"Bueno es ser bueno, pero es mejor serlo y parecerlo."

Antonio Royo Marín


"Para ser feliz, es necesario aprender  a olvidar todo lo desagradable del pasado."

Royo Marín



"¡Pobre pecador que me escuchas! Aunque lleves cuarenta o cincuenta años alejado de Cristo; aunque te hayas pasado la vida entera blasfemando de Dios y pisoteando sus santos mandamientos, fíjate bien: si quieres hacer las paces con Él no tendrás que emprender una larga caminata; te está esperando con los brazos abiertos. Basta con que caigas de rodillas delante de un Crucifijo, y honradamente, sinceramente, te arranques de lo más íntimo del alma este grito de arrepentimiento: “¡Perdóname, Señor! ¡Ten compasión de mí!” Yo te garantizo, por la sangre de Cristo, que en el fondo de tu corazón oirás, como el buen ladrón, la dulce voz del divino Crucificado, que te dirá: “Hoy mismo, al caer la tarde, al final de esta pobre vida, estarás conmigo en el Paraíso”."

Royo Marín



"La experiencia confirma diariamente estas verdades. El estímulo y acicate de un verdadero amigo es uno de los más eficaces para la conquista de sí mismo y la práctica del bien. Porque la amistad verdadera, como decía Bossuet, es «una alianza de dos almas que se unen para obrar el bien». La verdadera amistad es desinteresada, paciente hasta el heroísmo, sincera y transparente. No conoce la doblez ni la hipocresía, alaba al amigo sus buenas cualidades, pero le descubre con santa libertad sus defectos y flaquezas con el fin de corregirle de ellas. Nada tiene de sensual; se aprecia y ama únicamente el valor moral del amigo. «La amistad—dice todavía Bossuet— es la perfección de la caridad». Por eso no puede haber verdadera amistad si no va apoyada en la virtud. «No puedo amar a alguien—escribe el P. Lacordaire — sin que el alma se vaya tras el corazón y ande Jesucristo de por medio. No me parecen íntimas las comunicaciones si no son sobrenaturales. ¿Qué intimidad puede haber donde no se va hasta el fondo de los pensamientos y de los afectos que llenan el alma de Dios?» Ya Aristóteles distinguía tres clases de amistades: una fundada en el placer (sensual), otra en el interés (utilitarista), y la tercera en la virtud (honesta). Sólo esta última es verdadera amistad.
Tres son las principales ventajas que proporciona una verdadera y santa amistad: la de encontrar en el amigo un consejero íntimo, al que confiamos los problemas de nuestra alma para que nos ayude a resolverlos; un corrector prudente y cariñoso, que nos dirá la verdad sobre nuestros defectos y nos impedirá cometer innumerables imprudencias; un consolador, en fin, que escuchará con cariño el relato de nuestros dolores y encontrará en su corazón las palabras y remedios oportunos para suprimirlos o suavizarlos."

Royo Marín
 Teología de la perfección cristiana. 4ª ed., BAC, Madrid, 1962, página 739


"Se comprenden sin esfuerzo que los dones intelectuales tengan por prototipo la inteligencia, la ciencia, la sabiduría y el consejo de Dios. El don de piedad es como una imitación de la glorificación que Dios halla en sí mismo, en su Verbo. Y el don de fortaleza, como un reflejo de la omnipotencia y la inmutabilidad divinas. Pero ¿cómo descubrir en Dios un modelo del don de temor?
Sí que lo hay: su alejamiento de todo mal, es decir, su santidad infinita, que comunica a los hombres y a los ángeles, que «tiemblan» ante Él; algo de su pureza divina, inaccesible al más mínimo mancillamiento y dotada de un poder soberanamente eficaz contra todas las formas del mal. El Espíritu de Dios es un Espíritu de temor, lo mismo que lo es de amor, de inteligencia, de ciencia, de sabiduría, de consejo, de fortaleza y de piedad. En su acción personal en lo más íntimo del alma, el Espíritu del Padre y del Hijo transmite algo de la infinita detestación del pecado que existe en Dios mismo, y de su voluntad de oponerse al «mal de culpa», y de su ordenación del «mal de pena» por su vengadora justicia para su mayor gloria y para restituir el orden en el universo.
Un sentimiento análogo es participado, en el fondo de las almas, bajo la influencia directa del Espíritu de temor: ante todo, una detestación enérgica del pecado, dictada por la caridad; además, un sentimiento de reverencia para con la infinita grandeza de aquel cuya soberana bondad merece ser el fin supremo de cada uno de nuestros actos, sin la menor desviación egoísta hacia el pecado.
El modo deiforme del Espíritu de temor se mide por la santidad de Dios."

Antonio Royo Marín
El gran desconocido



"Yo mismo estuve en dos ocasiones en manos de los milicianos, con gravísimo peligro de ser fusilado, aunque no lo permitió Dios, porque no era digno de la gloria del martirio."

Royo Marín