Casi una canción

Todo comienza a volverse
                          difícil
                                            cuando el color
gris elefante de los sub-
urbios te roba
                                            el último nervio
para montones
                          de momentos amigables.
Luego todo se estropea
                          de súbito
                                   y todavía estás
de ánimo para pacientes
                          elegías
                                   armas sin ganas
un poco de ese
                          móvil doblado hecho
                                                     de cables
de telégrafos y viejos
                          enrejados -
                                   triste triste
nada quiere volar
                          nada se deja mover
por un viento ligero.
                          Todo es por supuesto
apenas un riachuelo
                                   de ante-
                          ayer amigos
                                            tú corres
tieso como el      
                          Hermano de las
                  sanguijuelas por estas
calles tan aburridas
                          Evita
Botes de basura y cajas de cerveza y sobre todo
estas casas para demolición
                                   o estas cocheras
cortezas de carteles en columnas
                          de anuncios y
                                            huertos familiares
cercados tristemente tú eres
                          casi siempre
                                                     Apenas
un pequeño y vigoroso comparsa
                          remolcado aquí y allá
entre los adornos de un deslucido
                          cine de las afueras
                                            4 décadas
después de esta guerra.
                                   Claro que
                          casi todo poema te
te hace caer de cansancio
                          blando como una floja pancarta
cuelga del cuello:
                                   este verso
                          igual de bien que otro
                                                     Aquí
sobre una escala de tonos grises ... No hay más
                          lobos por las noches y
el ladrido de azael
                           el claxon del taxi de mañana. la
primavera es este hedor
                          a orines en decrépitas
salas de máquinas y
                                   el otoño
                          brillo del asfalto sobre los techos y
ramas una roja de tan tan fina
                          como un cabello dejada
por la lluvia de cenizas transversal sobre
                          los sucios reflejos
del ruido (esto es por supuesto solo
                          si tú te sientes miserable)
                                                     De lo contrario
también así está bien

Durs Grünbein



Poema Monológico 1


"Si lo que ocurre, de repente
se te antoja atroz,

intenta permanecer calmado. Dilo
de tal manera que la persona en la otra orilla

no pueda más que pensar: En toda probabilidad,
no lo habría dicho de otra manera

yo misma.

Hay formas cálidas y
formas frías y los poemas

sin importar cuanto los quiebres y
donde los imprimas

son siempre fríos (tampoco importa
cuanto ardor alcanzaron en su manufactura.)

E incluso, caliente y frío
a veces ni siquiera son

distantes y se ha visto
que uno se torne en otro:

el más maduro pathos
se convierte en un gorgoteo animado

de burbujas de aire, emergiendo de un alma
sumida en las profundidades, pues

¿qué representa todo ese comercio pesadillesco de burlas
y terrores en comparación a

los ínfimos y azarosos
trucos de un poema?"

Durs Grünbein


Poema Monológico 4


"Persigues tus propios
diseños excéntricos re-

finas las imágenes or-
denas los momentos pero no

los percibes
como distintos, en su propio contexto

ellos persiguen sus excéntricos
diseños refinan

imágenes exhiben movimientos aleatorios
se mueven de otro modo

en los mismos espacios y apenas
te prestarán atención. Ese

es el meollo."

Durs Grünbein



Tamaño de hormiga

" “Amor perdido, ciencia…” / Escuchar el pensar justo allí donde éste se renueva sucesivamente forma parte de los deberes malditos del poeta, que no se da por satisfecho con los refinamientos de su oficio órfico-dedálico./ Yo quiero saber, penetrar de soslayo con la mirada los devenires, comprender qué sucede, qué pasa conmigo y con los demás, qué energías entran en acción, cómo las cosas toman su cauce y quedamos suspendidos en el lenguaje, en tiempo y espacio./ El poeta, descendiente de generaciones hechizadas, vástago de una discontinua serie representativa de un modelo de hombre propenso a ciertos padecimientos, se hastió en algún momento radicalmente de las paradojas de la autonomía y el compromiso, después de haber sido acosado como presa fácil a través de las sociedades. Cuando le fue posible, una vez vencida la crisis, se decidió por una tercera vía, la de la búsqueda del conocimiento positivo en el terreno de su arte, amenazado por todas partes, rayano siempre con el límite de la idiotez. Así ha estado durante toda su vida, presente en todas partes con sus raíces echadas en el aire, pero completamente solo, condenado a ser en sí, atado a una sustancia que, jamás aplicada en realidad, era irremediablemente adivinatoria. Cualquier materia que fuese objeto de su interés, mecánica cuántica, astronomía, neurofisiología, cibernética, etnología, provocaba en el mejor de los casos, bajo su mirada diferente, en su dimensión diferente, y en forma siempre peligrosamente iluminada, siempre vacilantemente al margen, una alquimia conmovedora. Al parecer Paracelso y Agripa le quedaron más cercanos todo el tiempo que los laboriosos especialistas del ciclotrón. No importa lo que hallase con sus extraños medios: bajo ambos ojos de la historia, a la luz de las ciencias naturales, nada pasó de ser jamás una exhibición de signos, magia, juego inspirado. Pero con la misma fijeza, con fijeza casi animal a veces, el poeta observó casi siempre lo que se aceleraba en el mundo de los hechos. Atento aún a la última epidemia de datos, al más reciente desvarío y, lo que es peor, a menudo presa de él, el poeta sabe que su labor se asemeja a la magia como una gota de agua a otra en tanto sea efectiva, que el resto se basa en malentendidos y falsas exégesis y que el trueque jamás sustituye a la comunión. No hay semántica ni fonética capaz de definir su índole de claridad, su ideal de precisión, su escala de transparencia, su particular voluntad de forma. No importa qué cosa le resulte de utilidad para su propósito, en el escenario bélico de su cerebro, iluminado por los reflectores de búsqueda de los maestros, pugnan a un tiempo fenómenos recientemente visibles con las oleadas de la evolución, lo absolutamente artificial con exponentes históricos, lo banal y lo querido con restos de arcaísmo: el Pérgamo retorna por la cocina, los puntos más alejados de la tierra yacen repartidos en la sala o en el diccionario. En esta fase X todavía aproximada, cuando todas las estrellas fijas se hallan a punto de apagarse y todos los estilos están próximos a sufrir un cambio radical, el poeta recorre su yo joven todavía como a través de un campo prematuramente desolado y contempla las ruinas. Lo que él escribe ahora, estáticamente exacto y, sin embargo, lo suficientemente flexible como para ser puesto en escena, no aligerado de ningún juego idiomático, no sujeto a ninguna tendencia, a ninguna moral fatigada, libre de deambular en los paisajes de su imaginación, en sus mundos instantáneos; lo que escribe, tal vez, es por ahora su rumbo, su periplo moderno, su plan, algo que se desmorona en las manos. Desde Lucrecio y Dante, desde Bruno y Leonardo sus iguales estaban para ver cuántos signos y alfabetos yacían desperdigados por la tierra. En cambio hoy, caminando por una tierra que enmudece en varios idiomas, tal vez su segundo analfabetismo, su autoconciencia moderna es la de ser transformador de unas lenguas que quizás amenazan con reducirse. Nuevo, realmente nuevo es su intento de andar a tientas por los bordes de las heridas semánticas y, en sí mismo, en su honor todavía perplejo, ir en contra de todos los movimientos de civilización y naturaleza provenientes del exterior, los mismos que lo marcan desde muy temprano en forma de rupturas. Una vez admitido esto, el poeta, a pesar de tantas pérdidas, se halla otra vez en medio de un reducido grupo de personas que han vivido del vínculo entre la poesía y el sondeo. De inmediato su condición de nacido tardíamente cesa de agotarse en coartadas, en ignorancia, autarquía o simpática estupidez. Como no existen sombras en las que refugiarse o de las que apartarse, como más bien le espera una colosal tierra incógnita de imágenes y procedimientos, cualquier intento de aprendizaje, cualquier experiencia desechada no pasa de ser una evasión ante los demonios de un tiempo antropológico. Cualquier acto delirante de la investigación espacial contradice sus quejas, cualquier sorpresa del esquizoide, cualquier nueva paradoja matemática, cualquier droga capaz de dilatar la conciencia pone en ridículo sus estados de ánimo y torna banal su apocalíptica sensación de bienestar. / Qué dicha la de vivir en una época en la que ya nada es como antes… ¡Todo está permitido! / Su ingenuidad, que en afirmaciones como éstas lo ha tomado por tonto a él, ser no pocas veces ridiculizado, es para el poeta tan vital como el aire fresco. Sea cual fuere el significado de la expresión Segunda Realidad, lo cierto es que quien escribe a finales del siglo XX vive expuesto en los basureros de paraísos artificiales, habita en una selva compuesta únicamente por artefactos. Sabe por tanto a quien ha de resistir para defender su naturaleza derivada de todas partes y se ve involucrado en una maraña de nuevos mitos técnicos y rituales sociales muchas veces aún sin nombre, en el espacio de fuga de unas dispersas infiniti ragione que se desintegran en mil fragmentos, como las que Leonardo da Vinci ya saludó en su época. Después de todas las oleadas de nihilismo industrial, de las discretas y ruidosas transformaciones de la técnica y las formas de percepción, tal vez todavía no sienta vértigos del todo, y afirma su razón como una broma cotidiana. ¿Y la poesía? Con sus raciones de soberanía siempre renaciente, necesaria para expandirse y orientarse en todas direcciones, la poesía, atravesando violentos aplazamientos, hallará para sí instantes en los que todo parezca aumentado, instantes de una repentina y precisa luminosidad en la palabra. Bajo los efectos de la narcosis general, como por un milagro, habrá siempre para ella suficientes islas de lo imaginario desde las cuales se levante una voz. Si en verdad la poesía otra vez tuvo en cuenta todo, mordazmente ligera con esa perspicacia y ese sarcasmo que sólo suele resplandecer y danzar sobre las más sucias oleadas de las historias y las religiones, ¡qué monstruo no podría salir de ella!, ¡qué maligno adefesio de derrotismo, atrevido juicio, afasia y herejía! Sólo entonces podría ser ella nuevamente uno de los productos menos confortables de su época, absolutamente corrosivo e inmencionable para los guardianes de la cultura y los enanos retóricos en todos los frentes de construcción y desmantelamiento. Pero eso sólo de pasada. / Bailando en un claro del enemigo, Amigo… Así me la imagino. ¿Y luego qué? Muerte a manos de las musas. Como el poeta ya no posee nada digno de ser conservado, como él –¿no es cierto?– no posee en realidad nada, puede otra vez ser directamente discípulo de la experiencia, como dice Leonardo. Todo lo que fue pensado con los sentidos, todo su diario de colores, olores, sonidos y sucesos, toda su cotidiana zoología, incluido lo inteligible, puede ser ahora objeto de poemas fácilmente destruibles. / Y no importa que su tamaño en estos campos inmensos sea como el de la hormiga. / Y no importa que de momento subestime el tamaño de la hormiga./ Y es bueno que las hormigas sean tan monstruosas, tan infatigables en su aceptación de toda dificultad y obstáculo./ "The ant is a centaur in his dragon world"."

Durs Grünbein


Vita Brevis

"A lo breve y escabroso, me crié en el corazón de lo arrasado y del estropicio
que acecha a quienes yerran. Entre señuelos e
informantes,
arriesgué el pellejo en la plaza de armas desierta, permanecí chitón con las plebes
silentes,
un payaso de siete lenguas, un corista impúber con buen oído para el chiste cínico.
Sin preguntas, aprendí a hablar como otros escupían: por las comisuras,
y a camuflar mi asombroso desamparo con humor negro.
La historia no me sirvió de nada, en cualquier caso apenas exhibía
su catálogo de debilidades humanas.
Donde yo crecí, la grandeza solo tenía lugar en las vidas de santos.

Mis libros escolares destilaban hipocresía. En algunos montajes precoces,
fui Tomás el dudoso para los devotos, y Pedro la Roca para los herejes.
Vi al zero cubierto de medallas, y al coloso derribado por enanos.
El desertor nato: primero morir que apuntar al corazón.
Vomité desde las escotillas de los tanques, mi llanto me arrulló en las barracas.
Sobre un cubo, en las carpas, afeité esta sonrisa torcida.
En la cancha de fútbol dejé mis rodillas, mi alma no salió mejor parada.
¿Cuántas veces volví a casa con la misma mentira en los labios: "Todo bien.
Nada nuevo."
Apilé archivos para la trituradora, pinté de verde los árboles en las aceras,
soñé con todo bajo el sol, e incluso con lo inexistente. 
Con Utopía, por ejemplo... después de Tomas Moro, las islas se han despoblado.
En los desperdicios de concreto, estrujé mi primer cuerpo flacucho.
Por el deseo de lilas, olisqueaba la basura en la brisa, consumía los aromas
de la cantina y el matadero, y la fetidez de los trenes sobrecargados.
Una zona del gris concreto fue mi École des Beaux-Arts,
donde los salones coreaban: Musa, disculpa si te miento...
Conté con todo el tiempo en el mundo para reflexionar, pero sin nada
en que pensar. Las nuevas Biblias no merecían el papel
en que se imprimían, y la única lección para vivir era: Evita a toda costa

una tarjeta de encarcelación. Fue hace mucho, y, sigo aquí,
donde los estados se disolvieron como castillos de arena, y la ilusión
alcanzó su ápice.
Solo por instinto, aumenté el volumen, y canté con ligereza
las dos o tres lineas que bastaron para poner a la nación
bajo agua. Mientras me embarcaba en mi viaje sentimental
a través de campos de ortigas y villorrios, en contrasentido al éxodo general,
el grito del sargento ruso: "Dawai, dawai!" no dejaba de silbar en mis oídos, y
el falsetto de la nostalgia le sugería algo exótico a mi mano sumida en
el balde de la cena. ¿Llegaré a conocer las playas de Hawai?"

Durs Grünbein











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