El último beso

"Tu boca hecha de amor y de ambrosía,
donde bebí de amor el rojo vino,
sobre tu rostro pálido y divino
una mancha sangrienta parecía.

Yo iba a partir y tú con ansia loca,
Estrechándote a mí, sensual y ardiente,
En un beso juntaste largamente
La fiebre de tu boca con mi boca.

Hoy nada me interesa cuando existe:
pero aunque la nostalgia me tortura
al recordar tu amor y tu hermosura,

voy cruzando la vida menos triste,
porque llevo en los labios la dulzura
de aquel último beso que me diste."

Felipe Sassone Suárez



"El toreo es el que se realiza con la mano izquierda, el estoque en la derecha y el corazón en medio."

Felipe Sassone Suárez



“El toreo natural es el que se realiza con la mano izquierda, el estoque en la derecha y el corazón en medio.”

Felipe Sassone Suárez


Fue en un jardín

"Fue en un jardín, en tálamo de flores,
bajo la media luz de media luna,
entre estatuas desnudas, al son de una
música de agua de los surtidores.

A mi ímpetu sensual cayó rendida
virgen en flor... El goce fue infinito.

Un sollozo, un suspiro, un beso, un grito...,
y un olvido supremo de la vida.

Entre mis brazos retorcióse loca,
convulsionada en el espasmo ardiente.
¡De su sangre el sabor sentí en mi boca!

Y cuando, en calma ya, le dije “Mía”,
noté entre las estatuas de la fuente
la cabeza de un fauno que reía."

Felipe Sassone Suárez


Soneto místico de amor humano

"Junto al inmenso orgullo de quererte
y la espantosa pena de dejarte,
la certeza fatal de no olvidarte
y el temor de llegar a aborrecerte,

complica la amargura de mi suerte
tu crueldad que me obliga a abandonarte:
solo quiero vivir para llorarte,
y el dolor de partir me da la muerte.

Orgulloso de ser tu enamorado,
al verme de tu amor abandonado,
a mi Dios olvidarte no le pido,

que si el olvido fuérame otorgado,
muriérame de olvidarte avergonzado,
igual que muero porque no te olvido."

Felipe Sassone Suárez



"Viperino.- Ya, ya; pero negocios de hombre, jugándote tu piel.
Daniel.-Eso sí, ya sabes que toda mi vida ha sido una lucha continua. Yo no me resigné a ser un marqués arruinado y me lancé, emigré. Esa bendita América, las dos Américas, tienen en sus tierras más llanto de mis ojos y más sudor de mi frente... En la pampa argentina, en los ingenios de azúcar del Perú, en las selvas, en los gomales y en los yacimientos de caucho, al otro lado del Amazonas, luchando con todo, con el clima, con los bichos, con los indios salvajes, peores que los bichos y que el clima. Y ahora, en el mar, negociante, capitán y piloto, todo en una pieza. Pirata, como tú has dicho, en medio de esa red de submarinos, alevosos y terribles, más terribles que los bichos y que los salvajes, créeme a mí. ¡Ay! Y ahora, rico... cuando la justicia social empieza a decirnos que la riqueza es un pecado.
Viperino.- Calla, calla. Si hubieras oído a tu madre hace un momento no pensarías así. Más contenta la buena señora al ver que el castillo es suyo, que las tierras son suyas, que tú lo has recobrado todo para ella,
Daniel.- (Levantándose.) ¡Pobrecilla! (Ofreciendo un cigarro a don Viperino.) ¿Quieres?
Viperino.- Trae, gracias. Pues yo he venido siempre durante tu ausencia. No aquí, claro, a la casa de Madrid. Sobre todo desde que enviaste a tu mujer.
Daniel.- Comprenderás que Adriana no podía viajar siempre conmigo. Es lo único que me ha hecho arrepentirme alguna vez de haberme casado, tener que dejármela.
Viperino.- ¿Estás celoso?
Daniel.- Quién sabe.
Viperino.- Ella te echaba mucho de menos; pero aquí, con tu madre, con su hermana y con su sobrinita lo pasa bien. No hacían más que hablar de ti, Mariquita sobre todo. ¡Te quiere más esa chica! Siempre me decía: "El juguetón no me escribe más que postales; yo quiero una carta larga, larga, como las que le escribe a su mujer.... ¡Chiquilla más afectuosa y más ingenua!
Daniel.- (Preocupado.) Demasiado ingenua.
Viperino.- Pues ahora se casa, ya lo sabrás.
Daniel.- Sí.
Viperino.- En secreto, a mí el novio no me convence ni poco ni mucho. Parece un tarambana... un ¡ea!, lo digo, un fresco. ¿Verdad? (Daniel se encoge de hombros.) Claro está que entre los amigos de la casa poco hay donde escoger. Entre el Vizconde y ese Jacinto Labial, más vale aquél."

Felipe Sassone
La señorita está loca: la vida sigue





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