Díptico

"El sol colgado de un hilo
en el fondo de la calabaza
teñida de índigo,
hace hervir la olla del día.
Asustada por la proximidad
de las Hijas del Fuego
la sombra se esconde
al pie de las estacas.
La sabana es clara y cruda,
todo es terso, formas y colores.
Pero en los silencios angustiosos
hechos rumores,
de ruidos ínfimos,
ni sordos ni agudos,
surge un misterio denso,
un misterio sordo y sin contornos
que nos rodea y nos asusta.
El taparrabo oscuro
claveteado con clavos de fuego
tendido sobre la tierra
cubre el lecho de la noche.
El perro aúlla, el caballo relincha,
el hombre se echa en el fondo de su choza.
La sabana es sombría,
todo es negro, formas y colores.
Pero en los silencios angustiosos
hechos rumores
los senderos intrincados del misterio
se aclaran lentamente
para los que se fueron
y para los que han vuelto."

Birago Diop



El soplo de los ancestros

"Escucha más a menudo 
A las cosas que a los seres, 
La voz del fuego se escucha, 
Escucha la voz del agua, 
Escucha en el viento 
Al zarzal sollozando: 
Es el soplo de los ancestros. 

Aquéllos que han muerto no se han ido nunca 
Están en la sombra que se alumbra 
Y en la sombra que se espesa, 
Los muertos no están bajo la tierra 
Están en el árbol que se estremece, 
Están en la madera que gime, 
Están en el agua que corre, 
Están en el agua que duerme, 
Están en la cabaña, están en la multitud 
Los muertos no están muertos. 


El soplo de los ancestros muertos 
Que no se han ido, 
Que no están bajo la tierra, 
Que no están muertos. 
Aquéllos que han muerto no se han ido nunca, 
Están en el seno de la mujer, 
Están en el niño que llora, 
Y en el tizón que se aviva, 
Los muertos no están bajo la tierra, 
Están en el fuego que se apaga, 
Están en el peñasco que se queja 
Están en las hierbas que lloran, 
Están en el bosque, están en la morada, 
Los muertos no están muertos. 

Escucha más a menudo 
A la cosas que a los seres, 
La voz del fuego se escucha, 
Escucha la voz del agua, 
Escucha en el viento 
Al zarzal sollozando: 
Es el soplo de los ancestros. 

El reitera cada día el pacto, 
El gran pacto que une, 
Que une a la ley nuestra suerte; 
A los actos de los soplos más fuertes 
La suerte de nuestros muertos que no están muertos; 
El pesado pacto que nos une a la vida, 
La pesada ley que nos une a los actos 
De los soplos que se mueren. 

En la cama y en las orillas del río, 
Los soplos que se mueven 
En el peñasco que se queja y en la hierba que llora. 
Los soplos que moran 
En la sombra que se alumbra o se espesa, 
En el árbol que se estremece, en la madera que gime, 
Y en el agua que corre y en el agua que duerme, 
Los soplos más fuertes, que han tomado 
El soplo de los muertos que no están muertos, 
Los muertos que no se han ido, 
Los muertos que no están más sobre la tierra. 

Escucha más a menudo 
A las cosas que a los seres."

Birago Diop


"El horizonte tapado me envuelve los ojos. Los verdes del verano y los rojizos del otoño en filas, busco las vastas extensiones de la sabana y sólo encuentro las palabras despojadas, oscuras como viejos gigantes abatidos que la nieve se niega a recubrir porque sin duda fueron impíos...
Mal tejedor, el invierno no logra separar y cardar su algodón; únicamente hila y teje una lluvia fofa. Gris, el cielo está frío, pálido, el sol tiembla; entonces, cerca de la chimenea, recaliento mis miembros dormidos...
El fuego de la madera que uno mismo ha derribado y acarreado parece más caliente que cualquier otro fuego...
Cabalgando las llamas que saltan, mis pensamientos van uno por uno sobre senderos bordeados e invadidos por los recuerdos.
De repente, las llamas se tornan los rojos reflejos de un sol que se pone sobre las olas ondulantes. Las aguas hendidas forman, sobre el fondo que huye, fuegos fatuos furtivos. Cansado de su larga carrera, el buque contornea perezosamente la Punta de las Almadías.
-¿Son sólo eso las Mamas? -había preguntado una voz irónica al lado mío...
¡Y sí! Eran tan sólo eso las Mamas, el punto culminante del Senegal. Apenas cien metros de altitud. Había debido confesarlo a esta joven que se había mostrado tan tímida e insignificante durante la travesía, que no había resistido a las ganas de llamarla Violette. Y era Violette quien, burlándose, preguntaba si eran sólo eso las Mamas, y mis montañas le parecían demasiado modestas."

Birago Diop
Las jorobas de Khary