“Al principio, la energía de una familia surge de la miseria. Y esta miseria a menudo impulsa a un miembro de la familia a ir en busca de una vida mejor; y a veces allana el camino para que los demás miembros lo sigan. Entonces tienes una familia en ascenso, laboriosa y motivada. Y al cabo de una generación esa laboriosidad puede producir riqueza. Y con la riqueza llega la posición social, incluso la nobleza. Y con la nobleza llega el orgullo, y a menudo la arrogancia. La arrogancia suele ser un elemento que conduce al declive, y con el tiempo vuelven a la miseria.” 

Gay Talese



"Aunque tenga 80 años, siempre me he sentido como un novato, un recién llegado, un forastero. Y esa es una cualidad perfecta para un periodista. Estar ligeramente alejado de lo que ves e incluso de quién eres. Soy una persona fraccionada, compuesta por varias piezas que no siempre encajan. Por eso veo las cosas de manera diferente, algo que me ha ocurrido siempre."

Gay Talese


“Creo en la necesidad del contacto directo porque, además del diálogo, me interesa hacerme una idea visual de los rasgos y gestos del entrevistado, así como tener la oportunidad de describir la atmósfera del lugar en que acontece la reunión.” 

Gay Talese



“Cuando un editor mete presión hay que recordarle que si quiere calidad, un reportero necesita tiempo para crear un producto bello.”

Gay Talese


“Cuando un escritor tiene un bache creativo en su trabajo, por lo general puede ser muy creativo a la hora de encontrar maneras de escapar de él.” 

Gay Talese




"Cuando veo a la gente tan patriótica para mí es problemático. La gente que cree más firmemente, sea en la política o en la religión, no hacen sino definir la virtud, creer que ellos la poseen."

Gay Talese


“El 11-S acabó con el buen periodismo. Con la excusa de la seguridad nacional la prensa estadounidense dejó de hacer preguntas, ya no cuestiona el poder.”

Gay Talese


“El periodismo es la búsqueda de la verdad, no imponerse a los demás; que los demás te digan cómo ven el mundo, cómo viven.”

Gay Talese


“El periodismo es un reto. A veces, es muy poco popular ser periodista.”

Gay Talese



“El periodista es un artista. Hay arte en cómo se escribe, cómo se proyecta una historia.”

Gay Talese


“El periodista no debe estar predispuesto con la gente sino comprenderla.”

Gay Talese




"¿El primer consejo que le daría a un joven periodista? Leer ficción. Les diría que no lean periodismo, que lean a los grandes escritores; a los rusos, a los franceses, españoles. Lean escritores de ficción o poetas o ensayistas. No lean periodismo, menos ahora, que se perdió toda pretensión literaria."

Gay Talese




“Hay que ser conscientes de los demás y no ignorar a nadie.”

Gay Talese


"Hoy los periodistas no hacen bien su trabajo. Les falta imaginación y también olfato para saber dónde están las buenas historias."

Gay Talese


"John Augustus Roebling era un joven aplicado que había nacido en 1806 en la pequeña ciudad alemana de Mühlhausen, de un padre comerciante de tabaco que fumaba más género del que vendía y de una madre que rezaba para que su hijo llegara más lejos que su progenitor. Gracias en buena parte a la ambición y capacidad de ahorro maternas, Roebling recibió una buena formación en arquitectura e ingeniería en Berlín, tras lo cual trabajó para el gobierno prusiano construyendo carreteras y puentes.
La necesidad de poder desarrollar su creatividad lo llevó a Estados Unidos con veinticinco años, donde no tardó en hallar empleo como aparejador de vías férreas y canales en Pensilvania. Cierto día, tras haber reparado en la frecuencia con que se rompían las sogas de cáñamo que arrastraban los barcos por el canal, John A. Roebling comenzó a experimentar con una fibra más duradera y enseguida pasó a rellenar el cáñamo con alambre de hierro trenzado. Esta idea acabaría lanzándolos a él y a su familia a un negocio muy próspero, base de lo que hoy día constituye la Roebling Company de Trenton, Nueva Jersey, los mayores fabricantes de cable del planeta.
Por aquel entonces, sin embargo, empujó a John A. Roebling hacia un objetivo más inmediato: la construcción de puentes colgantes. En Alemania ya había visto algunos pequeños, sostenidos por cadenas de hierro, lo que hizo que se preguntara si un puente colgante no podría ser más liviano, largo y robusto, en caso de emplear cables de hierro, y tan resistente como para llegar a permitir el paso de vagones de tren.
La ocasión de comprobarlo se presentó en 1851 al recibir el encargo de construir un puente colgante sobre las cataratas del Niágara. Esta oportunidad solo fue posible porque el ingeniero designado en primer lugar abandonó el proyecto tras un desacuerdo económico con la empresa constructora. Se trataba de Charles Ellet, un ingeniero tan brillante como absolutamente impredecible y atrevido. Al enfrentarse al desafío de tender la primera cuerda sobre las cataratas del Niágara, Ellet halló la solución tras ofrecer cinco dólares al primer chaval que consiguiera que una cometa las cruzara. Luego se hizo construir una cesta con la que fue de un extremo al otro tirando a pulso de una cuerda. Acto seguido, cubrió el trayecto en sentido contrario acompañado de su caballo, mientras la multitud reunida en los acantilados para ver su hazaña gritaba y algunas mujeres se desmayaban."

Gay Talese
El puente


"Joseph no dijo nada. Cerró los ojos y permaneció inmóvil, resignado ahora a esa posición. Se sentía indignado y humillado. Notaba el aliento de Sebastian en la nuca. Aparte del gorjeo de los pájaros en los árboles y el lejano mugido de las vacas, no había más sonidos en la granja. Estaba dominado por Sebastian. Y sin embargo, estaba decidido a no llorar. Preveía más hostigamiento, pero en aquel momento Sebastian parecía haberse cansado o aburrido. Su cabeza descansó sobre la espalda de Joseph durante unos instantes, y de repente lo liberó. Joseph se inclinó hacia delante, y los brazos cayeron pesados y entumecidos a los lados. Se acuclilló con la cabeza entre las rodillas y comenzó a frotarse los brazos. Sebastian se le acercó y se quedó delante de él. Joseph vio las polvorientas botas de su hermano, pero no levantó la vista.
—Lo siento —oyó decir a su hermano, que le entregó un pañuelo, como si Joseph estuviera llorando, pero este lo rechazó de un manotazo.
Cayó al suelo. Joseph se enderezó y apartó la mirada de su hermano. Al otro lado del campo vio una carreta tirada por un caballo y unos peones, y el polvo que levantaban las ruedas. Era casi la hora de la siesta. Sin hacer caso de Sebastian, aunque consciente de la sombra inmóvil que se inclinaba a su lado, caminó rápidamente hacia el sendero del bosque que subía en cuesta hasta la carretera que llevaba al pueblo. Todavía tenía los brazos doloridos y entumecidos. En aquel momento odiaba a su hermano. Le odiaba y lo compadecía. Sebastian tendría que quedarse en la granja.
Aunque a Sebastian le había sentado mal que su abuelo le obligara a quedarse en la granja, también le desagradaba ir a la escuela. Contrariamente a Joseph, Sebastian había sido incapaz de seguir el ritmo de las clases. Apenas sabía leer ni escribir. Era un pendenciero. Después de varias quejas de los profesores, lo expulsaron para siempre del colegio; y fue en ese momento cuando Domenico Talese, su abuelo de setenta y tres años, el patriarca de la familia en Maida, aprovechó la oportunidad para poner a trabajar a Sebastian en la granja a tiempo completo.
Aunque en esa granja trabajaban otros cincuenta parientes y amigos, Domenico a menudo se quejaba de que casi todos eran unos pigri, perezosos, y unos meschini, inútiles, y también demasiado viejos y frágiles para un trabajo pesado. Los hombres más jóvenes y más enérgicos del pueblo ya se habían visto atraídos por la fantasía de la democracia en América, observaba a menudo Domenico con amargura, olvidándose de mencionar que entre los pioneros de esa fantasía se encontraba su hijo primogénito, Gaetano, el padre de cuarenta años de Sebastian y Joseph, que se había ido a América a la ventura a los dieciséis —en 1888—, después de una riña con Domenico. Según la historia que a Joseph le había contado su madre (que se había casado con su padre durante una de las visitas de este al pueblo, aunque luego se había negado rotundamente a acompañarlo de vuelta a América), la primera riña entre Gaetano y Domenico surgió cuando el primero se resistió a la determinación de su padre a obligarlo a trabajar en la granja. Y ahora Domenico intentaba hacer lo mismo con el hijo mayor de Gaetano, Sebastian, aunque procurara apaciguarlo con la promesa de que si le obedecía y permanecía lo bastante cerca de él para empaparse de su sabiduría, algún día se convertiría en el único heredero de su propiedad. Esta incluía no solo la granja, sino también el molino harinero de Domenico, su acueducto, su negocio de prestamista (si Sebastian aprendía a emular su astucia, le recalcaba siempre a su nieto) y también la hilera de casas de piedra de la ladera de la colina que Domenico poseía, y que la parentela de los Talese ocupaba como inquilinos.
Sebastian a veces se jactaba ante Joseph de la promesa de su abuelo de convertirle en un hombre rico, pero Joseph nunca sentía envidia de su hermano, siempre y cuando pudiera seguir yendo a la escuela, continuar con su aprendizaje entre la gente elegante de la sastrería de Cristiani y librarse para siempre de trabajar a tiempo completo en la granja que se convertiría en la aciaga posesión de Sebastian. Joseph no se imaginaba nada peor que acabar como él: tener que levantarse cada día a las cinco nada más oír los golpes de látigo que daba su abuelo contra los muros de la casa a modo de despertador; y luego montar una mula y sumarse a la lenta procesión de peones que recorrían los bosques en sombra hasta el valle, a la escasa luz de la luna al apagarse; y finalmente, fatigado tras todo un día de trabajo en la calurosa tierra, regresar a casa al crepúsculo con la cara quemada por el sol, los brazos picados por los mosquitos y las botas y la ropa mugrientas y hediondas."

Gay Talese
Los hijos







“La diferencia entre ficción y no ficción no es tan grande. Lo que las distingue es que una tiene que decir la verdad y la otra puede imaginarla.”

Gay Talese



“La Mafia: una resistencia revolucionaria dedicada a derrocar a déspotas extranjeros tan tiránicos como Carlos de Anjou.” 

Gay Talese



"La prensa es muy manipuladora... Trump no es racista."

Gay Talese


“Las historias de perdedores son más interesantes que las de ganadores, aunque sean menos comerciales.”

Gay Talese


"Leer el diario de Gerald Foos es averiguar que su primer amor del instituto fue el amor de su vida, y comprender que, como hombre de mediana edad en el desván, sentía nostalgia de cuando la gente solía mirarle a él y le vitoreaba desde las gradas tras conseguir un home run o anotar un ensayo. Y luego, después del partido, esperaba en el campo la llegada de su enamorada, la animadora estrella, que daba un salto en el aire con las piernas abiertas antes de aterrizar suavemente en su regazo, y entonces lo rodeaba con las piernas y lo abrazaba de una manera que nunca olvidaría.
Eso fue en 1953, su último año en el instituto, y en el periódico local su nombre aparecía a menudo y se describían sus proezas: «… Foos consiguió una hermosa carrera, huyendo de un par de perseguidores que pretendían placarlo en la línea de melé, y siguió avanzando tras llevarse otro golpe en la línea de 10…». Aquel año anotó varios ensayos, y poco después Barbara White volaba a sus brazos.
Veinte años más tarde, cuando ya los dos se habían casado con otras personas y ella se había ido a vivir con su marido a Arizona, Gerald, en un pronto, a veces dejaba el motel y recorría los ciento treinta kilómetros que lo separaban de su población natal. Le decía a su mujer que iba a visitar a su madre, Natalie, pero en realidad visitaba la casa donde había vivido Barbara White, donde al final de las tardes de invierno ella le sonreía y, con el dedo extendido, escribía su nombre en el cristal empañado de la ventana de su dormitorio."

Gay Talese
El motel del voyeur



"Los dos habían nacido en casas vecinas ancladas en una colina con vista al mar, en el seno de familias que se habían casado entre sí en el pasado y habían sido aliadas en las contiendas con los mafiosi en los pueblos cercanos. Los Bonanno y los Magaddino eran, las dos, familias grandes con muchas ramas y llevaban varias generaciones ejerciendo influencia sobre el orden que regía la vida de la gente en esa región. Se mantenían con el producto de sus granjas, a saber, granos, aceitunas, tomates y otros vegetales, y criaban ovejas y ganado para carne o para venta. Controlaban empleos para los cuales el gobierno destinaba pequeños fondos y tenían influencia en el puerto y entre los comerciantes, de los cuales percibían un tributo en pago por la protección que les ofrecían. Literalmente controlaban los pueblos de esa zona con tanta efectividad como solían hacerlo los antiguos príncipes y virreyes antes que ellos, imponiendo impuestos sobre sus súbditos por los servicios prestados, servicios que incluían el arbitraje en las disputas entre vecinos, la recuperación de bienes robados, la asistencia en todos los problemas familiares y la reparación personal de delitos cometidos contra el honor de un individuo o su esposa. Intercedían ante el juez en los juicios de sus paisanos y recibían favores de los políticos de Palermo a cambio de su apoyo sólido en las colinas. A menudo cometían actos ilegales, pero básicamente seguían sus propias leyes. Durante siglos, la pobreza y las desgracias de su región fueron ignoradas por el gobierno de Sicilia, por el parlamento de Roma y por docenas de gobernantes extranjeros anteriores; así que finalmente tomaron la ley en sus propias manos y la acomodaron a sus intereses, tal como habían visto que hacían los aristócratas."

Gay Talese
Honrarás a tu padre



"Los periodistas actuales no tienen ninguna tentación por ser reconocidos como estilistas de la prosa, como narradores con las técnicas de los escritores de ficción."

Gay Talese


“Los periodistas de hoy son como funcionarios. Falta curiosidad y escepticismo...y el ciclo de noticias de 24 horas que impone la red no ayuda porque los convierte en animales carroñeros.”

Gay Talese



“Mire a los sinvergüenzas que tenemos en Wall Street. Nadie ha sido enjuiciado por la crisis...si hubieran sido de la Mafia, hubieran ido a prisión para siempre.”

Gay Talese



“No hay carrera más importante que la del periodismo. Es la profesión para personas que quieren hacer algo de valor.”

Gay Talese



“No hay que comprometerse con lo obvio.”

Gay Talese



"No quiero hacer una crítica al periodismo hoy, pero también me gustaría decirte como un viejo, viejo, viejo ciudadano del periodismo, que estoy preocupado por la profesión. Creo que perdió parte del orgullo con el que yo me identificaba cuando me estaba formando. En el periodismo actual es difícil saber quién es el periodista. Tenemos tanta gente alrededor con smartphones y cámaras y cierto tipo de 'credencial' sobre sus carreras. Blogueros, lo que sea. Y estos periodistas están interesados en crear noticias, en crear situaciones 'visuales', que llamen la atención. En mi formación, a mí siempre me dijeron: no queremos que la atención recaiga sobre el periodista; nosotros no hacemos las noticias, nosotros las cubrimos."

Gay Talese



“No se puede hacer periodismo en Google o por e-mail.”

Gay Talese


"Nueva York es una ciudad de cosas inadvertidas. Es una ciudad de gatos que dormitan debajo de los coches aparcados, de dos armadillos de piedra que trepan la catedral de San Patricio y de millares de hormigas que reptan por la azotea del Empire State. Las hormigas probablemente fueron llevadas hasta allí por el viento o las aves, pero nadie está seguro; nadie en Nueva York sabe más sobre esas hormigas que sobre el mendigo que toma taxis para ir hasta el barrio del Bowery, o el atildado caballero que hurga en los cubos de la basura de la Sexta Avenida, o la médium de los alrededores de la calle 70 Oeste que afirma: ««Soy clarividente, clariaudiente y clarisensual».
Nueva York es una ciudad para los excéntricos y una fuente de datos curiosos. Los neoyorquinos parpadean veintiocho veces por minuto, pero cuarenta si están tensos. La mayoría de quienes comen palomitas de maíz en el Yankee Stadium deja de masticar por un instante antes del lanzamiento. Los mascadores de chicle en las escaleras mecánicas de Macy’s dejan de mascar por un instante antes de apearse: se concentran en el último peldaño. Monedas, clips, bolígrafos y carteritas de niña son encontrados por los trabajadores que limpian el estanque de los leones marinos en el zoológico del Bronx."

Gay Talese
Retratos y encuentros



“Nunca me he tomado en serio la definición que se hace de las gentes. Quiero conocerlos y ya veré yo la imagen que me hago. Quiero dar una oportunidad a la gente.”

Gay Talese


"Pero la siguiente ocasión en que Chestnut volvió a ver a John Lewis en una situación semejante, encabezando una fila de negros que atravesaban el puente de Selma, en la mañana del domingo 7 de marzo de 1965, vería luego su cuerpo tirado en la carretera, con los huesos rotos, sangre en la cabeza y el cráneo fracturado, mientras que el sheriff Clark y docenas de agentes de la ley perseguían a los manifestantes que huían de regreso a la capilla Brown, dejando a diecisiete de ellos esparcidos a lo largo de la carretera, doloridos y tosiendo a causa del gas, hasta que fueron llevados a un hospital segregado. El ataque de la policía fue tan rápido que ni siquiera Lewis, con toda la experiencia que había adquirido como cabeza del SNCC y Freedom Rider, pudo prever esta calamidad, este brutal y vengativo ataque por parte de la policía, que más tarde Lewis llegaría a considerar el peor y el mejor día de su vida.
Hasta unos pocos minutos antes de ser golpeado, iba caminando con tanta tranquilidad como si estuviera dando un paseo dominical a través del parque, guiando a un alegre grupo de parientes hacia un picnic. Se oían canciones que provenían de atrás, la cordialidad de hombres y mujeres negros aliados en su solidaridad, que llevaban junto con sus morrales el peso de sus creencias y la sensación de estar en el camino correcto hacia alguna forma de redención. Al lado de Lewis iba el representante de King, Hosea Williams, y detrás de ellos venía un par de organizadores de la campaña por el derecho al voto, de los condados cercanos de Lowndes y Perry (escenario del asesinato de Jimmie Lee Jackson); detrás de estos hombres venían dos veteranas activistas de Selma; una era higienista dental, y la otra, economista agrícola entrenada en Tuskegee, que trabajaba con familias de granjeros y estaba luchando para lograr registrarlos; y detrás de ellas venía el pastor de la capilla Brown junto con un educador que enseñaba ciencias en la secundaria negra; y detrás de ellos, formados de dos en dos, había cientos de personas más, hombres y mujeres de distintas ocupaciones y edades y también muchos estudiantes, casi todos vestidos con la ropa de domingo y obedeciendo las instrucciones de sus mayores de caminar solamente por la acera a lo largo del distrito financiero y comportarse de manera discreta y disciplinada, aunque todos los negros en esta larga procesión fueran culpables de lo que el juez Hare llamaba «conducta desordenada».
Sin embargo, la policía no los detuvo cuando siguieron hacia la zona comercial de Selma y tampoco fueron interceptados por ninguno de los muchos blancos indignados que se arremolinaban junto a las vitrinas de las tiendas a observar la procesión. Pero después de que los manifestantes que iban a la cabeza comenzaron a cruzar los arcos de la parte central del puente, pudieron ver que la carretera estaba bloqueada más adelante por filas de hombres con casco. A medida que John Lewis se fue acercando, reconoció a algunos de los agentes de uniforme azul de la policía estatal y a los miembros de la policía montada de la oficina del sheriff cuyo uniforme era de color caqui, y, por supuesto, a Jim Clark. Lewis pretendía seguir caminando hasta llegar a la barrera y luego supuso que le dirían que estaba bajo arresto y lo enviarían a la cárcel, hasta que J. L. Chestnut Jr. lo sacara bajo fianza. Esto se había vuelto una especie de formalidad para este joven pero muy experimentado activista de los derechos civiles. Ya había sido arrestado más de treinta veces desde que comenzó a protestar en los comedores de Tennessee, cinco años atrás, y aunque muchas veces, cuando fue Freedom Rider, había sido abofeteado, pateado, escupido y golpeado con pistolas por turbas de blancos y la policía, Lewis no previo que ese día, en la carretera hacia Montgomery, lo esperara un ataque físico. La reciente timidez de Clark en el palacio de justicia probablemente contribuyó a hacerle pensar eso, así que siguió hacia delante sin preocuparse, hasta que llegó a unos noventa metros de la policía y oyó que uno de los agentes comenzaba a gritar a través de un megáfono: «… Les doy tres minutos para dispersarse y regresar a su iglesia. Ésta es una marcha ilegal. No se les permitirá continuar».
Desde donde yo me encontraba, a la orilla de la carretera, enfrente de donde estaba Chestnut de pie sobre la plataforma de un camión, observé que muchos miembros de la policía montada del sheriff no parecían poder controlar plenamente sus caballos. Los animales parecían nerviosos, incluso delirantes, se levantaban sobre sus patas traseras y movían nerviosamente la cabeza, al tiempo que emitían sonidos de perturbación que eran interrumpidos por las imprecaciones de sus jinetes, que tiraban con fuerza de las riendas en un esfuerzo por permanecer sobre la montura. No sé mucho sobre caballos, pero en muchas ocasiones he visto a la policía montada de Nueva York controlando multitudes de manifestantes, y estoy seguro de que lo que estaba viendo allí era una situación caótica, ya fuera porque a los hombres les habían asignado unos caballos rebeldes con los que no estaban familiarizados, o porque los caballos mismos estaban reaccionando a la corriente de belicosidad que sus jinetes les transmitían a través de la silla. Pero el alguacil no parecía notarlo, mientras caminaba solo, lejos de la barricada, hacia el lado de la carretera donde estaba yo con otros miembros de la prensa. Llevaba su uniforme hecho a la medida y la gorra con la visera de la trenza dorada, y a medida que se nos acercaba, moviendo su porra, yo podía comprobar cómo se le iluminaba la cara y le brillaban los ojos, al ver las luces de muchas cámaras que lo fotografiaban."

Gay Talese
Vida de un escritor




“Presto atención a la gente ordinaria, porque yo soy ordinario.”

Gay Talese


“Si no hay una lucha de por medio, no hay progreso... El poder no concede nada si no media una exigencia. Nunca lo hizo y nunca lo hará... Es posible que los hombres no consigan todo aquello por lo que pagan en este mundo, pero sin duda deben pagar por todo lo que reciben.” 

Gay Talese



“Siempre tendrás más clientes de los que necesites cuando menos los necesites.”

Gay Talese


“Todas las familias tienen sus altibajos, y a veces una familia pasa de la miseria a la riqueza y de la riqueza a la miseria en tres o cuatro generaciones, y el proceso vuelve a empezar.”

Gay Talese


“Un joven teniente alemán que conducía una unidad de asalto había capturado a 8.000 italianos en un solo día, mientras que su unidad sufrió menos de una docena de bajas en toda la campaña. Se llamaba Erwin Rommel.” 

Gay Talese



“Un periodista curioso suele encontrar más conocimiento hablando con gente que no tiene poder.”

Gay Talese



“Un periodista tiene que estar harto, ser escéptico.”

Gay Talese



“Una buena historia nunca muere.”

Gay Talese



"Yo como periodista soy, en primer lugar, paciente, de movimientos lentos, deliberado, y cuando hago una pregunta y me dan una respuesta, no la acepto, pregunto: '¿qué quisiste decir con esto, qué con aquello?' Vuelvo sobre las cosas, empiezo un diálogo."

Gay Talese

"Yo escribo reportajes, y un reportaje no es ficción. Hay que poner mucho cuidado en no imaginar absolutamente nada. Que imagine el novelista."
Gay Talese