reduce a la nada.
Inanna se ha alzado en armas contra ella.
Ella le había aportado su palabra, pero ella la rechaza,
195 Como un montón de polvo, yo amontonaré el polvo sobre ella.
¡Cuando ellos habrán hecho […] el oro de su mineral en bruto,
Exprimido la plata […] de su polvo,
Trabajado la plata […],
Sujetado las albardas sobre los asnos de la montaña,
200 El […] Templo de Enlil, el Joven, de Sumer,
Escogido por el señor Nudimmud en su corazón sagrado,
Las gentes, del País Alto de las puras leyes divinas, me lo construirán,
Me lo harán florecer, como el boj,
Me lo harán brillar, como Utu saliendo del ganun,
205 Me adornarán su umbral!».
[…]
«Ordena ahora lo que yo habré de decir a este respecto,
Al Ser consagrado que lleva la gran barba de lapislázuli,
A aquel del cual la Vaca poderosa […], el país de las puras leyes divinas,
210 A aquel cuya simiente se ha esparcido en el polvo de Aratta,
A aquel que ha bebido de la leche de la ubre de la Vaca fiel,
A aquel que era digno de reinar en Kullab,
El país de todas las grandes leyes divinas,
A Enmerkar, el hijo de Utu.
215 Yo le llevaré esta palabra, como una buena palabra, dentro del templo
de Eanna,E n el Gipar que está cargado de frutos, como una planta verdeante
[…],
Yo la llevaré a mi rey, el señor de Kullab».

Pero el señor de Aratta se niega a ceder ante Enmerkar, y a su vez se proclama, él
también, protegido de Inanna; es ella, precisamente, asegura, quien le ha colocado en el trono
de Aratta.

Cuando hubo hablado así el heraldo,
el señor de Aratta respondió:
«Oh, heraldo, dirígete a tu rey, el señor de Kullab, y dile:
220 “A mí, el señor digno de la pura mano.
La real […] del Cielo, la Reina del Cielo y de la Tierra,
La Dueña y Señora de todas las leyes divinas, la santa Inanna,
Me ha traído a Aratta, el país de las puras leyes divinas,
Me ha hecho cercar el ‘rostro del País Alto’, como una inmensa
puerta.
225 ¿Cómo sería posible entonces que Aratta se sometiese a Uruk?,
¡No!, ¡Aratta no se someterá a Uruk!, ¡Vete y díselo!”».

Entonces el heraldo le informa de que Inanna no está de su lado, sino que, siendo como es «Reina del Eanna de Uruk» ha prometido a Enmerkar la sumisión de Aratta.

Cuando hubo hablado así,
El heraldo respondió al señor de Aratta:
«La gran Reina del Cielo, que cabalga las formidables leyes divinas,
230 Que habita en las montañas del País Alto, del país de Shuba,
Que adorna los estrados del País Alto, del país de Shuba,
Porque el señor, mi rey, que es su siervo,
Ha hecho de ella la “Reina del Eanna”,
¡El señor de Aratta se someterá!,
235 Así se lo ha dicho ella en el palacio de ladrillos de Kullab».

Para no alargar demasiado este relato se resume aquí únicamente, sin traducir paso a paso, la continuación del poema:

El señor de Aratta, «consternado y afligidísimo», por esta noticia, busca la defensa y la réplica en los ritos mágicos que se basan en la oposición entre Kur y Hur-sag. Encarga al heraldo de incitar a Enmerkar a recurrir a las armas, manifestando que él por su parte, preferiría un combate singular entre dos campeones, designados cada uno de ellos por los dos bandos contendientes. Sin embargo el señor de Aratta quiere hacer creer por conducto del heraldo que devuelve a Enmerkar, al rey de Uruk que a continuación del abandono de su villa
por Inanna, el hambre se ha declarado en ella, y que en consecuencia, si le proporciona una gran cantidad de grano suficiente de cereales con rapidez, consentirá en rendirle homenaje. El heraldo regresa apresuradamente a Uruk y, en el patio del Parlamento, da el mensaje a Enmerkar.

Enmerkar acepta el tato, pero no se fía del todo y empieza por su lado a celebrar ciertos ritos para prepararse para el torneo que no ha hecho sino comenzar.

Después habiendo tomado consejo de Nidaba, diosa de la Escritura, esta entrega el «antiguo grano» que se había guardado en el templo de An, y hace cargar de grano sus acémilas, pero tomando la precaución de no enviar más que una cantidad insuficiente de grano, y ordena al heraldo que las transporte a Aratta y que las entregue allí al señor de aquella ciudad.

Pero el heraldo es portador, al mismo tiempo, de un mensaje en el cual Enmerkar, jactándose de su propia gloria y poderío, solicita del señor de Aratta cornalina y lapislázuli, que le son necesarios para la ornamentación del templo que quiere edificar. Además le informa que la mismísima Inanna la que deseaba que Aratta estuviera:

Bajo la sombra protectora de Uruk.

A su llegada, el heraldo descarga el grano en el patio del palacio y transmite su mensaje. El pueblo, alegre y gozoso, entusiasmado por la traída de grano, está dispuesto a entregar a Enmerkar la cornalina pedida y a hacerle construir sus templos por los «ancianos». Pero el encolerizado señor de Aratta, después de haberse jactado, a su vez de su gloria y de su poderío, toma a cuenta suya la demanda que le ha hecho Enmerkar, pone a éste una especie de enigma que es necesario resolver: se trata de fabricar un cetro que no sea de madera de
limonero, de cedro, ciprés, ni, continuando con una larga enumeración de árboles, de ninguna clase conocida, y en los términos que éste le reclama la entrega de cornalina y lapislázuli.

Al regreso del heraldo, parece, según el texto, que Enmerkar consulta los presagios y se sirve, a tal efecto, de una caña sushima que él hace pasar:

«De la luz a la sombra, de la sombra a la luz».

Y que termina por cortar (?). Después vuelve a enviar el heraldo a Aratta; sin embargo, esta vez, por todo mensaje, se contenta con confiarle el cetro. La vista de éste parece suscitar un gran terror en el señor de Aratta, el cual consulta su shatammu dignatario de la corte, y después de haber evocado con gran amargura la penosa situación en que la enemistad de Inanna coloca a él y a su pueblo, parece dispuesto a ceder a las exigencias de Enmerkar. No obstante cambiando de parecer, desafía de nuevo a este último:

«Será conocido quién es el más fuerte».

Y el astuto personaje pone un nuevo enigma: Recita esta vez un perro que no sea:
«Ni negro, ni blanco, ni moreno, ni rubio, ni moteado».

La nueva respuesta de Enmerkar es doble: pide previamente un vestido que a su vez no sea ni blanco, ni negro, etc., y hace saber que él también posee un perro maravilloso al que ese vestido convendrá.

Portador de este nuevo cartel de desafío, el heraldo regresa de nuevo a Uruk. Enmerkar le ordena entonces volverse a Aratta con un mensaje que consta de tres puntos: 1º: Él, Enmerkar, acepta el desafío del señor de Aratta y está dispuesto a enviarle uno de sus hombres para que combata contra el campeón del señor de Aratta. 2º: Exige que el señor de Aratta amontone en Uruk, para Inanna, el oro, la plata y las piedras preciosas. 3º: Amenaza de nuevo a Aratta con la destrucción total, si su señor y su pueblo no le traen «las piedras de las montañas» para construir y decorar el santuario de Eridu.

El pasaje que sigue en el texto ofrece un notabilísimo interés. Si la interpretación es correcta, indicaría, nada menos, que nuestro Enmerkar había sido, en opinión del poeta, el primero que escribió en tablillas de arcilla: habría inventado este procedimiento para remediar cierta dificultad de elocución que hacía a su heraldo incapaz de repetir el mensaje (¿t al vez a causa de su extensión?). El heraldo entrega la tablilla al señor de Aratta y aguarda su respuesta.

El señor de Aratta tomó la tablilla cocida del heraldo;
El señor de Aratta examinó la arcilla,
La palabra dictada tenía forma de uña.

¡Gran sorpresa!, el innombrado señor de Aratta se dirige al dios Ishkur (dios sumerio de la lluvia y de la tempestad), para implorarle asistencia. ¿Debía ceder o resistirse?. En aquel preciso momento:

Surgió una tormenta, como un gran león atacando.

La sequía fue interrumpida por un trueno que hizo que la tierra y las montañas temblaran.
De nuevo:

Aratta, la de los muros blancos.

Se transformó en una tierra de granos abundantes, ya que Ishkur proporcionó: trigo y habas salvajes y se las amontona delante. En vista de lo cual, el señor de Aratta recobra el valor. Lleno de confianza, advierte al heraldo de Enmerkar que Inanna no ha abandonado en absoluto a Aratta:

Inanna, la reina de todas las tierras,
No ha abandonado su casa en Aratta,
No ha abandonado su lecho en Aratta,
No ha entregado Aratta a Uruk.

Después de lo cual, como quiera que el texto del poema sólo está conservado en
fragmentos, se hace difícil percatarse de la sucesión de los acontecimientos. Únicamente una cosa parece clara, y es que el pueblo de Aratta, a fin de cuentas, llevó el oro, la plata y el lapislázuli pedido para Inanna a Uruk, donde lo dejó todo amontonado en el patio del Eanna.

Esto se debería a que Dumuzi quien se aliena en el bando de Uruk, provoca maleficios en la villa de Aratta desencadenando una tormenta sobre ella. La diosa Inanna los repara y se impone el fin de la rivalidad entre las ciudades y sus dos respectivos soberanos.

Así termina el «relato épico» más extenso de todos los descubrimientos hasta la hecha, el primero en su clase de la literatura universal.