"Donde quiera que la histeria existe, es alentada por el misterio, la sospecha y el secreto. Los hechos puros y duros la enfriarán."

Elia Kazan


"¡Eh! debes estar haciéndolo bien porque nunca he sabido de ti."

Elia Kazan


"Le había dado un apodo a Molly: Noble Day. Noble porque era noble. Day era uno de sus apellidos. Provenía de una antigua familia de Nueva Inglaterra, los Day. El hombre inflexible que presidía la mesa en las comidas familiares en la película Life with Father era un Day. El bisabuelo de Molly había sido rector de la Universidad de Yale, donde había mantenido una disciplina férrea. La otra rama del árbol genealógico de la familia de su padre era una sucesión de Thacher. También eran de New Haven, tenían las ideas muy claras y hacían las cosas a su manera. Mezclando ambas ramas se obtenía a Alfred Beaumont Thacher, su padre, y a ella: puro granito. Su abuelo materno, de ascendencia alemana, era el jefe de la manada y un hombre activo que hacía más dinero del que necesitaba, y que había donado un zoológico a la ciudad de Cincinnati. Este zoo todavía existe, y lleva su nombre, Erkenbrecher, que significa lo que ya habrán adivinado: trituradora de tierra.
Era una carga pesada para una chica delicada.
Los Day y los Thacher tenían un lema familiar, aunque no lo supieran. Yo se lo di. «Las cosas sólo se pueden hacer bien o mal, de ninguna otra forma.» Los Day y los Thacher se enorgullecían de hablar sin rodeos. Podían permitírselo, dado que sus padres, tíos y sobrinos dirigían la comunidad; eran sus jueces y autoridades públicas. También era bien conocida la pertinacia de los Erkenbrecher. Al igual que los Day y los Thacher, los Erkenbrecher eran tan estirados que parecía que se habían tragado una escoba —si bien sus columnas vertebrales no necesitaban ningún refuerzo. Molly no había aprendido a contemporizar. ¿Por qué tendría que haberlo hecho? Lo había tenido todo, desde el principio. A veces envidiaba su firmeza, y otras veces me sacaba de mis casillas.
Imagino que el lector estará haciendo la inevitable comparación con mi familia.
Desde luego, Molly no debería haberse casado conmigo. Su madre lo sabía. Pero esa unión equivocada era lo que Molly buscaba. Entre las personas cuya conducta desaprobaba, estaban los miembros de su propia familia. Al final, llegué a sentir más simpatía por su madre que ella misma. Molly estaba decidida a romper con su familia y sus tradiciones. Uniéndose a mí lo consiguió. También quería acabar con la cultura en la que había nacido. Se hizo corredactora jefe de New Communist, revista comunista, dio clases de dramaturgia en el Theatre Union, cerró filas con Odets y Albert Maltz. Se casó conmigo para desafiar a los de su propia estirpe.
Yo no debería haberme casado con nadie. A los veinticuatro años no estaba preparado para el matrimonio. Tendría que pasar casi medio siglo desde el momento en que nos casamos para que yo llegara a estar preparado para el matrimonio. Para entonces, Molly ya había muerto.
Me casé con ella porque me sentía inseguro de mi valía —imagino que fue por eso—, y ella se había impuesto la tarea de darme ánimos. Además, me casé con ella porque la quería. Siempre la quise, y la sigo queriendo. Pero nuestra vida en común era, entre otras cosas, imposible. Ni siquiera nos poníamos de acuerdo para colocar los muebles de nuestra casa. Sólo había una forma correcta de hacerlo, y ella sabía cuál era. Adquirí la mala costumbre de decirle: «Arréglalo tú y ya me acomodaré a como esté.» Así lo hacía, y yo me sentía molesto con lo que había hecho y con ella. Sólo insistí en organizar yo mismo mi estudio, pero cuando tuvimos bastante dinero para comprar un estudio en el campo, fue Molly la que planificó mi cuarto de trabajo con ayuda de un arquitecto. Todo lo hizo a una escala bastante imponente: estaba reflejando cómo quería que fuese. Tenía ambiciones para mí, o lo que es lo mismo, yo formaba parte de sus ambiciones.
Pero yo no era como ella quería creer que era. No soy el tipo de hombre poderoso que se sienta a su mesa, defendido por una corte de secretarias, y camina por el pasillo rodeado de ayudantes y dictando órdenes. No soy animal de oficina. A Molly le gustaba dirigir. En Vassar había dirigido el periódico del colkge con eficacia. Luego proyectó sus tendencias sobre mí, y quería que fuera un «número uno». Pero yo no quería que me obligaran a mandar a una pandilla de personas del cine o del teatro. Con el paso de los años cada vez me gustaban menos los grupos. Cada vez que terminaba de rodar una película me sentía aliviado, porque podía volver a moverme a mi aire. Si durante mi «época de gloria» me hubieran dejado elegir, habría decidido desaparecer. Tal como he hecho ahora. La gente me dice que me he evaporado. ¿Dónde estoy? Dentro de mí mismo. Dentro de este libro, por ejemplo."

Elia Kazan
Mi vida



"No había nadie en la casa de la calle Queen. La vigilancia de la Policía y la detención de Fat Freddie habían hecho que todo el mundo se marchase. Hasta Sandy había ido a visitar a su abuelo en su casa de la cima de una montaña, cerca de la frontera con México.
Alguien de los que vivían en la casa había venido siempre con el dinero para la comida y el alquiler. Ahora Michael estaba solo, hambriento, y el alquiler hacía meses que no se pagaba.
El padre de Michael le enviaba a su hijo una suma de setenta y cinco dólares por mes. No había llegado. La leche de la nevera se había agriado. Michael comenzó a cortar las partes enmohecidas del final de una barra de pan, pero acabó por tirarlo entero. En la parte trasera del estante había media botella de extracto de lima. Sobre la mesa, dos viejas botellas de catchup. Michael se tomó lo que quedaba en ellas.
Dejando aparte su hambre, Michael se sentía contento de estar solo, así que cuando un viejecillo con pinzas en los pantalones llegó en bicicleta para entregarle un telegrama que le informaba que su padre iba a visitarle, no se sintió
complacido.
Clifford Winter intentaba establecer algún contacto con su hijo, lo cual no era siempre fácil, porque el chico no escribía a casa más que para informar a sus padres dónde podían enviarle su mensualidad cada vez que se trasladaba. Pero cuando el señor Winter tenía que ir a Los Ángeles y San Diego para ultimar unos contratos entre su firma y las compañías de aviación, de vez en cuando interrumpía sus viajes para pasar un día o una tarde con su hijo. Aquel día, Michael no quería ser molestado. Tenía mucho en que pensar.
En la cocina, una foto de Cesáreo Flores recortada de un periódico estaba clavada en la pared con un cuchillo de carnicero ensartado en el ojo izquierdo. Cuidadosamente, Michael desclavó el cuchillo y tomó la foto en su mano. Durante largo rato estudió el pesado y ansioso rostro. Recordó su viaje al desierto, y cuán rápidamente se habían hecho amigos aquel títere de las autoridades y él. Decidió ir a ver si podía pedirle prestados un par de dólares a Donna —se había mostrado realmente amistosa— y quizá comerse alguna de las galletas que ella guardaba en el escritorio. Luego se iría al desierto y trataría de unir las piezas del rompecabezas en que se habían transformado sus sentimientos.
En la mesa contigua a aquella en que Wheeler estaba recibiendo su masaje de después de la partida, se hallaba un miembro importante de una organización internacional de italianos, que, tras una carrera extremadamente activa en un área mucho más populosa del país, había decidido trasladarse al gran Sudoeste por razones de salud y seguridad. Wheeler, en un momento crítico, había ayudado a aquel hombre a superar ciertos problemas de impuestos."

Elia Kazan
Los asesinos



"No vivo para admirar actores, admiro las películas acabadas. Me gustan los actores, pero no siento ninguna pasión por ellos; sí en cambio por los escritores y los directores, que somos la sal de la tierra."

Elia Kazan cuya nombre completo es  Elias Kazancıoğlu
El País, 25-1-1992


"Pero Ethel se dio cuenta de que se había hecho desear más todavía. ¡La perversidad de los hombres! Al día siguiente recibió una carta de Teddy:
Lamento nuestra conversación de la semana pasada. El teléfono es tan frío. Quiero que me lo cuentes todo sobre tu viaje. Y sobre tu madre. No sé si ya lo sabías, pero ella me gustó. Si en cosas como esta hay lados, yo estaba de su lado.
Tengo que hacerte una pregunta condenadamente embarazosa. Es más fácil hacerlo por carta que cara a cara, pero aun así resulta condenadamente difícil.
Durante estos años de aprendizaje universitario, la Marina paga la enseñanza y el coste de los libros. Te dan entonces cien dólares al mes para vivir. Comparto una habitación con otro compañero porque así es más barato. Es por este motivo que no te pedí que vinieras corriendo a verme. Pagamos ciento sesenta al mes, lo que me deja veinte dólares para comida y el resto, como ropa, que de todos modos no necesito, pero me gusta tomarme alguna cerveza, lo que hago. No puedo pedirle dinero a mi padre. Ya sabes que han perdido el almacén. Así que... bueno, ahí va.
¿Podrías enviarme algo de tu salario? Llevaré la cuenta y después te lo devolveré. Cristo, esto resulta muy difícil pero... ya lo he dicho. Te quiero y te echo mucho de menos y si tú me dices que no puedes enviarme nada no te preocupes, ya me las arreglaré. Progreso en mis estudios y creo que seré un buen oficial. Tengo temperamento para ello, ¿no crees?
Nos hacen trabajar como negros, día y noche, de modo que no me queda tiempo para divertirme o distraerme. Cuando termino de hacer mis deberes cada noche, sólo tengo ganas de meterme en mi cama para dormir.
Tu Teddy.
Así que, se dijo Ethel, tiene una chica.
Se sintió tentada de escribirle diciéndole:
«Deja que tu amiguita te mantenga.» En lugar de ello decidió enviarle veinte dólares cada semana.
Al sábado siguiente Teddy se presentó. Llevaba lentes oscuros y no se los quitó cuando se besaron. Teddy la besó como un marido obediente.
Mientras Teddy se duchaba, Ethel examinó sus ropas. Sus calzoncillos estaban planchados. Hasta los calcetines estaban planchados. Quien quiera que fuese, lo estaba cuidando muy bien.
¿Por qué habría venido Teddy? ¿Gratitud? El dinero hace milagros.
Hicieron el amor antes de comer.
Ethel no se molestó en fingir.
Después se tendieron uno junto al otro. Ella le habló del funeral de Emma y del testamento y de Margaret, y un poco sobre México, sin contarle que había estado trabajando allí.
Lo que la sorprendió fue que él no le preguntara nada aparte lo que ella quiso contarle. Ethel entendió que él tampoco quería que ella le hiciera preguntas.
Al día siguiente lo hicieron otra vez. Teddy parecía mucho mejor mecánicamente, como si hubiera estado practicando. Terminó más tarde de lo que solía y, aparentemente, en el momento escogido por él."

Elia Kazan
Actos de amor


"Todo luchador tiene una pelea que o bien lo hace o lo rompe."

Elia Kazan


"Un buen director nunca está seguro de qué va a hacer cuando entra en el set de rodaje."

Elia Kazan


"Valora la paz cuando no es comprada al precio de decencias fundamentales."

Elia Kazan


"Verdaderamente creo que todo poder corrompe. Ese es probablemente el pensamiento tras todas las películas políticas rodadas en Hollywood."

Elia Kazan




















     

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