" ...En la superficie de la Tierra y en sus entrañas, la existencia real de Agartha se sustrae a la vigilancia y al apremio de la violencia de la profanación. Sin hablar del continente americano, cuyos subsuelos ignotos le pertenecieron en tiempos de una muy lejana antigüedad, en Asia, sólo, cerca de mil millones de hombres conocen más o menos de su existencia y su grandeza."

Alexander Saint-Yves d'Alveydre


Luna, sol de los muertos, espectro del espacio

Que ilumina la tierra aquí abajo;
Astro cadavérico donde va el alma perdida
En el sueño y en la muerte ...
Luna, siniestra luna, astro de la locura,
¿Por qué el Odio y el Amor
Te muestran el furor y la melancolía
Que roban al ojo del día?
¿Por qué savia, sangre, flujo de las aguas, flujo de las almas,
Se ordenan en tus pálidas llamas?
El Gato y el Amante se bañan allí, languidecientes,
Y en el lecho del cementerio
¿Trabajas todo ser, a través de la materia,
Con una dulce ilusión o un sueño horrible?
¡Maga, dueña de los secretos magnéticos,
Del mundo de los presentimientos;
El aullido de los perros; los juegos cabalísticos
De las brujas y los nigromantes!
Tuyas son las pesadillas de los criminales fúnebres,
Las visiones en las tinieblas,
Las larvas, los búhos y los murciélagos,
Las vacilaciones de los Manes,
Las apariciones de los espectros diáfanos,
El temor, los lúgubres gritos.
¡Tuyos los crujidos de las casas encantadas
Los fuegos fatuos sobre los estanques,
Las ruinas por las sombras y la muerte habitadas,
Los sudarios de pliegues flotantes!
¡Tuyas las salmodias en el fondo de los monasterios
y la trampa y los misterios
De los vampiros ocultos en el cuerpo de los vivos
Y el coro de las almas condenadas
Reposando bruscamente en el fondo de las chimeneas
El humo y la voz de los vientos! ...
Oh, Luna, astro fatal, ¿qué me quieres? ¡Ten cuidado!
¡Más fuerte que tus encantamientos,
Haré temblar ese rostro despavorido
Que pone de luto el firmamento!
En nombre de la Magia, en nombre del Tetragrama,
¡Habla! Es medianoche: el ciervo brama,
El gallo canta, el lobo aúlla, los marineros

Se hunden, el Océano loco se espanta!
¡La muerte agita a lo lejos su risa –su fanfarriaDe
gritos, estertores, y de llantos!
DIANA
¿Qué quieres de mí?. ¿Quién turbia en su gran misterio
a la reguladora de los meses?
¿Es un alma que se eleva y quiere huir de la tierra?
¿De dónde viene, del monte, del abismo,
El grito que me estremece, sorprendido en mis secretos?
¡Responde!
¡Habla, Virgen, obedece! ¿Mi nombre? ¡Qué te importa!
¡El Universo es mi partenón!
Camino en él por Dios en tu luz muerta,
¡Tú debes saber mi nombre!
¡Te acuso, responde! ...
¡Quiero la Verdad! En tu templo ópalo,
Si sólo eres esterilidad,
¿Qué fin persigues pues en el cielo, virgen pálida,
Alrededor de este globo habitado?
En nombre de la Magia, en nombre del Tetragrama,
¡Habla! ...
Hijo de Apolo, guardo por siempre el pasaje
Por donde las almas van a los cielos.
Sólo ves un lado de mi doble rostro:
¡El otro mira hacia los dioses!
Comprimo aquí abajo el efluvio de la tierra;
Con todo el peso de mi cráter,
Oprimo a los Espíritus, a las Almas y a los Cuerpos,
Y todo se eleva bajo mi pensamiento,
Todo entra en mi ritmo y alcanza el rocío
De mis silenciosos acuerdos.
Uno y desuno, acerco y opongo
Todo: Polos, Sexos, Elementos;
Soy el femenino latente en cada cosa;
Atraigo hacia mí los movimientos;
Que ceden, en su forma, a las leyes de mis semanas;

Bestias, Plantas, Muchedumbres Humanas,
Los fluidos, los vientos, las nubes, el mar,
Todo fluye hacia mí en su marea,
Desde el fuego central que brama hacia el Empíreo
Hasta los sutiles confines del Aire.
Presido la muerte, ordeno el nacimiento,
Pues nacer, es morir también;
Las generaciones giran bajo mi poder,
Tengo sus llaves de plata y oro;
Devuelvo al Sol las almas inmortales
Cuyo Espíritu ha ganado sus alas
Para escapar al torrente de las generaciones;
O bien, en el fondo del espacio,
Las anudo a la Mujer, y su Destino vuelve
Al juego de mis remolinos.
¡Ah! ¡Si las vieras, a las Almas invisibles
Salir en enjambres de las tumbas,
Vacilar y elevarse en mis rayos apacibles,
Deslizarse juntas en las aguas!
Unas por los campos tomando su curso alocado
Más rápido que la palabra,
Pasan, a ras del suelo, se lanzan a los aires,
Se suspenden en las nieblas baldías,
Recaen en los mares y bailan sobre las olas
O sueñan en las rocas desiertas.
Otras, franquean la esfera de las nubes
Y se disponen a volar hacia mí,
Escalando el Éter, trepando en mis espejismos,
Rodando, temblando de emoción.
Remontando –llegando a mí palpitantes de sueños,
Jugando en rebaños sobre mis arenas,
Zambulléndose en mis volcanes, buscándose, llamándose,
Encontrándose –formando sus grupos,
Y paseando sus coros por las cimas de mis valles
De mi gran circo centelleante.
¡Pero la Tierra te lleva, adiós! Habla a las estrellas:
Yo, te pierdo en el horizonte,
Bardo, cuando abandones de tu cuerpo las velas
En su fúnebre prisión,
No temas nada, ven. Coge mis corceles de luz,
Cree, y hacia la fuente primera

De la que emerges, hacia el Dios soberbio, hacia el arco bermejo,
Tendiendo fuertemente tu pensamiento,
Vete, te dejaré desde mi esfera helada
Elevarte sin obstáculo hacia el Sol!"

Saint-Yves

(Testament Lyrique, París, 1887, in-8.º, págs. 381-387, passim.) 
Tomado del libro La serpiente del génesis el problema del mal de Stanislas de Guaita



"...Varios millones de dwijas (dos veces nacidos) y de yoguns (unidos en Dios) forman el círculo grande o, mejor dicho, el hemiciclo. Por encima de ellos, caminando hacia el Centro, se encuentran cinco mil punditis-pandavas, algunos de los cuales se ocupan de la enseñanza propiamente dicha, y los demás, de la Policía interior o de las Cien Puertas... Su número de cinco mil corresponde al de las raíces de la lengua védica. Después de los pundits, vienen distribuidos en grupos más o menos numerosos, las circunscripciones solares de los trescientos sesenta bagawandas o cardenales. El círculo más elevado y más cercano al misterioso Centro se compone de doce miembros que representan la iniciación suprema. Por encima de ellos no hay más que el triángulo formado por el Soberano Pontífice, el Brahmatma, soporte de las almas en el "Espíritu de Dios", y sus dos asesores: el Mahatma, representando el Alma Universal, y el Mahanga, símbolo de toda la organización material del Cosmos..."

Alexandre Saint-Yves d'Alveydre