"Brujos enseñaron que los gatos 
pueden alojar almas humanas, 
y arañar, si quieren, el corazón del huésped."

Alberto Girri
Gato gris muerto


Debajo del cielo

está el fuego.
lo circunscribe, casi lo lame,
está muy cerca y sin embargo
el cielo nunca sufre el fuego.

El fuego son imágenes,
pequeños demonios negros
vistos en Jerusalén, en Babel,
en el respaldo de los tronos,
en la extensión de los cetros,
en la nuca de los arrodillados,
en las epístolas áureas del docto,
en el que tiende a lo perfecto,
en el que se ofrece como mucho,
en los que crían para nada,
en el que adquiere y pone precio,
en los que se sientan a la mesa,
en los que se niegan a servir,
en los que escriben de este fuego
escribiendo de consuelos y castigos.

Debajo del cielo está el fuego;
somos la madera, la sequedad,
el soplo que mantiene el fuego.

Alberto Girri
Tomada del libro El libro del cielo y del infierno de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares



La fuente

Esta tarde con su estricto abandono
la fuente
es un viejo soldado melancólico.
El aire impera, impera la voluntad del polen
y leones alimonados
acechan la carne dormida de la hiedra.
Desplomada en silencio,
entre un coro verde de cazadores de moscas
vuelven los pobres Narcisos
y montan guardia.

Es la fuente, y su tiempo,
las infinitas generaciones de escarabajos,
las cumplidas efemérides del amor,
nombres veloces, veloces gentilezas registradas.

(Malamente impresa en la base
la calle oriental cambia la vida
y sería irreverencia no pensar en hashish y sociedades secretas).

Alberto Girri


La sombra

De algún modo soy tu cuerpo,
Me designo en él, me quema
En la mentira útil como un remo,
En la desgracia y la amorosa lucha
Abriendo Los huecos de su máscara.
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.

De algún modo soy tu cuerpo,
Cuando la rica, inexplicable sangre,
Transcurre en medio de representaciones.
Y lo seré hasta que cenizas
Acaricien tu prestada, última parcela.
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.

De algún modo soy tu cuerpo,
La opresión que difunde me sostiene,
Y no en otro descienden las palabras,
Urde la disculpa el vejado sermón
Por nuestras pasadas facciones.
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.

De algún modo soy tu cuerpo
Y si en atención a su dañina mengua
Me cuido bien de mirarlo como esencia,
¿Con qué prodigio, incisivo milagro,
Percibiré tu pasión cuando lo excluya?
Pero no me lo permitas,
No me dejes ser sólo tu cuerpo.

Alberto Girri








No hay comentarios: