"En la desembocadura del río Tweed, y en la jurisdicción del rey de Escocia, hay una noble ciudad llamada Berwick. En ella un hombre muy rico, pero, como se vio después, muy deshonesto, habiendo sido enterrado, después de muerto salió de su tumba por la noche (se cree que por obra de Satán) y anduvo de acá para allá, seguido por una manada de perros aullando, provocando así un gran terror entre los vecinos y regresando a su tumba antes del amanecer. Después de que esa situación continuara varios días y nadie se atreviera a estar en la calle después de anochecer —pues todos temían encontrarse con este monstruo mortífero—, las clases altas y medias del pueblo abrieron una investigación acerca de qué era necesario hacer. Los más ingenuos de entre ellos temían que, en caso de no hacer nada, serían destruidos por este prodigio de la tumba. Y los más sabios sagazmente concluyeron que, de no tomar medidas, la atmósfera, infectada y corrompida por la acción del cadáver pestífero, engendraría y extendería la enfermedad y la muerte, ya que había numerosos ejemplos de casos similares en los que fue necesario hacerlo. Entonces reclutaron a diez jóvenes de audacia reconocida y los enviaron a desenterrar el horrible cadáver, que cortaron en trocitos y convirtieron en alimento para las llamas. Cuando se hizo esto, la conmoción cesó. Se ha señalado que el monstruo, mientras estaba manejado por Satán, como se ha dicho, había comentado a algunas personas con las que se había encontrado por casualidad que los vecinos no tendrían paz hasta que él no fuese quemado. Tras hacerlo pareció que recuperaron la tranquilidad, pero una pestilencia que había surgido por su culpa acabó con la mayor parte de ellos."


Guillermo de Newburgh
Capítulo 23 del libro V de su Historia Rerum Anglicarum

Tomada del libro de Javier Pérez Campos, Son los Otros, página 21



"No sería fácil creer que los cuerpos de los muertos abandonasen sus tumbas, vagasen por ahí llevando el terror y la destrucción a los vivos y volvieran de nuevo a ellas, si no fuera porque hay ejemplos ocurridos en nuestra propia época que bastan para acreditar ese hecho, acerca de cuya veracidad existen abundantes testimonios."

Guillermo de Newburgh o Newbury, también conocido como William Parvus o por su nombre en latín Guillelmus Neubrigensis
Historia Rerum Anglicarum (s. XII)
Tomada del libro de Javier Pérez Campos, Son los Otros, página 14