" ...Les diré, desde luego, que no soy supersticiosa, que no creo en fantasmas, ni en la magia ni la brujería. He aquí los hechos: hace alrededor de treinta años, mis padres compraron una casa en el pueblecito de Rebais (cerca de Coulommiers). Esa casa es muy antigua y los títulos que poseen mis padres hacen remontar sus primeros propietarios al siglo de Luis XI. La casa es mucho más vieja, y más todavía la bodega ..,y dé la bodega se trata. Cuando bajé por primera vez a esa bodega, apenas crucé la puerta recibí como un choque, y vi ante mis ojos un tesoro. No le dije nada a mi madre, creyendo en una alucinación. La segunda y la tercera vez, el mismo choque, la misma visión..., un tesoro cuyas piezas veo entremezcladas confusamente, tesoro que debió ser escondido (si hay tal tesoro) con precipitación. Cuando salgo de la bodega, me parece tener la cabeza vacía (el espacio de un minuto) y ya no pienso en nada. ¿No encuentra que eso es extraño? ¿Hay verdaderamente un tesoro? ¿Es un hechizo incomprensible? Les hago en seguida el plano de la bodega... Segunda carta. 8 de junio de 1951: ... La bodega de la visión pertenece a mi madre, que desea que ese misterioso hechizo que me aflige se aclare cuanto antes. La bodega se encuentra en Rebais a siete kilómetros de Fontenelle. Tercera carta. 20 de abril de 1953: He recibido las dos cartas de ustedes, pero habiendo tomado mis vacaciones no las he encontrado sino a mi llegada. La bodega en cuestión pertenece a mi madre y se halla en Rebais; pero no hemos encontrado nada porque no hemos buscado. A causa de hechos inverosímiles, mi madre ha cerrado su bodega mientras viva. Aunque lo que les escribo sea muy turbador, creo que sólo el azar es la causa..., a menos que, si hay un tesoro, esté protegido por esas fuerzas que se llaman ocultas. Sólo mi madre y yo estamos al corriente. Mi madre, días antes de aquel en que les cito, le pidió a la criada que bajara a la bodega para quitar las telarañas. La mujer cogió la escoba, bajó íos viejos peldaños de piedra y luego se negó a entrar en la bodega. Como la mujer es algo simple, mi madre no prestó atención al principio. Días después, uno de mis hermanos, que había dejado una cajita en la bodega, bajó a las nueve de la noche a buscarla. Con gran estupefacción, vio al fondo de la bodega una cabeza ovalada de unos cuarenta centímetros, fosforescente, con un ojo en cada extremo, que le miraba pestañeando. Subió muy de prisa. Cuando estuvo arriba, se dijo: “Vamos, Albert, eres hombre, y no te vas a poner a ver visiones”. Y con todo valor volvió a bajar; pero esta vez la cabeza vino a su encuentro, amenazadora. Huyó y al día siguiente, con luz, bajó no muy seguro. Pero no vio sino un hueso. No nos contó eso en seguida, de miedo a que no nos atreviéramos a bajar nunca más. Entonces les escribí para darles una cita para el sábado siguiente; pero no teniendo sellos a mano me llevé la carta a la fábrica, con intención de ponerla en el correo al salir de mi trabajo. Hacía apenas una hora que me hallaba trabajando cuando un prensa papeles que pesa sesenta y cinco kilos me cayó en la cabeza. Tardé tres meses en reponerme, y la carta no salió. Mi madre, que enfermó en los mismos momentos, concluyó que su bodega estaba encantada e hizo condenar la puerta. Esta es la causa de mi silencio. No me atreví a escribirles todo eso... porque tal vez estaba escrito. Les ruego, señores, aceptar mis mejores consideraciones...

Van E. de Boissy-le-Chátel
cartas de la señora Van E. de Boissy-le-Chátel, de Seineet-Marne, relativas a un misterio que trastornaba a su bodega y al espíritu de su familia.
Tomado del libro de Robert Charroux, Tesoros ocultos, página 169