"El señor White sacó del bolsillo el talismán; los tres se rieron al ver la expresión de alarma del sargento. —Si está resuelto a pedir algo —dijo agarrando el brazo de White—, pida algo razonable."

W. W. Jacobs 
La pata de mono
Tomado del libro Antología de la literatura fantástica de Jorge Luis Borges;Adolfo Bioy Casares;Silvina Ocampo


"Muchos temían que la nave pudiese arribar a puerto durante la noche, una de aquellas frías y tristes noches en las que lo único apetecible era permanecer en cama, sobre todo sabiendo que aunque uno se levantase y se dejase caer por el muelle no conseguiría ver más que unas pocas luces de posición relumbrando en el agua y una forma oscura deslizándose con extrema cautela río arriba. En realidad, todos deseaban ver llegar aquel barco a plena luz del día. Deseaban avistarlo primero en aquel mismo horizonte en el que meses antes se había internado hasta desaparecer. Deseaban verlo acercarse poco a poco, cada vez más y más, hasta tener ante sus ojos a un imponente navío endurecido por el sol y los mares del sur en cuya cubierta se agolparían todos los miembros de la tripulación para dirigir sus miradas a Tetby y comprobar cuánto habían crecido los niños durante su ausencia.
Pero la nave no llegaba. Día tras día, aquellos que oteaban las aguas del horizonte no hacían otra cosa que esperar en vano. Al cabo de un tiempo, comenzó a circular la idea de que el barco tardaría aún mucho tiempo en regresar. Luego, si bien sólo entre aquellos que no tenían ni familiares ni amigos entre los miembros de la tripulación, se extendió un nuevo rumor: que El Orgullo de Tetby había desaparecido para siempre.
Durante mucho tiempo después de que toda esperanza se hubiese dado definitivamente por perdida, muchas madres y esposas, haciendo honor a la fe y las costumbres en las que habían sido educadas, continuaron vigilando atentamente las aguas desde aquel sombrío muelle. Pero, a pesar de todo, una a una fueron dejando de aparecer por allí y acabaron olvidando a los muertos para poder atender mejor a los vivos. Así, mientras los bebés iban convirtiéndose en muchachos y muchachas rollizos y fuertes, y éstos en hombres y mujeres, no llegó a Tetby noticia alguna ni del barco desaparecido ni de su tripulación. Y conforme los años iban sucediéndose lenta pero inexorablemente, aquella nave desaparecida terminó convirtiéndose en una leyenda. Los hombres que la habían construido eran ya ancianos, y el tiempo se encargó de mitigar el dolor de los más afectados.
Una oscura y desapacible noche de principios de otoño, una anciana estaba haciendo calceta frente a la chimenea de su casa. El fuego, más bien bajo, se hallaba encendido más para proporcionar compañía que para dar calor, además de que suponía un agradable contraste con el viento que aullaba desde hacía rato alrededor de la casa y que traía consigo el sonido de las embravecidas olas que rompían contra el embarcadero."

W. W. Jacobs
El barco desaparecido


"Se sentaron junto al fuego y los dos hombres acabaron de fumar sus pipas. El viento era más fuerte que nunca. El señor White se sobresaltó cuando golpeó una puerta en los pisos altos. Un silencio inusitado y deprimente los envolvió hasta que se levantaron para ir a acostarse.
-Se me ocurre que encontrarás el dinero en una gran bolsa, en medio de la cama -dijo Herbert al darles las buenas noches-. Una aparición horrible, agazapada encima del ropero, te acechará cuando estés guardando tus bienes ilegítimos.
Ya solo, el señor White se sentó en la oscuridad y miró las brasas, y vio caras en ellas. La última era tan simiesca, tan horrible, que la miró con asombro; se rió, molesto, y buscó en la mesa su vaso de agua para echárselo encima y apagar la brasa; sin querer, tocó la pata de mono; se estremeció, limpió la mano en el abrigo y subió a su cuarto.
A la mañana siguiente, mientras tomaba el desayuno en la claridad del sol invernal, se rió de sus temores. En el cuarto había un ambiente de prosaica salud que faltaba la noche anterior; y esa pata de mono; arrugada y sucia, tirada sobre el aparador, no parecía terrible.
(...)
La mujer se incorporó. Un fuerte golpe retumbó en toda la casa.
-¡Es Herbert! ¡Es Herbert! -La señora White corrió hacia la puerta, pero su marido la alcanzó.
-¿Qué vas a hacer? -le dijo ahogadamente.
-¡Es mi hijo; es Herbert! -gritó la mujer, luchando para que la soltara-. Me había olvidado de que el cementerio está a dos millas. Suéltame; tengo que abrir la puerta.
-Por amor de Dios, no lo dejes entrar -dijo el hombre, temblando.
-¿Tienes miedo de tu propio hijo? -gritó-. Suéltame. Ya voy, Herbert; ya voy.
Hubo dos golpes más. La mujer se libró y huyó del cuarto. El hombre la siguió y la llamó, mientras bajaba la escalera. Oyó el ruido de la tranca de abajo; oyó el cerrojo; y luego, la voz de la mujer, anhelante:
-La tranca -dijo-. No puedo alcanzarla.
Pero el marido, arrodillado, tanteaba el piso, en busca de la pata de mono.
-Si pudiera encontrarla antes de que eso entrara...
Los golpes volvieron a resonar en toda la casa. El señor White oyó que su mujer acercaba una silla; oyó el ruido de la tranca al abrirse; en el mismo instante encontró la pata de mono y, frenéticamente, balbuceó el tercer y último deseo.
Los golpes cesaron de pronto; aunque los ecos resonaban aún en la casa. Oyó retirar la silla y abrir la puerta. Un viento helado entró por la escalera, y un largo y desconsolado alarido de su mujer le dio valor para correr hacia ella y luego hasta el portón. El camino estaba desierto y tranquilo."

William Wymark Jacobs 
La pata de mono


"—¿Una pata de mono? —preguntó la señora White. —Bueno, es lo que se llama magia, tal vez —dijo con desgano el sargento. Sus tres interlocutores lo miraron con avidez. Distraídamente, el forastero llevó la copa vacía a los labios; volvió a dejarla. El dueño de casa la llenó. —A primera vista, es una patita momificada que no tiene nada de particular —dijo el sargento mostrando algo que sacó del bolsillo. La señora retrocedió, con una mueca. El hijo tomó la pata de mono y la examinó atentamente. —¿Y qué tiene de extraordinario? —preguntó el señor White quitándosela a su hijo, para mirarla. —Un viejo faquir le dio poder mágico —dijo el sargento mayor—. Un hombre muy santo… Quería demostrar que el destino gobierna la vida de los hombres y que nadie puede oponérsele impunemente. Le dio este poder: Tres hombres pueden pedirle tres deseos."


William Wymark Jacobs 
La pata de mono
Tomado del libro Antología de la literatura fantástica de Jorge Luis Borges;Adolfo Bioy Casares;Silvina Ocampo








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