"Fue el arco iris que te dio a luz y te dejó todos sus tonos encantadores."

William Henry Davies


El buey

¿Por qué pararme, bestia, a elogiar
tus flancos pálidos, tu rojo lomo,
los rizos de tu frente, que no dan
alegría a tus ojos pesarosos?

Yo no entablo amistad con el ganado,
las ovejas, las aves que no vuelen,
pues no viven según naturaleza
y es el hombre quien los sentencia a muerte.

Porque, aunque yo te concediese un nombre
y cuidase de ti por hoy tan sólo,
¿dónde estarás mañana si despierto
y hacia ti vuelvo, ávido, mis ojos?

Pues no, no perderé lo que no encuentre,
no tengo para ti gozo o tristeza.
Así que aparta tus enormes ojos,
que a través de la verja me contemplan.

¿Ves ese petirrojo solo, quieto,
en la rama sin hojas del manzano
con su pecho rojizo, como un último
fruto que por azar nadie ha arrancado?

Sólo con que le haga yo algún caso
vendrá todos los días a mi puerta
y es Dios, no el hombre, quien decide cuándo
el petirrojo ya nunca regresa.

William Henry Davies



El vagabubdo alegre

Soy un alegre vagabundo: os gruño
y silbo hasta que encuentro otro zoquete.
Llamo “señor” al hombre, “mozo” al chico,
“joven” a la doncella, y a la madre
adulo cuando el niño ya camina.
Aunque en la casa pobre no hay contento
salvo cuando blasfema o anda el niño,
les entristece mi fingida pena.
Cuando —como ese roble sin corteza
que deja ver sus ramas ya desnudas,
inertes sobre el suelo— sin mi abrigo
me tumbo entre una hierba que es tan alta
que ocultaría a un niño, compadezco
a medio mundo. Si es verano, ¿importa
que esté descalzo o que mi piel asome?
Tu precio es la incomodidad, orgullo.
Tú hiciste que aquel bestia se cortara
los pies, que en sus zapatos no le entraban.
Aunque no leo libros, leo al hombre
y en lo que vale el alma precio un rostro
mejor que muchos que creen saberlo.
Cuando el sol luce, me es grato acostarme
todo el día, entregarme a la pereza
y dejar que mi sueño haga el trabajo:
uno muy dulce, sin sudor ni agobio.
Me río de su pena y sus preguntas,
pero siempre halla excusa el hombre ocioso.
Aunque no siempre río: por ejemplo,
qué hermoso el día ayer, qué azul el cielo.
Vino una nube clara y tres oscuras
—barcos piratas que entre sí luchaban—
y una lluvia inclemente durante horas
que casi derribó por tierra el cielo.
Y luego hubo riachuelos, y no fui
ya un vagabundo alegre, sino triste.

William Henry Davies



El viento

A veces gime entre los árboles frondosos
como en una ensenada, cuando las olas corren
entre las altas rocas, o rompen majestuosas
igual que melodías en una vieja iglesia.
A veces se parece al ruido de los niños
cuando encuentran a uno jugando al escondite.
A veces refunfuña como un perro dormido
que es pasto de las pulgas, y luego deja oír
profundos y vacíos sonidos, como un hombre
hambriento al que le suenan las tripas, y más tarde
murmura un gran lamento igual que el de un enfermo
que teme que al moverse su dolor sólo crezca
o gime horriblemente, como gime el minero
que suben de los pozos a los pies de su esposa,
después de algún derrumbe. Si un día está travieso,
nos trae males peores que el parlamento extraño
que mantienen las brujas allá en las islas Hébridas.
Por aquí, por allá, siempre hace cuanto quiere,
sabe los trucos del fantasma por la noche:
cómo cierra las puertas, nos apaga la luz,
hace temblar los cubos, llama en la ventana
y susurra, suspira, brama, grita, aúlla.
Sin duda él encaneció la cabellera
de un hombre que durmió un día en el albergue.
Por la mañana era un anciano, estaba loco.
Quienes vieron la escena no lograban creerlo.

William Henry Davies



La primera noche que estuvo en la tumba,
al mirar yo en el espejo,
la vi incorporada en la cama;
ni un ruido había;
vi su mano palpar en la ropa
y coger una polvera.

Sentada, me observaba fijamente,
temiendo que mirase hacia ella;
la vi empolvarse el mentón y las mejillas:
su barro, que corría a la corrupción.
Luego se echó mi amada, y sonrió,
creyendo, la pobre, salvada su belleza.

William Henry Davies
Tomada del libro Una visión de William Butler Yeats, página 182



"Mientras más ayuda una persona tiene en su jardín, menos le pertenece."

William Henry Davies



"Mientras me encante la belleza soy joven."

William Henry Davies


"No tenemos tiempo para detenernos y contemplar el mundo a nuestro alrededor. No nos queda tiempo para pensar, para soñar, para amar la belleza, para entrar en contacto con la naturaleza." 

William Henry Davies


Ocio

¿Qué es esta vida si, por preocuparse tanto,
No tenemos tiempo para descansar y mirar?

No hay tiempo para estar debajo de un árbol,
y observar como las ovejas y las vacas

No hay tiempo para ver, cuando pasamos por un bosque
Dónde guardan las ardillas sus nueces.

No hay tiempo para ver, a plena luz del día,
Arroyos llenos de estrellas, como el cielo de la noche

No hay tiempo para disfrutar de la belleza,
Y ver sus pies, y cómo baila

No hay tiempo para esperar hasta que su boca pueda
completar esa sonrisa que comenzaron sus ojos

Una vida pobre esta si, por preocuparse tanto,
No tenemos tiempo para detenernos y mirar.

William Henry Davies



“Quien no quiere razonar es un fanático; quien no sabe razonar es un tonto; y quien no se atreve a razonar es un esclavo.”

William Henry Davies


“SCOTTY” BILL

Aquí está ‘Scotty’ Bill —sesenta abriles—
que al levantarnos, a primera hora,
jura que todavía no es verano.
“¿Pues dónde”, nos pregunta, “están las moscas?”.

Pensé que lo alteraba la vejez
pero sentía gran sorpresa cuando
lo oía lamentar, todos los días,
que no trajese moscas el verano.

Pregunté a un huésped: “¿Sabes qué problema
aqueja al viejo Bill, por qué rezonga?”.
“Bill fabrica un papel con pegamento
y se gana el jornal cazando moscas”.

Qué importa que el verano traiga flores:
eso no alegrará sus ojos lúgubres.
No le digas que ya está aquí el verano
si viene sin las moscas de costumbre.

Pero Bill no es del todo un ignorante
y sabe cuál es la maldita causa
que ha robado sus moscas al verano:
“Esas jodidas leyes sanitarias”.

Yo, con mejor comida y ropa,
podría mantener a Bill cien años.
Tres veces no apagó su luz la muerte
esperando la ayuda de su llanto.

William Henry Davies



Tormentas

"Agarra mi mente a las tormentas
que se inquietan para horas pesadas.
Hasta que me “llueven” con palabras,
Mis ideas son flores caídas o
Bichos mudos y hoscos.

Pero acérquense, tormentas oscuras,
Para inquietarse esas horas arduas…
Porque cuando me “llueven” con palabras,
Vienen ideas florecientes que bailan, y

Pájaros dichosos que cantan."

W. H. Davies








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