“He aquí un cuarto caso, en el cual soy el principal protagonista. Había hecho experimentos sobre la fabricación de la porcelana, y los vapores del ácido fluorhídrico, del que había hecho un largo empleo, me habían producido espasmos en la garganta. Estaba seriamente enfermo y con frecuencia me ocurría que me despertaran los espasmos de la glotis. Se me había recomendado tener siempre a mano el éter sulfúrico para respirar y hallar un pronto alivio. Recurrí a él siete u ocho veces, pero su olor me era tan desagradable que acabé por emplear el cloroformo. Lo coloqué al lado de mi cama y, cuando tenía que servirme de él, me inclinaba encima de la esponja en una posición tal, que cuando sobrevenía la insensibilidad, caía hacia atrás, mientras la esponja rodaba por el suelo. Una noche, sin embargo, caí de bruces, reteniendo la esponja aplicada sobre mi boca.

“Mme. Varley, cuidando a un niño enfermo, dormía en la habitación encima de la mía. Al cabo de algunos instantes, me di cuenta de mi situación, veía a mi mujer arriba, yo mismo acostado de espaldas con la esponja sobre la boca y en la imposibilidad absoluta de hacer movimiento alguno. Apliqué toda mi voluntad en hacer penetrar en su espíritu una clara noción del peligro que corría. Se despertó, bajó, y quitó al momento la esponja con gran espanto suyo. Hice grandes esfuerzos para hablarle y le dije: «Voy a olvidar esto e ignorar cómo ha ocurrido; pero no olvidéis decirme lo que os ha hecho bajar y entonces seré capaz de recordar todos los detalles.»

A la mañana siguiente hizo lo que yo le embargo, hice todo el día los mayores esfuerzos y llegué, al fin, a había recomendado, pero no pude, al principio, recordar nada. Sin recordar una parte de la totalidad de los hechos. Mí espíritu estaba en el cuarto de Mme. Varley cuando yo le di conciencia de mi peligro. “Este caso me ha hecho comprender los medios de comunicación de los espíritus. Mme. Varley vio lo que mi espíritu pedía y experimentó las mismas impresiones. Un día, encontrándose en trance parecido, me dijo: «Actualmente no son los espíritus los que os hablan, soy yo misma y me sirvo de mi cuerpo de la misma manera que hacen los espíritus cuando hablan por mi boca.» “Observé otro hecho en 1860. Acababa de establecer el primer cable atlántico.

Cuando llegué a Halifax, mi nombre fue telegrafiado a Nueva York; M. Cyrus Fied transmitió la nueva a St. John y al Havre. De tal suerte que cuando llegué, fui cordialmente recibido en todas partes y en el Havre encontré dispuesto un banquete. Se pronunciaron varios discursos y duró mucho la fiesta. Yo debía tomar el «steamer» que partía a la madrugada siguiente, y tenía la viva preocupación de no despertarme a tiempo. Empleé, pues, un medio que siempre, hasta entonces, me había dado buen resultado: consistía en imprimir enérgicamente en mí mismo la voluntad de despertarme a tiempo. Llegó la mañana y me vi yo mismo profundamente dormido en la cama. “Traté de despertarme, pero no pude. Después de algunos instantes, cuando buscaba los medios más enérgicos para salir del apuro, vi un patio en el cual había un gran montón de leña al que se acercaban dos hombres. Subieron sobre aquel montón y tomaron de él un pesado madero.

Tuve entonces la idea de provocar (en mí el sueño de que alguien me lanzaba una granada, silbando a su salida del cañón, estallaba y me hería en el rostro en el momento en que los dos hombres tiraban el madero desde lo alto del montón. Eso me despertó, dejándome el recuerdo de los dos actos: consistente el primero en la acción de mi ser intelectual, mandando a mi cerebro creer en la realidad de las ridículas ilusiones provocadas por el poder de la voluntad de mi inteligencia. En cuanto al segundo acto, no perdí un momento en saltar de la cama, abrir la ventana y comprobar que el patio, el montón de leña y los dos hombres eran tales como mi espíritu los había visto. Yo no tenía ningún conocimiento anterior de la localidad; ya que era de noche cuando llegué, la víspera, a la ciudad, e ignoraba que hubiese un patio. Es evidente que vi todo eso en espíritu mientras mi cuerpo yacía dormido. Me era imposible ver el montón de leña sin abrir la ventana.” En el relato siguiente es la misma persona la que se desdobla varias veces y sin ninguna participación consciente o voluntaria por su parte.

Cromwell Fleetwood "C.F." Varley
Declaración de Cromwell Varley
Tomado del libro de Gabriel Delanne  El alma inmortal