"A propósito del pueblo llamado Crawley de la Reina, se refiere que la reina Isabel, habiéndose detenido a almorzar en Crawley, en uno de sus viajes, gustó tanto de la cerveza que le presentó el Crawley de la época (hermoso caballero de barba rizada y bien conformada pierna), que inmediatamente erigió al pueblo en cabecera del distrito, con derecho a tener dos representantes en el Parlamento, y el pueblo, a partir del fausto día en que recibió visita tan ilustre, tomó el nombre de Crawley de la Reina, que conserva en la actualidad. La mano del tiempo y las mutaciones que los siglos crean en los imperios, en las ciudades y en los pueblos, han hecho, ¡ay!, que la población sea hoy muchísimo menos populosa de lo que fue en tiempos de la reina Isabel. Es más: tan a menos ha venido, que generalmente se le llama aldea arruinada... pero a bien que sir Crawley contestaría al calificativo, por cierto con perfecta razón: "Arruinada, ¿eh? Preguntadlo a mi caja, donde ingresan mil quinientas libras al año".
Era sir Pitt Crawley, así llamado en honor a su ilustre homónimo de la Cámara de los Comunes, hijo de Walpole Crawley, primer barón, guardasellos durante el reinado de George II, acusado de cohecho, como tantos otros caballeros honradísimos de la época, y Walpole Crawley, fue hijo de John Churchill Crawley, nombre que le impusieron en honor al célebre general del reinado de la reina Ana. Menciona, además, el árbol genealógico, que pende de uno de los muros del salón de la casa solariega de la familia, a Carlos Estuardo, llamado más tarde Barebones Crawley, hijo del Crawley de la época de Jacobo I, finalmente al Crawley de la reina Isabel, cuyo retrato, armado de punta en blanco y luciendo la luenga barba rizada sobre el peto de su armadura, fecunda el árbol que brota de su cintura, como es de rigor, y en cuyas ramas principales se leen los nombres antes mencionados. Junto al nombre de sir Pitt Crawley, barón, objeto de la presente memoria, figura el de su hermano, el reverendo Bute Crawley, que vino al mundo cuando el gran hombre del Parlamento estaba en desgracia, rector de Crawley-cum-Sanailby, y los de muchos otros miembros, varones y mujeres, de la familia Crawley.
Había casado en primeras nupcias sir Pitt con Griselda, sexta hija de Munge Binkie, lord Binkie, y prima, por consiguiente, del señor Dundas. Le dio dos hijos: Pitt, así llamado no tanto en honor de su padre cuanto en el del famoso ministro, y Rawdon Crawley, a quien dieron el nombre por llamarse así el amigo del príncipe de Gales, a quien Su Majestad George IV relegó al olvido más absoluto. Muchos años después del fallecimiento de su primera esposa, sir Pitt condujo al altar a Rosa, hija del señor G. Dawson, de Mudbury, la cual le dio las dos hijas de cuya instrucción iba a encargarse Becky. Hemos dado estas explicaciones para que los lectores se persuadan de que nuestra Becky va a entrar en el seno de una familia de ilustre nacimiento, y a moverse en un círculo incomparablemente más distinguido que el humilde que acababa de abandonar en la plaza Russell."

William Thackeray
La feria de las vanidades


"Al final de nuestra conversación, de cuyo contenido prometí informar a la señora Hoggarty, el director tuvo la amabilidad de decir que había decidido crear un puesto de secretario personal del director ejecutivo, y que yo ocuparía dicho cargo con un salario adicional de ciento cincuenta libras. Yo tenía doscientas cincuenta libras al año; la señorita Smith tenía setenta libras anuales de herencia. ¿Cuál había de ser mi actitud cuando podía ganar trescientas libras al año?
Gus, por supuesto, y todos los compañeros de la oficina a través de él, sabían de mi compromiso con Mary Smith. Su padre había sido comandante de marina, un oficial muy distinguido, y Mary, como he dicho, sólo me aportaba la cantidad de setenta libras al año. Y yo, como todo el mundo decía, con mi actual posición en la empresa y en la City de Londres, podría razonablemente haber aspirado a una señorita con mucho más dinero. Sin embargo, mis amigos estaban de acuerdo en que la relación era muy respetable y yo estaba satisfecho. ¿Quién no lo habría estado con un encanto como Mary? Por lo que a mí respecta, estoy seguro de que no habría cambiado a Mary por la hija del alcalde por mucha fortuna que pudiera tener.
El señor Brough, por supuesto, se enteró de mi próximo matrimonio como de todo lo concerniente a cada empleado de la oficina. Yo creo que Abednego le contaba hasta lo que cenábamos cada día. En efecto, su conocimiento de nuestros asuntos era asombroso."

William Thackeray
La historia de Samuel Titmarsh y el gran Diamante Hoggarty




"Como dice el jugador de dados: amar y ganar es lo mejor, amar y perder es lo mejor luego de eso."

William M. Thackeray




"Cuando camino con ustedes me siento como si tuviera una flor en mi ojal."

William M. Thackeray




"Cuando usted me mira, cuando usted piensa en mí, estoy en el paraíso."

William M. Thackeray


"La desesperación es perfectamente compatible con una buena cena, se los aseguro."

William M. Thackeray



“El buen humor es el mejor traje que puede lucirse en sociedad.” 

William M. Thackeray




"El mundo es amigable para las personas que también lo son."

William M. Thackeray


"El mundo es un espejo que refleja la imagen del observador."

William M. Thackeray




"Inspirar desesperada pasión es mi destino."

William M. Thackeray




"Junto a la excelencia, viene el reconocimiento."

William M. Thackeray



"La alegría más grande es la inesperada."

William M. Thackeray



"La cena fue hecha para comer, no para hablar."

William M. Thackeray



"La gente odia como ama, sin justificación."

William M. Thackeray


“La valentía nunca pasa de moda.”

William M. Thackeray





"Las mujeres no son sólo para conquistar, pero hay que conquistarlas."

William M. Thackeray


"Lo cierto es que su desesperación sorprendió a la mayoría de sus conocidos, dentro y fuera del regimiento, pues la joven dama no era ninguna belleza y tenía una fortuna más que dudosa, y Dennis, en apariencia, era un hombre muy poco romántico, al que parecían gustar más los filetes y el ponche de whisky que las mujeres, por muy fascinantes que fueran.
Pero no hay duda de que este tímido y tosco muchacho escondía en su interior un corazón más fiel y más afectuoso que muchos dandis con la belleza de Apolo. Por mi parte, jamás he comprendido por qué un hombre se enamora, y lo respeto de veras, independientemente de qué o de quién lo haga; es algo que, en mi opinión, está tan fuera del control del individuo como el contagio de la viruela o el color del pelo. Para sorpresa de todos, el segundo cirujano Dionysius Haggarty estaba profunda y seriamente enamorado; y en una ocasión, según me contaron, estuvo a punto de matar con un cuchillo de trinchar al joven alférez que hemos mencionado antes, pues tuvo la osadía de hacer una segunda caricatura, en la que se veía a lady Gammon y a Jemima en un fabuloso parque, rodeadas de tres jardineros, tres carruajes, tres lacayos y la silla volante. No admitía la menor broma sobre ellas. Se convirtió en un hombre irritable y pendenciero. Durante algún tiempo, pasó más horas en la consulta y en el hospital que en el comedor de oficiales. Dejó de comer aquellas grandes cantidades de carne y de budín a las que su estómago solía procurar tan rápido y espacioso alojamiento; y, cuando quitaban el mantel, en lugar de beber doce vasos de vino y de cantar canciones irlandesas con una horrible voz cascada y a gritos, como hacía antes, se retiraba a su habitación, o paseaba melancólicamente por el patio del cuartel, o fustigaba y espoleaba con enorme furia a su yegua gris por la carretera de Leamington, donde su Jemima (aunque invisible para él) seguía viviendo.
Cuando la temporada de Leamington llegó a su fin, al marcharse todos los jóvenes caballeros que frecuentaban ese balneario, la viuda Gam se retiró a su residencia habitual para el resto del año. Dónde se hallaba ésta es algo que no tenemos derecho a preguntar, pues tengo entendido que se había peleado con su hermano de Molloyville y que, además, era demasiado orgullosa para convertirse en una carga para nadie."

William Thackeray
La mujer de Dennis Haggarty




"Los buenos sentimientos ennoblecen las acciones más triviales."

William M. Thackeray


"Madre es el nombre de Dios en el corazón y en los labios de los niños."

William M. Thackeray


“Muchas veces compramos el dinero demasiado caro.”

William M. Thackeray





"Siga sus convicciones con honestidad y fortaleza."

William M. Thackeray


"Sin duda es mejor un amor prudente; pero es preferible amar locamente a carecer de todo amor."

William M. Thackeray


"Una persona malvada es como una ventana sucia, nunca deja pasar el brillo."

William M. Thackeray


“Una sonrisa es un rayo de luz en la cara.”

William M. Thackeray


"Todos mis amigos saben perfectamente que existe un plato al cual no puedo resistir; no, imposible, a menos de que haya comido y repetido de él. De modo, querido señor o señora, que también ustedes tienen su debilidad, su manjar tentador -indudablemente, pues si ustedes no lo saben, sus amigos lo saben de sobra-. No, querido amigo; la suerte ha querido que ni usted ni yo seamos personas del más refinado intelecto, de gran fortuna, de rancio linaje, de virtud acrisolada ni de apostura y fisonomía intachables. Nosotros no somos héroes o ángeles ni moradores de antros vergonzosos ni alevosos criminales, ni traidores yagos, familiarizados con el puñal y el veneno... No nos empleamos en acibarar nuestras distracciones ni en destrozar nuestros juguetes, mezclar con arsénico nuestro pan cotidiano, entreverar mentiras en la conversación ni a desfigurar nuestra letra. No; nosotros no somos asesinos monstruosos, ni ángeles que se pasean por la tierra... Al menos, yo sé de uno que no lo es, como puede comprobarse cualquier día en casa, cuando el cuchillo corta mal o el cordero viene a la mesa crudo."

William Thackeray
El viudo Lovel


"Toqué la campanilla con absoluta calma. «Zamor», dije a un corpulento negro, vestido de turco, que me servía, cuando vuelvas a oír la campanilla llevarás este sobre al Mariscal de la Corte; este otro, a Su Excelencia el general de Magny, y éste se lo darás a cualquiera de los caballeros de Su Alteza el príncipe heredero. Espera en la antesala con los sobres y no los lleves hasta que toque la campanilla por segunda vez.
El negro se retiró y, volviéndome a monsieur de Magny, le dije: Chevalier, el primer sobre contiene una carta que me habéis dirigido declarando vuestra solvencia y prometiendo solemnemente pagarme las cantidades que me debéis; la acompaña un documento escrito y firmado por mí (pues ya esperaba alguna resistencia por vuestra parte) haciendo constar que se ha puesto en entredicho mi honor y pidiendo que se ocupe del asunto vuestro augusto soberano. El segundo sobre va dirigido a vuestro abuelo, y en él una carta en la cual declaráis ser su heredero, y me limito a pedirle que confirme este extremo. El último sobre, para Su Alteza el duque heredero, y al decir esto ensombrecí el semblante, contiene la esmeralda de Gustavo Adolfo, obsequio que hizo a su esposa y que me habéis dado en garantía diciendo ser una joya vuestra. Vuestra influencia con la princesa debe de ser muy grande, no cabe duda, cuando habéis podido sacarle una joya como ésa, y cuando habéis logrado de ella que os descubriera -para pagar vuestras deudas de juego- un secreto del cual dependen vuestras cabezas."

William Thackeray
Las memorias de Barry Lyndon












No hay comentarios: