“... abordamos el universo de la fantasmagonía cotidiana del que apenas hemos salido, un ambiente que es a la vez paradójico, paciente, sonriente, afable y también terrible en ocasiones”, un entorno que “apesta a desgracia”."

Jacques Yonnet
Calle de los maleficios: Crónica secreta de París


"En algunas zonas de la ciudad, hay lugares donde sólo lo eterno tiene cabida. Las personas sencillas que los frecuentan son las últimas en saber qué tipo de perennidad representan."

Jacques Yonnet
Calle de los maleficios: Crónica secreta de París


“En el barrio de Moufettard, mendigos y hechiceros y reyes gitanos viven en un cuento de hadas y misterios.”

Jacques Yonnet


"Entre personas que debían de haberse menospreciado unas a otras, nació un gran sentimiento de unión. ¡Menuda fauna, amigos míos!"

Jacques Yonnet
Calle de los maleficios: Crónica secreta de París


"Una ciudad muy antigua es como una charca, con sus colores, sus reflejos, su frescor y su cieno, su efervescencia, sus maleficios y su vida latente.
La ciudad es mujer, con sus deseos y repulsiones, sus impulsos y sus renuncias, y su pudor, sobre todo su pudor.
Para penetrar en el corazón de una ciudad, para conocer sus secretos más sutiles, hay que actuar con infinita ternura y con una paciencia a veces desesperante. Hay que rozarla sin hipocresía, acariciarla sin segundas intenciones, y hacerlo durante siglos.
El tiempo trabaja para quienes se sitúan fuera de él.
No puede considerarse de París, no puede llamarla su ciudad, quien no conoce sus fantasmas. Impregnarse de sus grises, confundirse con la sombra indecisa e insulsa de los ángulos muertos, unirse a la multitud húmeda que, siempre a las mismas horas, surge o rezuma del metro, de las estaciones, de los cines o de las iglesias; o ser el hermano silencioso y distante de quien pasea solo, del soñador inmerso en una soledad desconfiada, del iluminado, del mendigo, del borracho incluso. Todo esto requiere un largo y difícil aprendizaje, un conocimiento de las gentes y los lugares que sólo se consigue tras años de paciente observación.
En épocas turbulentas aflora el verdadero temperamento de una ciudad y con más razón todavía, en el caso de París, que se sustenta sobre un magma de cerca de sesenta pueblos. Me he pasado los últimos trece años tomando notas de todo tipo, sobre todo historiográficas, ya que ése es mi oficio. En ellas, se cuentan una serie de acontecimientos de los que fui testigo o su muy humilde protagonista. Un cierto pudor o miedo inefable me impidió hasta hoy iniciar esta obra.
Debido quizás a ciertas condiciones particulares, me pareció que los sucesos irracionales que se van a tratar aquí correspondían al ámbito de lo fantástico, aunque lo fantástico a la altura del hombre.
A través de la observación de las situaciones más intrascendentes, he descubierto hechos extraños y coincidencias, una lógica hasta tal punto rigurosa que, movido por mi preocupación constante por ceñirme a la verdad, me he visto obligado a entrar en escena mucho más de lo que hubiera sido necesario. No obstante, era esencial definir la época, y yo, que estuve involucrado en ella hasta la médula, la he vivido con más intensidad que nadie. A fin de cuentas, jamás se me hubiera ocurrido contar una aventura personal sin antes constatar que estaba íntimamente ligada a la de la Ciudad, infinitamente más compleja y digna de interés.
Aquí no hay cabida para personajes ficticios ni historias que proceden únicamente de la imaginación del narrador, que podría ser cualquier otra persona.
Entiéndase este libro no como el más inquietante sino como el más inquieto de los testimonios."

Jacques Yonnet
Calle de los maleficios: Crónica secreta de París