"¿A qué viene, pues, tanta ansiedad? La poesía es un acto secreto y misterioso, y el crecimiento del poeta tiene lugar en él, no fuera de él. Así pues, cuanto menos se le manipule mejor, y evitemos crearle malsanas desazones. La poesía no tiene público, sino lectores, y no la hace la prisa, sino una larga paciencia."

Francisco Brines Bañó
El Urogallo, nº 12, abril 1987


Aceptación

"Saliste a la terraza
pensando que la brisa de la noche
podría devolverte al que eres siempre.
Mas la tibieza que en tu cuarto había
era un ámbito ,allí, bajo la calma
de alejadas estrellas.
Olvidar pretendías unas horas
todavía recientes, la penumbra
que acercaba el latido de los dos,
y tus palabras qué serenas eran
como si a nadie las dijeses. Viste
la emoción de su rostro, su contorno
quemarse de belleza;
y esas mismas palabras te llenaban
de dolor y de sombra.
De nada te sirvió, cuando quedaste
solo, cegar la luz,
hacer brotar desde un rincón la música,
fortalecer tu fe con su joven pureza.
Sobre tu frente se rompían olas
gigantes: el calor
detenido del día,
el naufragio de un hombre que entregaba
la pasión de su vida en el espectro
doliente de la música (aún
como si la esperanza le alentase),
y te ardía el espíritu
porque sentías declinar tu vida.
Para ser el que fuiste
sales a la terraza, para ver
si un frío súbito derriba pronto
la plenitud del corazón. Tocas
el aire oscuro con los labios, oyes
los gritos fatigados de la calle,
la luminosa altura te estremece.
El tiempo va pasando, no retorna
nada de lo vivido;
el dolor, la alegría, se confunden
con la débil memoria,
después en el olvido son cegados.
y al dolor agradeces
que se desborde de tu frágil pecho
la firme aceptación de la existencia."

Francisco Brines Bañó


Esplendor negro

Sólo una vez pudiste conocer aquel Esplendor negro
e intermitentemente recuerdas la experiencia con vaguedad,
aproximaciones difusas, inminencias,
y así, desde tu juventud, arrastras frío,
un invisible manto de ceniza escarlata.
Y no fue necesario cegar los ojos,
pues de las luces claras de los astros
llegó el delirio aquel, la posibilidad más exacta y sencilla:
en vez de Dios o el mundo
aquel negro Esplendor,
que ni siquiera es punto, pues no hay en él espacio,
ni se puede nombrar, porque no se dilata.
Valen igual Serenidad y Vértigo,
pues las palabras están dichas desde la noche de la tierra,
y las palabras son tan sólo expresión de un engaño.
Volver al centro aquel es ir por las afueras de la vida,
sin conocer la vida, un inmundo imposible,
pues sólo el no nacer te pudiera acercar a esa experiencia.
Crear la inexistencia, y su totalidad,
no te hizo poderoso,
ni derramó tu llanto, y nada redimiste.
La misma incomprensión que contemplar el mundo
te produjo el terror de aquel Esplendor negro,
y aquel desvalimiento al cubrirte las sábanas.
Insistencias en Luzbel.

Francisco Brines Bañó


"La nueva realidad que, mediante las palabras, hago mía, sólo me puede ser dada en el texto; y se trata de una revelación que enteramente me pertenece, que no viene de fuera, sino de mi interior secreto y oscurecido. La poesía no es un espejo, sino un desvelamiento. En ella nos hacemos a nosotros mismos."

Francisco Brines Bañó


La última costa

"Había una barcaza, con personajes torvos, 
en la orilla dispuesta. La noche de la tierra, 
sepultada. 
Y más allá aquel barco, de luces mortecinas, 
en donde se apiñaba, con fervor, aunque triste, 
un gentío enlutado. 
Enfrente, aquella bruma 
cerrada bajo un cielo sin firmamento ya. 
Y una barca esperando, y otras varadas.

Llegábamos exhaustos, con la carne tirante, algo seca. 
Un aire inmóvil, con flecos de humedad, 
flotaba en el lugar. 
Todo estaba dispuesto. 
La niebla, aún más cerrada, 
exigía partir. Yo tenía los ojos velados por las lágrimas. 
Dispusimos los remos desgastados 
y como esclavos, mudos, 
empujamos aquellas aguas negras.

Mi madre me miraba, muy fija, desde el barco 
en el viaje aquel de todos a la niebla."

Francisco Brines Bañó


"Me voy amando mucho la vida. Me ha dado tristezas pero también una vocación."

Francisco Brines Bañó


Oscureciendo el bosque

"Toda esta hermosa tarde, de poca luz,
caída sobre los grises bosques de Inglaterra,
es tiempo.
                Tiempo que está muriendo
dentro de mis tranquilos ojos,
mezclándose en el tiempo que se extingue.
Es en la vida todo
transcurrir natural hacia la muerte,
y el gratuito don que es ser, y respirar,
respira y es hacia la nada angosta.
Con sosegados ojos miro el bosque,
con tal gracia latiendo
que me parece un soplo de su espíritu
esa dicha invisible que a mi pecho ha venido.
Cual se cumple en el hombre
también se ha de cumplir la vida de la tierra;
la débil vecindad que es realidad ahora,
distancia tenebrosa será luego,
toda será negrura.
Miro, con estos ojos vivos, la oscuridad del bosque.
y una dicha más honda llega al pecho
cuando, a la soledad que me enfriaba,
vienen borrados rostros, vacilantes
contornos de unos seres
que con amor me miran, compañía demandan,
me ofrecen, calurosos, su ceniza.
Cercado de tinieblas, yo he tocado mi cuerpo
y era apenas rescoldo de calor,
también casi ceniza.
y sentido después que mi figura se borraba.
Mirad con cuánto gozo os digo
que es hermoso vivir."

Francisco Brines Bañó