"Aquella calurosa tarde en el Pireo, el puerto de Atenas, Sócrates y sus amigos ya habían comprendido que, al otorgar carácter absoluto a la libertad, ésta se pervierte y deja de ser para siempre el pilar sobre el que se construye la sociedad ideal. La libertad absoluta conduce inevitablemente a la injusticia y al asesinato. Por tanto, no es la libertad sino la justicia la que ha de convertirse en pilar. Sin embargo, dado que la justicia existe por obra y gracia de la sabiduría y el discernimiento de lo bueno, lo verdadero y lo hermoso, la sociedad justa requiere un liderazgo que tenga conocimiento de los valores supremos, a menos que los filósofos reinen en los Estados no habrá fin de los males para los Estados ni tampoco para el género humano.
(...)
Sócrates sigue en compañía de sus contertulios y aún no ha terminado de hablar. Sus amigos tampoco creen en la tesis del filósofo-rey. Conocen a demasiados intelectuales como para respaldar semejante planteamiento. Sócrates les aclara que sólo puede llegar a ser rey el verdadero filósofo, dotado por la naturaleza de una buena memoria, inteligencia, un espíritu noble, encanto, apego a la verdad, justicia, valentía y moderación. Sus amigos replican que si bien en teoría correspondería a ese “honnête homme” gobernar el Estado, la realidad resulta ser muy distinta. Los intelectuales son en su gran mayoría unos corruptos y los pocos que poseen las cualidades encarnadas por el verdadero filósofo de Sócrates son considerados por la sociedad como unos excéntricos, de modo que en ningún caso pueden asumir el gobierno. Sócrates les da toda la razón. Argumenta, sin embargo, que su objeto vital, la adquisición de la sabiduría, se ve sobre todo desacreditado por quienes se dedican a ello a título profesional. Esa gentuza hace mucho ruido en público y, sin saber muy bien qué es bueno o malo, qué es justo o injusto, emplea dichos términos siempre en consonancia con lo que opina al respeto la masa, esa gran bestia, llamando bueno a todo cuanto le agrada al vulgo y malo a lo que le molesta. Con estas palabras huecas, cargadas de presunción y autosuficiencia, orientadas en cada momento a aquello que espera oír la masa, esa gente conquista todo el poder. Mientras tanto, el verdadero conocedor de la sabiduría, que lleva una vida contraria a las necesidades de la masa, es abandonado a su suerte, quedándose solo y desatendido.
Sócrates lo sabía. Sabía que el verdadero filósofo jamás llegaría a ser rey. Sabía que el Estado ideal nunca jamás existiría y que jamás se pondría fin a los males que acechan a la humanidad. Sabía que el verdadero filósofo no podría ser más que un ejemplo.
A Sócrates, el excéntrico, el amigo de los valores eternos y la nobleza del espíritu humano, un hombre en la flor de la vida, le dio muerte el poder político."

Rob Riemen
El filósofo rey




"La cultura, como el amor, no posee la capacidad de exigir. No ofrece garantías. Y, sin embargo, la única oportunidad para conquistar y proteger nuestra dignidad humana nos la ofrece la cultura, la educación liberal."

Rob Riemen


“La enseñanza universitaria, el alma mater del cultivo del espíritu, está ya politizada.”

Rob Riemen


"La política debe ir de la mano de la cultura."

Rob Riemen


" ...la política es siempre y por definición una reducción de la realidad, sea de derecha o izquierda. Así, ¿qué pasa cuando un intelectual se transforma en un ente político? Adquiere una visión maniquea de quiénes son los buenos y quiénes los malos –los buenos son por lo general de izquierda, los malos de derecha, etcétera– e intenta justificar algo que siempre será injustificable. Aquí está el meollo de la democracia civilizada. Mi padre fue líder sindical, así que sé un poco de lo que hablo: esa gente luchó su vida entera por cambiar nuestra sociedad, por los derechos humanos, sin recurrir a la violencia. Digan lo que digan, hoy vivimos en una democracia libre... Pero volvamos al punto: el intelectual convertido en político corre el riesgo de no cumplir con la función que le atañe, intenta justificar lo injustificable y –lo peor de todo– está minando la quintaesencia de nuestra labor: tratar de dar a la gente los instrumentos del mundo de la cultura para enriquecer sus vidas."

Rob Riemen
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Traducción de Mauricio Montiel Figueiras


"Mi visión del mundo está determinada por el pensamiento de Thomas Mann, que no era alguien como Joyce, Kafka o Beckett, sino una mente mucho más conservadora. Era plenamente consciente de lo que estaba yendo mal, de modo que regresó al ideal del mito, sobre todo en José y sus hermanos y Doctor Fausto. Por razones de peso, tuvo que tratar con Schönberg en un momento en que se creía que la tradición no podía continuar porque se generaría un vacío: sería una traición que un compositor del siglo XX escribiera música como Beethoven. Mann siempre receló de esta clase de oscurantismo, así que se empezó a preguntar cómo lidiar con las nuevas realidades..."

Rob Riemen
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Traducción de Mauricio Montiel Figueiras


"No hay ninguna ley natural que diga que no habrá más guerras tribales en Europa. Y si la situación actual continúa, si no hay un cambio radical en términos no de economía o política sino de pensamiento –por ejemplo: qué significa ser europeo, por qué es importante la cultura–, si vemos que la respuesta no es el multiculturalismo sino el cosmopolitismo, por supuesto que habrá guerras tribales. Ya hay, de hecho, pequeños brotes: en Italia, el sur no se puede comunicar con el norte.
Pese a todo, no quiero ser etiquetado como un pesimista cultural, porque no creo en las moralejas de la historia. Lo que sí creo es que mientras tengamos nuestra libertad, podemos aceptar una responsabilidad social, incorporar cambios, marcar la diferencia."

Rob Riemen
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Traducción de Mauricio Montiel Figueiras