“Oh Solón, todos vosotros (los griegos) tenéis una mente joven que no conserva las viejas creencias basadas en una larga tradición, ni conocimientos blanqueados por las nieves del tiempo. La razón es ésta. Se han producido y se producirán en el futuro muchas y diversas destrucciones del género humano, las mayores por el fuego y el agua, si bien las menores se deben a otras innumerables causas. Así, la historia, corriente también, en vuestra parte del mundo, de que Faetón, hijo del Sol, enjaezó el carro de su padre, pero no pudo guiarlo en el curso que su padre seguía, quemándolo todo en la superficie de la tierra y siendo él mismo consumido por el rayo. Esta leyenda tiene la apariencia de una fábula; pero la verdad que subyace en ella es una desviación de los cuerpos que giran en el cielo en torno a la tierra y una destrucción, que acontece tras largos intervalos, de las cosas sobre la tierra por una gran conflagración… Cualquier logro grande o noble o suceso en algún sentido excepcional que ha llegado a acontecer, bien en vuestras regiones o aquí o en algún lugar del cual tenemos noticias, ha sido anotado en épocas pasadas en registros que se conservan en nuestros templos; mientras que en vuestro caso, y en el de otros pueblos la vida enriquecida con las letras y todas las demás necesidades de la civilización cuando, una vez más, después del usual periodo de años, los torrentes del cielo se abalanzaron como una pestilencia, dejando solo entre vosotros lo grosero y lo iletrado. Y así comenzasteis de nuevo igual que niños, sin saber nada de lo que existía en los tiempos antiguos aquí o en vuestro propio país…Para empezar, tu gente solo recordaba un diluvio, pese a que hubo antes otros muchos; y además no sabéis que la raza más noble y arrojada del mundo vivió una vez en tu país. Tú y todos tus compatriotas procedéis de un pequeño remanente de su semilla; pero nada sabes de ello porque durante muchas generaciones los supervivientes murieron sin dejar ninguna palabra por escrito.”

Anciano sacerdote egipcio en el 560 a.C
Este extracto, originario de los Diálogos de Platón, Timeo y Critias
Tomado del libro de Tomás Martínez Rodríguez Grandes misterios del pasado, página 162

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