En el zodíaco, cada signo participa de la dualidad, la triplicidad y la cuadruplicidad. Naturalmente, en la astrología que aparece en los periódicos y revistas (y que los científicos y eruditos creen que es la única que existe) este aspecto fundamental del zodíaco pasa desapercibido. Por desgracia, otros astrólogos modernos más serios, aunque utilizan los signos zodiacales de manera intuitiva, apenas reconocen el simbolismo numérico en el que se fundamentan. Como veremos enseguida, la sección áurea forma parte del núcleo de la escisión primordial, creando un universo asimétrico y cíclico. Este aspecto cíclico significa que los múltiplos de los números son, por así decirlo, registros superiores de los números inferiores. El universo físico se completa, en principio, con cuatro términos: unidad, polaridad, relación y sustancialidad. Pero la materialización plena de todas las posibilidades requiere el funcionamiento de todas las combinaciones de dos, tres y cuatro. Y esto se realiza en los doce signos del zodíaco. Éste se divide en seis grupos de polaridades, cuatro grupos de triplicidades (los modos) y tres grupos de cuadruplicidades (los elementos). Cada signo es, a la vez, polar (activo o pasivo), modal (cardinal es el iniciador; fijo es aquel sobre el que se actúa; mutable es el que media o efectúa el intercambio de fuerzas) y elemental (fuego, tierra, aire, agua). La polaridad se realiza en el tiempo y el espacio (seis veces dos), el espíritu materializado (tres veces cuatro) y la materia espiritualizada (cuatro veces tres). Así, con cuatro términos tenemos el mundo en principio. Con ocho términos tenemos el mundo materializado en el tiempo y el espacio. Con doce términos tenemos el mundo de las potencialidades y las posibilidades. Aunque este breve resumen no se aproxima más que a un aspecto del zodíaco astrológico, debería ser suficiente para sugerir que este antiguo diseño no se basaba en absoluto en los ensueños de arcaicos visionarios, sino que se construyó rigurosamente de acuerdo con los principios pitagóricos. Si esperamos comprender el mundo físico en el que vivimos (por no hablar del mundo espiritual), debemos examinar los principios y funciones que subyacen a la experiencia común. Y el simbolismo del número nos permite hacerlo.

John Anthony West
La serpiente celeste, página 117


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