La caída de las hojas

Con despojos de la selva
Cubrió otoño la campiña;
Perdió el bosque su misterio,
Ruiseñores ya no trinan.

Y un mancebo moribundo,
Lento el pie, vagar se mira
Recorriendo la floresta
Otro tiempo tan querida.

"¡Adiós, dice, bosque amado!
En tu duelo mi ruina
Voy leyendo, y cada hoja
Al caer, mi fin avisa.

"Tal me anuncia de Epidauro
Triste oráculo: Tu vista
Otra vez, y vez postrera,
Gozará la pompa umbría

"De los árboles. La noche
Pavorosa se aproxima;
Más que otoño macilento,
A la tumba el cuerpo inclinas;

"Y la hierba de los campos,
Y la vid de la colina,
Verán, antes que se agosten,
Tu temprana edad marchita.—

"¡Yo me muero! Helado soplo
He sentido. Mi florida
Primavera asoma y huye,
Y el invierno llega aprisa.

"Breves flores me adornaron,
Arbolillo fui de un día,
Y entre lánguidos verdores
Ningún fruto dio mi vida.

"¡Vuela, pues, a tu destino,
Hoja efímera; y no aflija
Las miradas de una madre
La mansión que me reciba!"

Dice, y vase, y para siempre;
Que sus hados ya adivina
La postrera débil hoja
De las ramas desprendida.

Sepultáronle a la sombra,
A la sombra de una encina:
Solitaria está su tumba,
Madre amante la visita;

E interrumpe con sus pasos
El pastor, si allá los guía,
El silencio de aquel valle
Donde el túmulo domina.

Charles Hubert Millevoye
Traducción de Miguel Antonio Caro incluida en el libro Traducciones poéticas, 1889



"La crítica de los estúpidos es el incienso del genio."

Charles Hubert Millevoye
Tomada del libro de Pitigrilli Diccionario de la sinceridad, página 59






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