Ardan nuestros corazones

"¡Ardan nuestros corazones
Adorando al Salvador!
Y en amor ferviente unidos
¡Busquen paz en el Señor!
De su cuerpo somos miembros
De su luz reflejo fiel
Entre hermanos es Maestro
Suyos somos, nuestro es él.
¡Renovad el santo pacto
Y acercaos al Señor
Prometed a quien os salva
Fe, lealtad y puro amor!
Y si un día vacilara
Vuestra parte en esa unión
A Jesús clamad, oh fieles
Por firmeza y por fervor.

Oh, Amor, tú has ordenado
Que arda nuestro corazón
Vivifica nuestras almas
Líbralas de confusión
¡Prende tú la llama viva
Del amor que así unirá
A los hijos que ha engendrado
Nuestro Padre celestial.

La unidad de Dios y el Hijo
Sea nuestra unión aquí
Nadie pueda separado
De esta comunión vivir
Y seamos en la tierra
De Jesús el resplandor
Los testigos ante el mundo
Del eterno Salvador."

Nicolaus o Nikolaus Ludwig von Zinzendorf
Traducido al español por J. A. Soggin


“La esperanza de que el Salvador pronto vendrá, y nos recibirá en su descanso, es un pensamiento noble, dichoso, sensible y cautivador.”

Nicolaus Ludwig von Zinzendorf


Su sangre y su justicia 

Su sangre y su justicia son mis ropas y mi galardón;
y así vestido quiero estar cuando ante Dios me vaya a hallar.
Y aunque haya de comparecer no habrá denuncia que temer,
mi culpa ha sido absuelta ya, y en Cristo, ¿quién me acusará?

La multa cuelga de la cruz y el diablo allí la ve, a la luz;
el pacto antiguo lo rasgó el clavo que al Cordero hirió.
Mi sangre no es honor capaz de rescatarme y darme paz,
y aunque su pacto transgredí, ya no hay demanda contra mí.

El diablo en su retribución exige la crucifixión;
las almas que él así perdió el Salvador las rescató.
Yo sé que el diablo puede ver que justamente ha de perder
a aquellos que estando en prisión reciban justificación.

Ahora veo al que murió, Cordero santo que sufrió
tronco áspero desgarrador y reconozco a mi Señor.
Su sangre tiene tal valor que es bien cual no hay otro mayor,
tesoro de una inmensidad que durará la eternidad.

Aunque llegasen a aumentar los pecadores como el mar
el diablo obtuvo su jornal y él ase en vano su caudal.
La escolta de la eternidad, hueste incesante, sin maldad,
jamás vendrá a condenación pues se ha pagado su sanción.

Al justo Dios lo propició la sangre que Jesús vertió,
ante él sería vano afán si hubiese sido herido Adán.
Así no habría culpa más, mas se reiría Satanás;
no habría imagen del Señor: ser redimidos es mejor.

Ahora han de testificar de que en el cielo quiero entrar
los hombres y ángeles también que desde el cielo dan su amén.
Si por la gracia del Señor llegase a ser fiel servidor,
si el mal llegase a resistir, si no pecase hasta morir,
al verlos en la eternidad no pensaré ya en mi piedad,
verán a un pecador llegar, por el rescate, dentro a estar.

Allí el padre Abraham honor junto a los santos da al Señor,
y si en su libro miran, ven que pecadores son también.
Y si preguntan por mi ajuar cual se hace al que se va a casar,
respondo que desnudo huí del diablo y a Jesús vestí.

Mi hermoso traje he de guardar pues su ralea es singular;
la sangre de nuestro Señor conserva intacto su esplendor.
Cuando pregunten al final qué hice en la vida terrenal,
doy gracias a nuestro Señor, si algo hice, lo hice por amor.

Sabía que su inmolación lavaba con su inundación
y no hay por qué ceder al mal, fue mi alegría idea tal.
Si un mal deseo vi nacer, gracias a Dios, no hay que ceder
y dije a la avaricia: no; por esto Cristo, cruz sufrió.

Y no hubo más confrontación, fue este consejo solución:
lo expuse ante mi Dios tal cual, y así logré quitarme el mal.
E igual que el diablo al ver su luz es espantado por la cruz,
aquello que no alaba a Dios lo alejo de la cruz en pos.

Los santos se alborozarán y entonces todos cantarán;
y para mi felicidad, será en espíritu y en verdad:
Solo al Cordero he de adorar, pues fue inmolado en mi lugar
y así el pecado desterró y Dios en él nos aceptó.

Y mientras viva he de ayudar, mi corazón y mente
dar a todo el pueblo del Señor, a los cristianos, por amor,
pues el Altísimo mostró, cuando el Amado padeció,
amor tan alto que no hay ser que lo consiga comprender.

Vosotros, hijos del perdón: os pido con el corazón
que en la carrera terrenal os fiéis de Cristo hasta el final.
Maestros en particular: sobre su sangre hay que enseñar
o nada se conseguirá; vacía el alma quedará.

Bendito seas, Emanuel, que siendo Dios vestiste piel;
pagaste por la humanidad rescate por la eternidad.
Ayuda al que ha de predicar y al que desea abandonar la fosa,
y como pecador hallar refugio en ti, Señor.

Glorioso Jesucristo Rey, apiádate de nuestra grey,
bendice al que de ti va en pos, Hijo unigénito de Dios.
Y quiero que por mi elección por gracia, sea el galardón
tu sangre y ser vestido así de tu justicia puesta en mí.

Nicolaus Ludwig von Zinzendorf
Traducción: Andrés D. Messmer y Julia Palomino.Corrección


"Tengo una gran pasión -esta es Él y solo Él-. Por ello el mundo es mi campo ministerial y mi campo ministerial es el mundo, y de ahora en adelante el país donde yo sea usado para ganar almas para Cristo, ese será mi hogar."

Nikolaus Ludwig von Zinzendorf



“¿Usted suponía en el inicio que el Salvador iría a hacer tanto, como ahora nosotros vemos realmente entre los hijos de Dios de otras denominaciones, y entre los incrédulos? Yo sólo le pedí algunas de las primicias de nuestros días, mas ahora hay millares de ellas. Nitschman, ¡qué formidable caravana de nuestra iglesia ya está en dirección al Cordero!”

Nicolaus Ludwig von Zinzendorf
Lo que le dijo al obispo Nitschmann un día antes de su muerte