"Creo que el Verbo de Dios, el Hijo único del Padre, penetró en el seno pleno de esplendor de pureza virginal de María, la santa y radiante Virgen, rebosante de sabiduría divina y exenta de toda mancha del cuerpo, del alma y del espíritu. Se encarnó él, el incorpóreo, tomó nuestra forma aquel que por esencia divina estaba exento de forma en lo que se refiere al aspecto externo y a la apariencia... Quiso hacerse hombre para purificar al semejante con el semejante, para salvar al hermano por medio del hermano... Por eso eligió a una Virgen santa: fue santificada en su alma y en su cuerpo, y como fue pura, casta e inmaculada, llegó a ser la cooperadora de la encarnación del Verbo..."



San Sofronio de Jerusalén
Así escribía, en su carta dogmática sinodal, el patriarca de Jerusalén, Sofronio, al papa Honorio I, a Sergio, patriarca de Constantinopla, y a otros patriarcas, en el año 634



"Pueblo mío, ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?
A cambio del maná, me has dado hiel,
a cambio del agua, me has dado vinagre,
a cambio de mi amor, me has clavado en la cruz."

San Sofronio de Jerusalén
"Popule meus", inspirado en los Tropos del Viernes Santo de Sofronio de Jerusalén