"Cuando llegó al Sena, el plomo de las nubes tintaba la corriente. Buscó el lugar, miró hacia abajo, donde las aguas adquirían una rapidez extraordinaria.
Sin vacilar, arrojó la bolsa que contenía todo cuanto sus padres llevaban encima la noche en que los mataron, todo lo que la policía había recogido en la casa para incluirlo en la investigación. Vio alejarse la bolsa de tela en dirección al mar. Sin hundirse, sin enterrarse para siempre en esos fondos de algas, de barro y de basura donde iba a parar todo aquello que la gente de París quería ocultar u olvidar. Se preguntó qué podía hacer. Miró de nuevo al Sena, pero la bolsa ya se había perdido de vista. Se alarmó. Pensó que tal vez el río la condujera hasta un muelle y que allí alguien podría rescatarla. Temió que acabara en las redes de algún pescador.
La bolsa fue recogida corriente abajo por los agentes del servicio de inteligencia alemán que vigilaban a Marie y llevada hasta un apartamento secreto en el Boulevard Arago. El apartamento estaba deshabitado y en la puerta figuraba un nombre falso. A la mañana siguiente los agentes quemaron todos los objetos en el horno de un activista de la extrema derecha francesa. Sucedió poco antes del amanecer, mientras fuera caía una intensa helada. Entre bromas, fueron arrojando aquellos objetos al fuego uno a uno, y percibieron, tal vez ilusoriamente, el olor de la sangre."

Diego Doncel
Amantes en el tiempo de la infamia


DONDE TERMINA EUROPA

Estamos solos a la orilla de estas aguas donde termina
Europa.

Estamos tú y yo con los restos de nuestro amor
preguntándonos qué hemos hecho
de nuestras vidas para llegar aquí.

Desde hace horas esperamos en este muelle desierto,
en esta plataforma metálica que flota sobre el mar.

A veces vemos arribar barcos vacíos
que vuelven a partir sin nadie, a veces oímos las sirenas
de los barcos que ya no llegarán nunca.

Los paneles electrónicos informan de rutas apócrifas,
de rutas perdidas en los horizontes oscuros.

Miramos a lo lejos. Nos manchamos las manos
con el óxido del abandono, los abrigos
con la basura de la última luz.

Hemos llegado a este puerto con el corazón
cargado de desprecio, odiando nuestra vida,
con las sombras de lo que fuimos alguna vez.

Al fondo de tu bolso, los pasajes se van llenando de
moho y de frío.

Queremos dejar atrás este país para buscarnos más allá,
para no ser sepultados por sus mentiras.

Huimos de nosotros mismos, de este modo de
civilización
para no ser ahogados por el malestar.

En las ventanillas no hay nadie, solo el destello
de los ordenadores, la tinta azul de los azulejos
que se desvanece en el aire marítimo.

Te sientas junto a mí buscando mi calor,
después de tanto daño, después de tanta pérdida
clavas tus ojos grises en los míos y respiras.

Nuestros documentos solo muestran las fotos de dos
desconocidos.

Nunca podremos huir, me dices, nunca nos dejarán en paz.

Han colgado en la vida el cartel de rebajas,
han hecho que nuestra intimidad sea solo una
superstición,
una estrategia de mercado.

En el crepúsculo la bruma es llevada de aquí
para allá por las grúas del puerto.

En el aparcamiento, un perro ladra pidiendo
que le arroje la carne de mi tristeza.

En la playa vemos cómo las algas sepultan las huellas del
verano.

Vámonos de aquí, me dices,
abandonemos deprisa todo esto,
dejemos incluso nuestras maletas
perdidas en la soledad de este embarcadero.

Somos dos fantasmas que no saben dónde están las cosas
que quisieron cambiar, que les avergüenza la palabra
revolución.

Fuimos engañados por lo verdadero, nos perdimos en lo
falso.
Algo se ha roto desde hace mucho tiempo en nuestro
interior.

Te levantas, con rabia arrojas nuestra ropa al mar,
nuestra vida a las aguas negras.

Vemos flotar nuestros sueños en el oleaje,
vemos flotar el tiempo en el que nos quisimos
y en el que nos destruimos, el tiempo en el que nos
deseamos
y en el que nos traicionamos.

La plancha oscura de la bahía tiene nuestras grietas,
el duro aprendizaje de vivir, el duro aprendizaje de envejecer
y de amar. Vemos hundirse nuestros secretos, todo aquello
que callamos, las vidas llevadas al margen
que seguimos ignorando porque son inconfesables.

Guardamos silencio.

El temblor de tus manos, el temblor de tu boca
y de tus ojos me hablan de la ternura y de la fragilidad.

Cojo los pasajes y los arrojo al viento.

No tenemos nada, no somos nada.
Los operarios nos encuentran al amanecer, llorando.

Diego Doncel



Hablando con Ofelia

Ofelia, me conoces tanto como yo a ti.

Floto muerto en la misma agua que tú flotas.

Junto a nosotros, las sombras de la noche
se mueven veloces como la paleta de un
sepulturero.

También yo fui devorado por la espera de un amor
imposible.

También yo tuve que aprender a vivir con promesas
vacías que ni siquiera el tiempo mitigó.

En la orilla, cerca de edificios tapiados del color de la
metadona,
la hierba está podrida por el influjo de la muerte.
Los pájaros ensucian los parques
con la música de los móviles del más allá.
Desde lo profundo de los extrarradios,
muy drogada, la niebla viene
de ver cómo se cuelgan los suicidas.

Finalmente supiste que el mundo era un lugar extraño
para las almas dóciles, oíste la furia de la melancolía
crecer dentro de ti, abrasándote la carne como la bala
de un asesinato, haciéndote explotar las venas,
violenta y roja, como un acto terrorista.

Somos pasto de leyes equívocas.

Somos lo que han creado nuestras heridas y nuestra
tragedia.

Corriente abajo, donde se refleja
el óxido del alumbrado público
y las sombras de las estaciones abandonadas, no van
nuestros cuerpos
sino nuestros sueños perdidos.

El viento mueve ya las lápidas en las que estarán grabados
nuestros nombres que después el invierno sepultará.

Amamos y fuimos traicionados por el amor.

Buscamos y estamos solos con los restos de nosotros
mismos.

Intentamos interpretar y acabamos poseídos por la
locura.

Las cosas tienen la dimensión de la ausencia,
la fatalidad del engaño.

Nunca tuvimos consuelo.

Somos aquello que no pudo vivir, que nunca pudo amar,
que se derrumbó por dentro y nadie lo pudo sostener.

Somos frágiles: nuestros sueños se perdieron
como se pierden las grandes pasiones, calladamente.

Ahora ya sabemos que el amor es un sentimiento
peligroso.

Sin embargo, te cojo la mano fría, te susurro al oído
las palabras que él no te dijo, los pequeños secretos,
las pasiones más íntimas.
Te acaricio la cara antes de que te vayas para siempre,
dejo en el agua el rastro de ceniza de mis dedos para que
puedas volver.

Diego Doncel


"La poesía no tiene que refugiarse en un gueto. Tampoco debe ser amable, ni someterse a las modas. Es fácil adaptarse a una corriente, y muy difícil crear una voz nueva, un mundo distinto. El poeta debe tratar de escribir lo mejor posible, sin rebajar el nivel de pensamiento. Tenemos que buscar fuera del tiempo."

Diego Doncel Manzano
El País, 29-6-1996



"No sólo está ella en la vida: es la vida, pero habita en otro reino. Nace desde el silencio oscuro de las cosas, y bajo su presencia, bajo su luz radiante un ser monstruoso sin piedad la configura. En mis adentros busca, por ello, las huellas de su nombre, bajo esta piel tan árida turbada por los astros. Busca en mí su calor. Ve en mi rostro su rostro. Besa esos tibios labios que ella dejó impregnados con la melaza y el aliento de su boca. No te importe el abismo, la locura, ni el miedo: son signos de su paso sólo a mí confiados y que en tu carne serán conocimiento. Ven, vuela, bebe de mis ingles el flujo sagrado de su sangre pues bajo su cuerpo estoy y estás, abandonada. Antes de ser yo ya era ella: en mis sombras y en mis fuegos y en mis éteres perpetuos se cumplía."

Diego Doncel
El único umbral